El Real Betis atraviesa un momento clave en el que debe decidir qué camino tomar para garantizar su sostenibilidad. Con una generación de canteranos de extraordinaria calidad, posiblemente una de las mejores de su historia, el club se enfrenta al riesgo de desperdiciar este talento por la falta de oportunidades. Nuestro entrenador apenas recurre a los jóvenes, y solo lo hace en casos de lesiones masivas, lo que acabará por comprometer la evolución de los chavales y, eventualmente, su continuidad. Este desenlace no solo sería un golpe al patrimonio deportivo del Betis, sino también un error estratégico en un contexto en el que el club necesita reducir gastos y buscar nuevas formas de competitividad.
Dar cabida a los canteranos permitiría al Betis reforzar su identidad y competir con más hambre y frescura en Europa, algo que los fichajes de campanillas no siempre garantizan. Además, apostar por ellos no solo consolidaría un proyecto sostenible, sino que abriría la puerta a beneficios económicos a través de futuros traspasos. Persistir en un modelo que prioriza resultados inmediatos sobre la formación de jugadores propios es un lujo que el Betis no debe ni puede permitirse. El futuro pasa por mirar al presente con valentía y aprovechar el enorme potencial que la cantera ya pone sobre la mesa.
Dar cabida a los canteranos permitiría al Betis reforzar su identidad y competir con más hambre y frescura en Europa, algo que los fichajes de campanillas no siempre garantizan. Además, apostar por ellos no solo consolidaría un proyecto sostenible, sino que abriría la puerta a beneficios económicos a través de futuros traspasos. Persistir en un modelo que prioriza resultados inmediatos sobre la formación de jugadores propios es un lujo que el Betis no debe ni puede permitirse. El futuro pasa por mirar al presente con valentía y aprovechar el enorme potencial que la cantera ya pone sobre la mesa.
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