La pasada semana arrancó oficialmente el nuevo Betis post ampliación de capital “que nunca se iba a hacer”. El nuevo poder, que no lo es tanto, porque gobierna desde hace casi 9 años en la entidad, se hace más fuerte, más sólido, más inmune a la crítica, y más impune en su accionar.
Contemplar a NilesCrane intentando leerle la cartilla a los mismos que él contribuyó a poner en la poltrona liquidando PNB “porque el Betis de los béticos era ya una realidad y un objetivo cumplido” es una imagen icónica de este tiempo. De un tiempo en el que los acuerdos con Lopera (y por ende sus herederos, a los que hay que pagar un par de millones de euros de nada por un fichaje de hace más de una década gracias al pacto de la Notaría Lledó) los paga el bolsillo del club, como paga las nóminas de familiares cercanos al vicepresidente que comen de la olla grande verdiblanca tras un exitosísimo paso por un club portugués que ahora languidece en la semiprofesionalidad.
9 años después de llegar al poder la dirigencia se ha dado cuenta de que los estatutos del Betis no están actualizados. Y ahora, precisamente ahora, después de una ampliación de capital que les ha sido bien barata (antes o después se sabrá a quién le han dado el sablazo para reunir la pasta), toca reformar las normas internas para permitir, sin duda alguna, la entrada de capital extranjero (lo del secretario explicando el mercado común europeo aplicado al Betis es de lo más cómico oído en esta casa desde los tiempos del diácono); y, por supuesto, la no necesidad de presentar los presupuestos en Junta de Accionistas, que para eso somos uno de los clubes más opacos del fútbol español, y toca confirmarlo.
De lo demás, ¿qué decir? Mucha foto del nuevo estadio, pero cero información sobre cuánto cuesta la obra y cómo se va a pagar. 4 años en Europa, un título en el bolsillo, una ampliación de capital, y el club sigue arruinado, clamando por plusvalías, y apelando a la cantera “porque para eso se está invirtiendo”… Un dislate total que, de seguir así, saltará antes o después.
En definitiva, agarrados a un nuevo estadio que no sabemos cuánto costará, ni cuánto aportará a las arcas propias; y a ventas superlativas en el seno de una plantilla cada año más empobrecida y menos valorada. ¿Hasta cuándo? Pues hasta que la pelotita no entre, o entre la del eterno rival, o venga un sucedáneo de Lim y se venda el juguetito.
Contemplar a NilesCrane intentando leerle la cartilla a los mismos que él contribuyó a poner en la poltrona liquidando PNB “porque el Betis de los béticos era ya una realidad y un objetivo cumplido” es una imagen icónica de este tiempo. De un tiempo en el que los acuerdos con Lopera (y por ende sus herederos, a los que hay que pagar un par de millones de euros de nada por un fichaje de hace más de una década gracias al pacto de la Notaría Lledó) los paga el bolsillo del club, como paga las nóminas de familiares cercanos al vicepresidente que comen de la olla grande verdiblanca tras un exitosísimo paso por un club portugués que ahora languidece en la semiprofesionalidad.
9 años después de llegar al poder la dirigencia se ha dado cuenta de que los estatutos del Betis no están actualizados. Y ahora, precisamente ahora, después de una ampliación de capital que les ha sido bien barata (antes o después se sabrá a quién le han dado el sablazo para reunir la pasta), toca reformar las normas internas para permitir, sin duda alguna, la entrada de capital extranjero (lo del secretario explicando el mercado común europeo aplicado al Betis es de lo más cómico oído en esta casa desde los tiempos del diácono); y, por supuesto, la no necesidad de presentar los presupuestos en Junta de Accionistas, que para eso somos uno de los clubes más opacos del fútbol español, y toca confirmarlo.
De lo demás, ¿qué decir? Mucha foto del nuevo estadio, pero cero información sobre cuánto cuesta la obra y cómo se va a pagar. 4 años en Europa, un título en el bolsillo, una ampliación de capital, y el club sigue arruinado, clamando por plusvalías, y apelando a la cantera “porque para eso se está invirtiendo”… Un dislate total que, de seguir así, saltará antes o después.
En definitiva, agarrados a un nuevo estadio que no sabemos cuánto costará, ni cuánto aportará a las arcas propias; y a ventas superlativas en el seno de una plantilla cada año más empobrecida y menos valorada. ¿Hasta cuándo? Pues hasta que la pelotita no entre, o entre la del eterno rival, o venga un sucedáneo de Lim y se venda el juguetito.
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