Gordillo, un mito verdiblanco, está devolviendo al equipo su principal patrimonio expoliado: el cariño de los rivales
En Écija, tras vencer la atalaya que divisa al Genil, hay una venta de carretera con una foto mágica. Está enterrada en polvo y rodeada de toda la azulejería de Talavera del mundo. Que no la limpien. Porque así es como adquiere su mayor belleza. Es una alineación del Betis. Una cualquiera. Ése es su valor. Que no es la pose de ningún momento glorioso, sino la de un partido copero en algún campo del demonio. En el centro, de azul, está Valerio, aquel portero que vino de Albacete junto con Jaime Quesada y Josete para los años sosegados de don Lorenzo. Y a su alrededor, además del propio Jaime, posan varios peloteros olvidados ya por mor del rodillo del tiempo y de las vicisitudes béticas. Está Fernando, aquel zurdo grandón que vino del Valladolid. Y Olías, el del gol a Monchi que se trajo Kresic del Marbella. Y Otero, el mítico celtista que vino a retirarse en Heliópolis por la gracia del sabio de Hortaleza. Y Vidakovic, ese líbero del Estrella Roja que le metió al Madrid un golazo tras recorrerse todo el campo. Y Bjeliça junto al cántabro Luis Fernández, el del penalti en Bilbao. Y como terna atacante, Oli, Iván Pérez y Alfonso. El de las botas blancas es el punto de fuga de la imagen. La luz. El tótem de aquella extraña alineación del año 97 en la que faltaban Finidi, Jarni, Cuéllar, Merino y Alexis. Pero ésa es la foto elegida por el ventero de Écija. Ésa misma. Ésa es la imagen que te levanta de la silla a mitad de la tostada, con el cuchillo aún clavado en la manteca de lomo, y te invita al acertijo de ponerle nombre a todos los retratados. Es como un imán que te atrae sin que puedas evitarlo si eres del Betis. O incluso si no lo eres. Es un ejemplo del inmenso poder de atracción que tiene este equipo, comparable sólo a los más grandes de España. En el estadio de El Sadar de Pamplona, sede del histórico Osasuna, caben 19.500 personas. Cuando los navarros llenan su campo con motivo de una gran ocasión, en el Villamarín hay casi el doble de gente jugando contra la Ponferradina. Y en las ventas de carretera cualgan alineaciones de poca entidad sin que las trece barras dejen de reclamar la atención del personal.
Traigo esta reflexión ahora que el Betis ha logrado regresar a su esencia popular y se ha liberado de la dictadura. Ahora que un mito como Gordillo está devolviendo al equipo su mayor patrimonio: el cariño de los rivales. Ahora que los dirigentes coyunturales tratan de salir de la cueva a fuerza de ingenio. Ahora creo que esa foto de la venta astigitana es un símbolo en alza del beticismo. Porque esa imagen encierra un significado trascendental: el Betis está por encima de las personas que lo componen, pero un partido es más sencillo de ganar si el delantero es Alfonso. El hábitat natural de este equipo, que es la Primera División junto al Sevilla, está de nuevo a la vista. Ahora más que nunca, pongámonos todos a los pies de don Rafael. Preferentemente el izquierdo. Y el que no apriete, que jamás tenga el honor de salir en una foto. Ni de venta de carretera.
La foto del Betis - abcdesevilla.es
En Écija, tras vencer la atalaya que divisa al Genil, hay una venta de carretera con una foto mágica. Está enterrada en polvo y rodeada de toda la azulejería de Talavera del mundo. Que no la limpien. Porque así es como adquiere su mayor belleza. Es una alineación del Betis. Una cualquiera. Ése es su valor. Que no es la pose de ningún momento glorioso, sino la de un partido copero en algún campo del demonio. En el centro, de azul, está Valerio, aquel portero que vino de Albacete junto con Jaime Quesada y Josete para los años sosegados de don Lorenzo. Y a su alrededor, además del propio Jaime, posan varios peloteros olvidados ya por mor del rodillo del tiempo y de las vicisitudes béticas. Está Fernando, aquel zurdo grandón que vino del Valladolid. Y Olías, el del gol a Monchi que se trajo Kresic del Marbella. Y Otero, el mítico celtista que vino a retirarse en Heliópolis por la gracia del sabio de Hortaleza. Y Vidakovic, ese líbero del Estrella Roja que le metió al Madrid un golazo tras recorrerse todo el campo. Y Bjeliça junto al cántabro Luis Fernández, el del penalti en Bilbao. Y como terna atacante, Oli, Iván Pérez y Alfonso. El de las botas blancas es el punto de fuga de la imagen. La luz. El tótem de aquella extraña alineación del año 97 en la que faltaban Finidi, Jarni, Cuéllar, Merino y Alexis. Pero ésa es la foto elegida por el ventero de Écija. Ésa misma. Ésa es la imagen que te levanta de la silla a mitad de la tostada, con el cuchillo aún clavado en la manteca de lomo, y te invita al acertijo de ponerle nombre a todos los retratados. Es como un imán que te atrae sin que puedas evitarlo si eres del Betis. O incluso si no lo eres. Es un ejemplo del inmenso poder de atracción que tiene este equipo, comparable sólo a los más grandes de España. En el estadio de El Sadar de Pamplona, sede del histórico Osasuna, caben 19.500 personas. Cuando los navarros llenan su campo con motivo de una gran ocasión, en el Villamarín hay casi el doble de gente jugando contra la Ponferradina. Y en las ventas de carretera cualgan alineaciones de poca entidad sin que las trece barras dejen de reclamar la atención del personal.
Traigo esta reflexión ahora que el Betis ha logrado regresar a su esencia popular y se ha liberado de la dictadura. Ahora que un mito como Gordillo está devolviendo al equipo su mayor patrimonio: el cariño de los rivales. Ahora que los dirigentes coyunturales tratan de salir de la cueva a fuerza de ingenio. Ahora creo que esa foto de la venta astigitana es un símbolo en alza del beticismo. Porque esa imagen encierra un significado trascendental: el Betis está por encima de las personas que lo componen, pero un partido es más sencillo de ganar si el delantero es Alfonso. El hábitat natural de este equipo, que es la Primera División junto al Sevilla, está de nuevo a la vista. Ahora más que nunca, pongámonos todos a los pies de don Rafael. Preferentemente el izquierdo. Y el que no apriete, que jamás tenga el honor de salir en una foto. Ni de venta de carretera.
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