La victoria de ayer del Real Betis, tan buena como necesaria, es una ayuda indiscutible para los destinos de un club que hace años que no deja de vivir momentos tensos.
Al mismo tiempo podría enlazar (que no unir) a una afición muy necesitada de alegrías, dividida por ideologías de presente y pasado sobre cómo deberían llevarse las cosas. En razón a esto anterior, resulta especialmente triste que haya antiguos miembros del Consejo, especialmente uno, un tanto nostálgicos con la poltrona y lo bonito que resulta pintar algo en la vida con un cargo que le permite presumir de algo.
Si ya es preocupante que sin el más mínimo pudor se suelte en un medio de comunicación lo que te cuenta un futbolista apelando a la amistad, resulta especialmente grave que aún haya jugadores que mantengan contactos con dos ex miembros del Consejo; dije en mi programa de radio que no era cierto que Oliver se hable con nadie del vestuario, pero craso error el mío que no es así, además de quien ocupó altísimo cargo, nombrado con apodo de Rey. Díganme qué solución existe a esto, porque si se les aparta del equipo, no pasará otra cosa que problemas en el vestuario en razón a compañeros, algunos de ellos amigos, que podrían tomar medidas ante una situación de marginación. Los mensajeros por otro lado, son agradecidos en algún caso, a las primas de las que tanto se ha hablado en tiempos del okupa, o más aún, quienes renovaron contratos en los últimos meses del mandato de Ruiz, uno de los casos por un millón de euros y el otro novecientos mil. Tampoco se quedan mancos ciertos empleados del club que filtran información interesada para la gloria de algún foro nostálgico, como si eso sirviera para la vuelta de alguien que no quiere regresar al Betis ni si se lo regalaran.
De las herencias adjudicadas en forma forzosa, hay adquirida una mala relación entre la plantilla y el preparador físico, a saber por qué, además de que Emana la temporada que viene no seguirá en el Betis, esté nuestro club en Primera o en Champions, porque sencillamente no cabe en su cabeza este club. Ya negoció cobrar el contrato en concurso de acreedores (el único de la plantilla que lo percibe), pero parece que no le resulta suficiente para sus pretensiones profesionales. La prueba de que en el vestuario parte de la actual situación les resulta completamente ajena es que se haya visto a Mel almorzar con Ángel Martín hará aproximadamente dos semanas, inconcebible si fuera consciente de esta guerra.
El margen de maniobra es muy bajo para arreglar esto, salvo que los resultados acompañen para que ciertas cruces vayan a cuesta con una sonrisa. Sin embargo, muy en consideración a los marrones que el actual Consejo tiene encima, no puede obviarse la solución a este tipo de problemas que no resultan precisamente una ayuda para el todavía largo camino a la categoría de la que sólo se sentirán orgullosos, quizá, quienes nos condujeron hasta ella.
El síndrome de la poltrona
Al mismo tiempo podría enlazar (que no unir) a una afición muy necesitada de alegrías, dividida por ideologías de presente y pasado sobre cómo deberían llevarse las cosas. En razón a esto anterior, resulta especialmente triste que haya antiguos miembros del Consejo, especialmente uno, un tanto nostálgicos con la poltrona y lo bonito que resulta pintar algo en la vida con un cargo que le permite presumir de algo.
Si ya es preocupante que sin el más mínimo pudor se suelte en un medio de comunicación lo que te cuenta un futbolista apelando a la amistad, resulta especialmente grave que aún haya jugadores que mantengan contactos con dos ex miembros del Consejo; dije en mi programa de radio que no era cierto que Oliver se hable con nadie del vestuario, pero craso error el mío que no es así, además de quien ocupó altísimo cargo, nombrado con apodo de Rey. Díganme qué solución existe a esto, porque si se les aparta del equipo, no pasará otra cosa que problemas en el vestuario en razón a compañeros, algunos de ellos amigos, que podrían tomar medidas ante una situación de marginación. Los mensajeros por otro lado, son agradecidos en algún caso, a las primas de las que tanto se ha hablado en tiempos del okupa, o más aún, quienes renovaron contratos en los últimos meses del mandato de Ruiz, uno de los casos por un millón de euros y el otro novecientos mil. Tampoco se quedan mancos ciertos empleados del club que filtran información interesada para la gloria de algún foro nostálgico, como si eso sirviera para la vuelta de alguien que no quiere regresar al Betis ni si se lo regalaran.
De las herencias adjudicadas en forma forzosa, hay adquirida una mala relación entre la plantilla y el preparador físico, a saber por qué, además de que Emana la temporada que viene no seguirá en el Betis, esté nuestro club en Primera o en Champions, porque sencillamente no cabe en su cabeza este club. Ya negoció cobrar el contrato en concurso de acreedores (el único de la plantilla que lo percibe), pero parece que no le resulta suficiente para sus pretensiones profesionales. La prueba de que en el vestuario parte de la actual situación les resulta completamente ajena es que se haya visto a Mel almorzar con Ángel Martín hará aproximadamente dos semanas, inconcebible si fuera consciente de esta guerra.
El margen de maniobra es muy bajo para arreglar esto, salvo que los resultados acompañen para que ciertas cruces vayan a cuesta con una sonrisa. Sin embargo, muy en consideración a los marrones que el actual Consejo tiene encima, no puede obviarse la solución a este tipo de problemas que no resultan precisamente una ayuda para el todavía largo camino a la categoría de la que sólo se sentirán orgullosos, quizá, quienes nos condujeron hasta ella.
El síndrome de la poltrona
Comentario