«Si Mel me dice que haga el pino con las orejas, lo hago»
Escrito por Mateo González
Jueves 27 de Enero de 2011 01:52
Despertó la atención de todos en verano, cuando marcó un penalti con la selección sub 19 que dio la vuelta al mundo gracias a YouTube, pero no se quedó en esa filigrana. Luchó por un puesto en el primer equipo y Mel lo ha protegido para que no se desviara. Poco a poco, paso a paso, alternando al principio con el filial y con prudente silencio público hasta que se asentara entre los profesionales. Ezequiel Calvente ya es una realidad que puede ocupar puesto de titular en el líder de Segunda sin que nadie se extrañe por ello. Menudo, simpático, humilde, accesible. Igual saluda a un chaval de la cantera que espera que le atienda el servicio médico o recibe una broma de Juanma, Ríos o Jonathan Pereira. Repite que habla mejor con los pies que en las entrevistas pero poco a poco se va soltando, como con su fútbol en la elite. Ahora vive el progreso de su madurez y está ante una fecha especial: su retorno a Granada, la tierra que le crió y le ha dado ese acento, como explica en una entrevista a ABC de Sevilla.
Se conoce todas las calles y esquinas de la Casería de Montijo, donde correteaba con un balón haciendo malabarismos imposibles. Cuando jugaba en el Maracena fue descubierto por Antonio Barrera, ex jefe de prensa del Betis y reconocido agente sevillano, que lo apadrinó. «Ha sido mi segundo padre, no lo veo como un agente. Yo era infantil y un día me llegó diciendo “yo soy representante de futbolistas” y la verdad es que me hizo mucha ilusión. Siempre estaba pendiente de mí y me tranquilizaba diciendo “tu día va a llegar”. Cuando vine a Sevilla nunca me faltó nada», señala el bético, que probó sus regates hasta con Denilson: «Antonio (Barrera) me llevó a su casa y me decía “guau, es la casa de Denilson”. Querían que jugara en el césped y yo estaba cortadillo pero luego me solté. Me lo pasaba muy bien».
Surgió del Maracena, jugó dos años cedido por el Betis al Granada para que siguiera con su familia y ya se instaló en Sevilla. Por ello considera que el partido del domingo «tiene un puntito especial de motivación». También porque «estará allí mi gente, mis amigos... Con el juvenil del Granada ascendí y tengo buenos recuerdos. Me trataron bien. Incluso entrené con el primer equipo. Eso sí, si marcara lo celebraría. Me han pedido entradas, pero sólo nos dan una por jugador. El Granada tiene un buen equipo ahora, les respetamos. Yo no viví momentos tan buenos de fútbol en la ciudad y me alegro de que ahora vaya todo bien».
Para disfrutar de Ezequiel ha sido trascendental Mel y el jugador lo valora. «Si él dice que tengo que hacer el pino con las orejas, lo hago. El jefe es el jefe y lo que él diga es lo que se hace. Me pide atrevimiento y sé que confía en mí, como en el resto de compañeros. Eso hay que agradecérselo», afirma el joven canterano, que es exigente con su rendimiento: «Por ahora me doy un aprobadillo porque sé que tengo más y quiero aprender muchas cosas. Noto que la gente tiene ilusión conmigo pero les digo que estén tranquilos y que cada vez tengo más confianza». Recuerda como su mejor partido el de la Ponferradina y ve evolución en su juego y en su personalidad: «Tantos consejos del entrenador y los compañeros ayudan mucho». Eso sí, no olvida el penalti: «Me ayudó a que me conociera la gente. Si pudiera tirarlo otra vez, lo haría igual. Confío mucho en mí».
Ezequiel lo tenía claro desde muy temprano. «El fútbol es mi vida. Es lo que me da significado desde chico. Los maestros me decían: “¿Por qué no estudias?”. Y yo les contestaba: “Voy a ser futbolista”. Lo tenía claro. Desde chico todos los compañeros de la clase decían “yo voy a ser veterinario”, “yo, arquitecto”, y yo... pues futbolista. Estaba con el balón en los recreos, pero también en inglés, francés...», asegura entre risas antes de recordar un hecho concreto de su infancia con motivos futbolísticos: «Nunca olvidaré un balón Mikasa que me regalaron por la Comunión. Se embarcó y me hinché de llorar por el balón. Me lo recuperaron y después lo pinchó un perro y seguí llorando. Ese balón queda ya para la historia». Ahora no juega por las calles, sino sólo en el campo. «Si estás sobre el césped jugando al fútbol y no disfrutas, es que no estás haciéndolo bien. Queremos que la gente se divierta con nosotros y ganar», asegura este joven que tiene como aficiones jugar a la PlayStation, «aunque poco», y ver películas, pero sobre todo «estar con mi novia, no soy muy de salir». Eso sí, cuando puede ve fútbol: «Si echan un partido por la televisión intento no perdérmelo porque disfruto con eso y aprendo mucho». No tiene dudas en quiénes son los mejores: «El Barcelona y Messi. Como él no hay ninguno, está más que demostrado. Eso sí, el Balón de Oro se lo merecían más Iniesta y Xavi por el Mundial y trayectoria», declaró a ABC de Sevilla.
Escrito por Mateo González
Jueves 27 de Enero de 2011 01:52
Despertó la atención de todos en verano, cuando marcó un penalti con la selección sub 19 que dio la vuelta al mundo gracias a YouTube, pero no se quedó en esa filigrana. Luchó por un puesto en el primer equipo y Mel lo ha protegido para que no se desviara. Poco a poco, paso a paso, alternando al principio con el filial y con prudente silencio público hasta que se asentara entre los profesionales. Ezequiel Calvente ya es una realidad que puede ocupar puesto de titular en el líder de Segunda sin que nadie se extrañe por ello. Menudo, simpático, humilde, accesible. Igual saluda a un chaval de la cantera que espera que le atienda el servicio médico o recibe una broma de Juanma, Ríos o Jonathan Pereira. Repite que habla mejor con los pies que en las entrevistas pero poco a poco se va soltando, como con su fútbol en la elite. Ahora vive el progreso de su madurez y está ante una fecha especial: su retorno a Granada, la tierra que le crió y le ha dado ese acento, como explica en una entrevista a ABC de Sevilla.
Se conoce todas las calles y esquinas de la Casería de Montijo, donde correteaba con un balón haciendo malabarismos imposibles. Cuando jugaba en el Maracena fue descubierto por Antonio Barrera, ex jefe de prensa del Betis y reconocido agente sevillano, que lo apadrinó. «Ha sido mi segundo padre, no lo veo como un agente. Yo era infantil y un día me llegó diciendo “yo soy representante de futbolistas” y la verdad es que me hizo mucha ilusión. Siempre estaba pendiente de mí y me tranquilizaba diciendo “tu día va a llegar”. Cuando vine a Sevilla nunca me faltó nada», señala el bético, que probó sus regates hasta con Denilson: «Antonio (Barrera) me llevó a su casa y me decía “guau, es la casa de Denilson”. Querían que jugara en el césped y yo estaba cortadillo pero luego me solté. Me lo pasaba muy bien».
Surgió del Maracena, jugó dos años cedido por el Betis al Granada para que siguiera con su familia y ya se instaló en Sevilla. Por ello considera que el partido del domingo «tiene un puntito especial de motivación». También porque «estará allí mi gente, mis amigos... Con el juvenil del Granada ascendí y tengo buenos recuerdos. Me trataron bien. Incluso entrené con el primer equipo. Eso sí, si marcara lo celebraría. Me han pedido entradas, pero sólo nos dan una por jugador. El Granada tiene un buen equipo ahora, les respetamos. Yo no viví momentos tan buenos de fútbol en la ciudad y me alegro de que ahora vaya todo bien».
Para disfrutar de Ezequiel ha sido trascendental Mel y el jugador lo valora. «Si él dice que tengo que hacer el pino con las orejas, lo hago. El jefe es el jefe y lo que él diga es lo que se hace. Me pide atrevimiento y sé que confía en mí, como en el resto de compañeros. Eso hay que agradecérselo», afirma el joven canterano, que es exigente con su rendimiento: «Por ahora me doy un aprobadillo porque sé que tengo más y quiero aprender muchas cosas. Noto que la gente tiene ilusión conmigo pero les digo que estén tranquilos y que cada vez tengo más confianza». Recuerda como su mejor partido el de la Ponferradina y ve evolución en su juego y en su personalidad: «Tantos consejos del entrenador y los compañeros ayudan mucho». Eso sí, no olvida el penalti: «Me ayudó a que me conociera la gente. Si pudiera tirarlo otra vez, lo haría igual. Confío mucho en mí».
Ezequiel lo tenía claro desde muy temprano. «El fútbol es mi vida. Es lo que me da significado desde chico. Los maestros me decían: “¿Por qué no estudias?”. Y yo les contestaba: “Voy a ser futbolista”. Lo tenía claro. Desde chico todos los compañeros de la clase decían “yo voy a ser veterinario”, “yo, arquitecto”, y yo... pues futbolista. Estaba con el balón en los recreos, pero también en inglés, francés...», asegura entre risas antes de recordar un hecho concreto de su infancia con motivos futbolísticos: «Nunca olvidaré un balón Mikasa que me regalaron por la Comunión. Se embarcó y me hinché de llorar por el balón. Me lo recuperaron y después lo pinchó un perro y seguí llorando. Ese balón queda ya para la historia». Ahora no juega por las calles, sino sólo en el campo. «Si estás sobre el césped jugando al fútbol y no disfrutas, es que no estás haciéndolo bien. Queremos que la gente se divierta con nosotros y ganar», asegura este joven que tiene como aficiones jugar a la PlayStation, «aunque poco», y ver películas, pero sobre todo «estar con mi novia, no soy muy de salir». Eso sí, cuando puede ve fútbol: «Si echan un partido por la televisión intento no perdérmelo porque disfruto con eso y aprendo mucho». No tiene dudas en quiénes son los mejores: «El Barcelona y Messi. Como él no hay ninguno, está más que demostrado. Eso sí, el Balón de Oro se lo merecían más Iniesta y Xavi por el Mundial y trayectoria», declaró a ABC de Sevilla.
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