Juanca, pero cómo puedo decir nada si tengo tan apretado el corazón que suelta zumo de lágrimas. Juanca, puedo pensar mil maneras de intentar ver tu falta y no encuentro ni una sola que la justifique, y no estás. Ya no estás Juanca.

El dolor que siento no es nada, para nada es nada con tu pérdida. Es un vacío enorme el que he visto en la cara de tantos amigos, tantos que tu presencia, sin estar, estaba. Y no sé ni qué decir ni qué pensar, ni siquiera qué sentir.

Porque lo siento tanto que siento en mi garganta el nudo de la ausencia, ese algo que deja sólo la gente como tú Juanca. Ese algo de alguien que daba lecciones de vida a cada paso, y hoy quiero pensar que me has dado otra más.

No pude pensar más que en tus mil maneras de alegrar cualquier reunión y me salieron lágrimas. Son lágrimas nerviosas, de no saber si llorar o reir pensando en cualquier palabra que me dedicabas de lejos... Esa mirada burlona previa a una frase que subía la moral, que atraía hacia tí las risas, que en tu duro caminar diario parecía que no se apreciaban las marcas de la vida. Eras como eras Juanca, y ahora no puedo más que pensar que te siento como si fueses a soltarme un chiste, o a ofrecerte para cualquier cosa, o a apuntarte a cualquiera de los mil viajes donde fotos que siempre guardaré hacían de testigo de esa pasión que nos unía en verdiblanco.

Juanca, qué tipo, seguro que ya estás dándole novedades a Porrúa de lo que nos ha pasado y, seguro, estareis descojonados comentando cualquier anécdota. Cuántas pancartas inacabadas, cuántos dolores de cabeza con esos timbales dejarás en el camino, cuántas sonrisas, cuánta humanidad, cuántos amigos, cuántas vivencias, cuánto de tí que disfrutamos y ahora, en la soledad de una noche muy fría, este que te escribe siente.

Juanca, que disfrutes del cuarto anillo, que cada lágrima que veas derramar será por cada mil sonrisas que nos has dado, por cada una de las mil formas de sentir que hemos recibido de tí.

JuanCa Baez, un amigo.