Ayer, por cuestiones varias, estaba reunido con gentes béticas para tratar de cosas béticas, pero en esa reunión las cosas béticas que estas gentes béticas iban a tratar quedaron en segundo plano.
Santander, ese era el grito de guerra, de 20 reunidos, 18 se estaban buscando la vida y no sé si jugándosela, espero que no, para ir a ver al Betis a Santander. Coches propios, autobuses de no se qué agencia, betisweb, por nuestro Betis, aviones chárter, fletado de autobuses, de aviones incluso. A todo se agarraban con tal de estar allí a las 5 de la tarde. Todos trabajaban al día siguiente y todos se jugaban sus días de vacaciones con tal de estar.
Santander, combinación heróica a través de jerez-bilbao-santander, málaga-bilbalo-santander, málaga-La Coruña-Santander, ida por aquí, vuelta por Dios sabe dónde. Alquiler de vehículos, de autobuses si cae la breva, turnos para dormir, para comer, teléfonos buscando hoteles. Y Santander tan lejos, joé, que podíamos haber jugado el último partido con el Barsa y éste jugándose la liga que lo vería más factible que lo que estaban buscando estos béticos para dejarse caer en el Sardinero.
La diáspora ha comenzado, de todas partes de España y extranjero saldrán para Cantabria, por cielo y tierra, algunos incluso por mar, y se dejan medias vacaciones en viajes, horas locas en carreteras, esperas de aeropuertos en combinaciones rocambolescas para a las cinco de la tarde estar en Santander, casi ná.
Santander será nuestra final de finales, será nuestro paño de lágrimas, ya sea de emoción o por desgracia. Allí estarán los béticos buenos que se desplacen, los que vayan a Santander a decir que ellos son los 100 años del Betis, ellos son el Betis.
E irán a animar, a dejarse las gargantas por esos jugadores que el sábado anterior hacían sentir vergüenza, y allí estarán con la bandera del centenario a cuestas para que la vean, para hacer comunión con ellos y con Chaparro, último pegamento para sujetar los trozos de este Betis en descomposición. Mi admiración a ellos, a los que se desplacen utilicen el medio que utilicen, pero mi pensamiento estará antes y después del partido con ellos, porque la carretera es muy traicionera, y la emoción de 20 horas de viaje con un pivote mágico o trágico a las cinco de la tarde, en Santander.
Mi admiración, mi preocupación y mis pensamientos estarán con los desplazados en esas vías verdes que se ha abierto en las entrañas de nuestra península.
Santander, ese era el grito de guerra, de 20 reunidos, 18 se estaban buscando la vida y no sé si jugándosela, espero que no, para ir a ver al Betis a Santander. Coches propios, autobuses de no se qué agencia, betisweb, por nuestro Betis, aviones chárter, fletado de autobuses, de aviones incluso. A todo se agarraban con tal de estar allí a las 5 de la tarde. Todos trabajaban al día siguiente y todos se jugaban sus días de vacaciones con tal de estar.
Santander, combinación heróica a través de jerez-bilbao-santander, málaga-bilbalo-santander, málaga-La Coruña-Santander, ida por aquí, vuelta por Dios sabe dónde. Alquiler de vehículos, de autobuses si cae la breva, turnos para dormir, para comer, teléfonos buscando hoteles. Y Santander tan lejos, joé, que podíamos haber jugado el último partido con el Barsa y éste jugándose la liga que lo vería más factible que lo que estaban buscando estos béticos para dejarse caer en el Sardinero.
La diáspora ha comenzado, de todas partes de España y extranjero saldrán para Cantabria, por cielo y tierra, algunos incluso por mar, y se dejan medias vacaciones en viajes, horas locas en carreteras, esperas de aeropuertos en combinaciones rocambolescas para a las cinco de la tarde estar en Santander, casi ná.
Santander será nuestra final de finales, será nuestro paño de lágrimas, ya sea de emoción o por desgracia. Allí estarán los béticos buenos que se desplacen, los que vayan a Santander a decir que ellos son los 100 años del Betis, ellos son el Betis.
E irán a animar, a dejarse las gargantas por esos jugadores que el sábado anterior hacían sentir vergüenza, y allí estarán con la bandera del centenario a cuestas para que la vean, para hacer comunión con ellos y con Chaparro, último pegamento para sujetar los trozos de este Betis en descomposición. Mi admiración a ellos, a los que se desplacen utilicen el medio que utilicen, pero mi pensamiento estará antes y después del partido con ellos, porque la carretera es muy traicionera, y la emoción de 20 horas de viaje con un pivote mágico o trágico a las cinco de la tarde, en Santander.
Mi admiración, mi preocupación y mis pensamientos estarán con los desplazados en esas vías verdes que se ha abierto en las entrañas de nuestra península.
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