Buenos días.
Cual si fuese una maldición con componentes de deja vu, la providencia (de divina poco) parece haber escrito un guión en el que no solo había de repetirse la figura del paquete maldito en la misma ciudad, con un nivel de complejidad y retorcimiento elevado a la enésima potencia, sino que también debíamos contar con nuestro particular personaje con "enterismoh" y flexibles principios, al que solo le falta regalar un Mercedes a una modelo con dinero del Betis para completar el cuadro.
Dicho eso, tras los últimos acontecimientos del vodevil en el que el nivel de desvergüenza llega al extremo de enfrentarse a toda una señora jueza, cuya instrucción es absolutamente clave para el futuro de eso llamado Betis, creo sinceramente que cada día que pasa se evidencia una conclusión: Que el hecho de que este personaje y sus acólitos (propios o heredados) siga todavía en el Betis es un enorme fracaso colectivo, un fracaso de todos nosotros.
Tal vez los muchos béticos comprometidos activamente en el objetivo de un Betis de los béticos podríamos entender que no somos tan responsables de ese fracaso colectivo, porque dedicamos nuestros esfuerzos a expulsar al personaje anterior y al que nos ha caido. Nos equivocaríamos si nos conformásemos con ese entendimiento.
Porque, a pesar de esos esfuerzos y ese trabajo, somos responsables de ese fracaso colectivo. Aún más. Porque cuando uno adquiere una responsabilidad, cuando uno se convierte en custodio de las esperanzas de muchos, debe actuar en consecuencia y asumir la responsabilidad de los éxitos colectivos pero sobre todo, ante todo, de los fracasos colectivos.
En mi modesta opinión, y así la expreso, en este entorno lo único (lo único) que debería ocuparnos y preocuparnos a los béticos comprometidos activamente con un Betis de los béticos es garantizar el buen fin y la óptima planificación de la Junta extraordinaria que hemos solicitado un millar de accionistas, que debe servir para echar a toda esta caterva a primeros de Diciembre.
Mucho cuidado, porque esa caterva está preparando esa Junta extraordinaria milimétricamente, desde un punto de vista jurídico y, me atrevería a asegurar, desde otros puntos de vista. Confiarse en la mayoría accionarial representada por los administradores o dejar a estos en exclusiva la responsabilidad de preparar la Junta podría convertirse en un error histórico en un momento histórico.
Si, por los motivos que sean, los béticos comprometidos activamente con un Betis de los béticos, no acudimos a esa Junta Extraordinaria con un nivel de cohesión similar a una centuria romana montando la figura de la tortuga, nos convertiremos todos en los máximos responsables de los errores que puedan cometerse.
Con ésto lo que quiero decir es que las legítimas diferencias entre personas o colectivos, los distintos puntos de vista, etc. son en estos momentos secundarios, o cuando menos aplazables, ante la batalla que entre todos debemos librar, en la que ninguno sobra, en la que todos somos necesarios. Todos.
Un saludo
Cual si fuese una maldición con componentes de deja vu, la providencia (de divina poco) parece haber escrito un guión en el que no solo había de repetirse la figura del paquete maldito en la misma ciudad, con un nivel de complejidad y retorcimiento elevado a la enésima potencia, sino que también debíamos contar con nuestro particular personaje con "enterismoh" y flexibles principios, al que solo le falta regalar un Mercedes a una modelo con dinero del Betis para completar el cuadro.
Dicho eso, tras los últimos acontecimientos del vodevil en el que el nivel de desvergüenza llega al extremo de enfrentarse a toda una señora jueza, cuya instrucción es absolutamente clave para el futuro de eso llamado Betis, creo sinceramente que cada día que pasa se evidencia una conclusión: Que el hecho de que este personaje y sus acólitos (propios o heredados) siga todavía en el Betis es un enorme fracaso colectivo, un fracaso de todos nosotros.
Tal vez los muchos béticos comprometidos activamente en el objetivo de un Betis de los béticos podríamos entender que no somos tan responsables de ese fracaso colectivo, porque dedicamos nuestros esfuerzos a expulsar al personaje anterior y al que nos ha caido. Nos equivocaríamos si nos conformásemos con ese entendimiento.
Porque, a pesar de esos esfuerzos y ese trabajo, somos responsables de ese fracaso colectivo. Aún más. Porque cuando uno adquiere una responsabilidad, cuando uno se convierte en custodio de las esperanzas de muchos, debe actuar en consecuencia y asumir la responsabilidad de los éxitos colectivos pero sobre todo, ante todo, de los fracasos colectivos.
En mi modesta opinión, y así la expreso, en este entorno lo único (lo único) que debería ocuparnos y preocuparnos a los béticos comprometidos activamente con un Betis de los béticos es garantizar el buen fin y la óptima planificación de la Junta extraordinaria que hemos solicitado un millar de accionistas, que debe servir para echar a toda esta caterva a primeros de Diciembre.
Mucho cuidado, porque esa caterva está preparando esa Junta extraordinaria milimétricamente, desde un punto de vista jurídico y, me atrevería a asegurar, desde otros puntos de vista. Confiarse en la mayoría accionarial representada por los administradores o dejar a estos en exclusiva la responsabilidad de preparar la Junta podría convertirse en un error histórico en un momento histórico.
Si, por los motivos que sean, los béticos comprometidos activamente con un Betis de los béticos, no acudimos a esa Junta Extraordinaria con un nivel de cohesión similar a una centuria romana montando la figura de la tortuga, nos convertiremos todos en los máximos responsables de los errores que puedan cometerse.
Con ésto lo que quiero decir es que las legítimas diferencias entre personas o colectivos, los distintos puntos de vista, etc. son en estos momentos secundarios, o cuando menos aplazables, ante la batalla que entre todos debemos librar, en la que ninguno sobra, en la que todos somos necesarios. Todos.
Un saludo
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