He comentada en diversas tertulias, pero jamás escrito en un artículo de opinión, que existe una tendencia muy generalizada a despreciar a los médicos que prestan sus servicios en clubes de fútbol. Rara vez leí o escuché hablar bien del galeno del Barça o del Madrid y, menos aún, de los de los equipos de nuestra ciudad. Con el doctor Juan Ribas no he tenido trato, por razones profesionales (no trabajo in situ la información del Sevilla), pero sí con la familia Leal Graciani y con los médicos del Betis desde hace más de veinte años.
Don Antonio, particularmente, me instruyó sobre las lesiones que suelen sufrir los futbolistas y sus hijos, Antonio y César, por razones de amistad y vecindad, fueron perfectos continuadores en esa tarea docente. Conste que hice un COU de Ciencias Puras aunque estudié una carrera de Letras, de ahí que tampoco tuviesen que explicarme dónde se ubica el astrágalo. Pero aprendí bastante de ellos al igual que de Ramón Cansino o, actualmente, de Tomás Calero y Santiago Pérez Hidalgo.
Siempre he defendido que el principal responsable médico de un club no debería ser un traumátologo, sino un especialista en Medicina Deportiva. El actual jefe médico del Betis tiene vastos conocimientos, pero principalmente sabe, algo al menos, de cualquier dolencia, y esencialmente de lo importante: cómo tratar y recuperar a un futbolista. Está, además, a la vanguardia y acude a congresos y demás reuniones de expertos con asiduidad. En una de ellas, recientemente, hizo un curso de reanimación que le permitió salvar una vida el domingo.
Pero al igual que Cansino y los Leal, Calero debe soportar opiniones de periodistas y demás aficionados al fútbol que confunden el fémur con el húmero o el metacarpo con el metatarso sólo porque un futbolista tarda en recuperarse o no lo hace jamás sin conocer, además, lo que el médico no puede contar para no perjudicar precisamente a ese profesional que, igual, no se cuida como debiera. A alguno sólo le falta que lo culpen de un penalti fallado.
Ese cirujano prestigioso que salva vidas y gana millones, igual no maneja tan bien un desfibrilador ni posee el arrojo que demostró el domingo el médico del Betis y que permitió, igualmente, que Miguel García pueda hoy estar con nosotros. Justo es, aunque sólo sea por ello, que el entorno del fútbol hable y escriba respetando siempre las ciencias que le son ajenas, como la Medicina, y que, al igual que el fútbol, no entienden de matemáticas.
El fútbol de Meridona » Archivo » Calero y los médicos de fútbol
Don Antonio, particularmente, me instruyó sobre las lesiones que suelen sufrir los futbolistas y sus hijos, Antonio y César, por razones de amistad y vecindad, fueron perfectos continuadores en esa tarea docente. Conste que hice un COU de Ciencias Puras aunque estudié una carrera de Letras, de ahí que tampoco tuviesen que explicarme dónde se ubica el astrágalo. Pero aprendí bastante de ellos al igual que de Ramón Cansino o, actualmente, de Tomás Calero y Santiago Pérez Hidalgo.
Siempre he defendido que el principal responsable médico de un club no debería ser un traumátologo, sino un especialista en Medicina Deportiva. El actual jefe médico del Betis tiene vastos conocimientos, pero principalmente sabe, algo al menos, de cualquier dolencia, y esencialmente de lo importante: cómo tratar y recuperar a un futbolista. Está, además, a la vanguardia y acude a congresos y demás reuniones de expertos con asiduidad. En una de ellas, recientemente, hizo un curso de reanimación que le permitió salvar una vida el domingo.
Pero al igual que Cansino y los Leal, Calero debe soportar opiniones de periodistas y demás aficionados al fútbol que confunden el fémur con el húmero o el metacarpo con el metatarso sólo porque un futbolista tarda en recuperarse o no lo hace jamás sin conocer, además, lo que el médico no puede contar para no perjudicar precisamente a ese profesional que, igual, no se cuida como debiera. A alguno sólo le falta que lo culpen de un penalti fallado.
Ese cirujano prestigioso que salva vidas y gana millones, igual no maneja tan bien un desfibrilador ni posee el arrojo que demostró el domingo el médico del Betis y que permitió, igualmente, que Miguel García pueda hoy estar con nosotros. Justo es, aunque sólo sea por ello, que el entorno del fútbol hable y escriba respetando siempre las ciencias que le son ajenas, como la Medicina, y que, al igual que el fútbol, no entienden de matemáticas.
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