La situación del Betis da miedo. También pena, rabia, tristeza. Pero fundamentalmente miedo. En la coctelera han entrado muchos ingredientes amargos que dejan en el paladar el insoportable sabor de los puestos de descenso. La abrupta salida de Lorenzo Serra Ferrer elevaba el punto de exigencia en la construcción de la plantilla y la inversión veraniega fue acorde a esta nueva perspectiva, con José Miguel López Catalán asumiendo las riendas de un caballo difícil de manejar y reuniendo a futbolistas con el nivel de Fekir y Borja Iglesias, además de unas ventas que dieron gasolina para estos movimientos. La búsqueda de un entrenador continuista desembocó en Rubi, con desembolso económico millonario incluido. Pero la historia no ha funcionado y el bético está cansado de ver desdibujadas sus ilusiones. Necesita comprobar una reacción ya. Algo a lo que agarrarse.
Porque por el Villamarín no va a ser. O no ha sido. El apoyo de la afición ha resultado indiscutible desde que la pelota comenzó a rodar ante el Valladolid. Las decisiones arbitrales, las ocasiones falladas, la mala suerte. Todo ha influido pero diez jornadas después hay mucho más que eso. Rubi ha agotado su crédito. Tendrá la vida del día del Celta pero puede ser para alargar la agonía. Puede seguir nadando en busca de un punto de inflexión pero en su transcurso continuar con los tumbos que mantienen al Betis en puestos de descenso. Indigna posición para un club que ha crecido tanto y para una afición indiscutible. Seguro que habrá quejas el miércoles y todos han de asumir sus responsabilidades porque los errores se han acumulado.
Apena ver ahora la reproducción de viejos debates que fueron enterrados por los resultados con Quique Setién y Serra Ferrer. Se marcharon ambos y el perjudicado fue el Betis. Malas relaciones personales que acabaron con una pareja que funcionaba en lo deportivo. Sí, funcionaba porque el balance de un sexto puesto, un décimo, semifinales de la Copa del Rey y triunfos históricos en derbis, Santiago Bernabeú o Camp Nou no han sido frecuentes en Heliópolis. Ni mucho menos. Los culpables, que lo busquen otros. El perjudicado es el Betis.
Los jugadores que el año pasado estaban arriba en sus valoraciones, que recibían elogios tras elogios, ahora están de capa caída. Se ve en hombres como Mandi, Canales, Bartra, etc. Hasta iban con la selección. Ahora son la sombra de lo que fueron. Han ido cayendo casi todos. Loren es el único que ha cambiado a positivo su dinámica. Y quizás Emerson. Cuando yerran tantos es evidente que la culpa está focalizada. Y el entrenador es el primero que cae. Tiene coherencia que el club mantenga a Rubi tras la apuesta de tres temporadas pero también alcanza ya la misma consideración su despido anticipado. Está por ver cuánto se aguanta una situación que ya perjudica a todos. Pero tampoco pueden regatear su culpa hombres que ni el año pasado ni este, sea por lo que sea, han ofrecido el rendimiento que se espera. Y quedan señalados, obviamente. Antes la culpa era de Setién y ahora será de cualquier otro.
Agitar el árbol es lo que ha intentado el club y Rubi en la semana pasada. Y el 1-0 en Granada no era el resultado esperado. Cierto es que los jugadores lo intentan pero también que lanzan mensajes de desacuerdo con la gestión. No es nada fácil lo que está ocurriendo. La reacción es necesaria. La mayoría pide la cabeza de Rubi pero falta algo más. Un cambio de entrenador puede funcionar pero también el club tiene que mirarse su gestión con la plantilla, con elementos acomodados por edad y contrato y otros faltos de motivación por juventud e incomprensión. Aprieten ahí. Y la elección del técnico será clave para saber si la temporada se reconduce en sus objetivos ya marcados o tiene que plantearse unos nuevos, lejanos al nivel que aparenta esta plantilla. Porque con Rubi las cartas ya están marcadas salvo un milagro que, disculpen, el fútbol no suele brindarle a nadie.
Mateo González.
Porque por el Villamarín no va a ser. O no ha sido. El apoyo de la afición ha resultado indiscutible desde que la pelota comenzó a rodar ante el Valladolid. Las decisiones arbitrales, las ocasiones falladas, la mala suerte. Todo ha influido pero diez jornadas después hay mucho más que eso. Rubi ha agotado su crédito. Tendrá la vida del día del Celta pero puede ser para alargar la agonía. Puede seguir nadando en busca de un punto de inflexión pero en su transcurso continuar con los tumbos que mantienen al Betis en puestos de descenso. Indigna posición para un club que ha crecido tanto y para una afición indiscutible. Seguro que habrá quejas el miércoles y todos han de asumir sus responsabilidades porque los errores se han acumulado.
Apena ver ahora la reproducción de viejos debates que fueron enterrados por los resultados con Quique Setién y Serra Ferrer. Se marcharon ambos y el perjudicado fue el Betis. Malas relaciones personales que acabaron con una pareja que funcionaba en lo deportivo. Sí, funcionaba porque el balance de un sexto puesto, un décimo, semifinales de la Copa del Rey y triunfos históricos en derbis, Santiago Bernabeú o Camp Nou no han sido frecuentes en Heliópolis. Ni mucho menos. Los culpables, que lo busquen otros. El perjudicado es el Betis.
Los jugadores que el año pasado estaban arriba en sus valoraciones, que recibían elogios tras elogios, ahora están de capa caída. Se ve en hombres como Mandi, Canales, Bartra, etc. Hasta iban con la selección. Ahora son la sombra de lo que fueron. Han ido cayendo casi todos. Loren es el único que ha cambiado a positivo su dinámica. Y quizás Emerson. Cuando yerran tantos es evidente que la culpa está focalizada. Y el entrenador es el primero que cae. Tiene coherencia que el club mantenga a Rubi tras la apuesta de tres temporadas pero también alcanza ya la misma consideración su despido anticipado. Está por ver cuánto se aguanta una situación que ya perjudica a todos. Pero tampoco pueden regatear su culpa hombres que ni el año pasado ni este, sea por lo que sea, han ofrecido el rendimiento que se espera. Y quedan señalados, obviamente. Antes la culpa era de Setién y ahora será de cualquier otro.
Agitar el árbol es lo que ha intentado el club y Rubi en la semana pasada. Y el 1-0 en Granada no era el resultado esperado. Cierto es que los jugadores lo intentan pero también que lanzan mensajes de desacuerdo con la gestión. No es nada fácil lo que está ocurriendo. La reacción es necesaria. La mayoría pide la cabeza de Rubi pero falta algo más. Un cambio de entrenador puede funcionar pero también el club tiene que mirarse su gestión con la plantilla, con elementos acomodados por edad y contrato y otros faltos de motivación por juventud e incomprensión. Aprieten ahí. Y la elección del técnico será clave para saber si la temporada se reconduce en sus objetivos ya marcados o tiene que plantearse unos nuevos, lejanos al nivel que aparenta esta plantilla. Porque con Rubi las cartas ya están marcadas salvo un milagro que, disculpen, el fútbol no suele brindarle a nadie.
Mateo González.
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