EXILIADOS
Estoy completamente de acuerdo con el amigo Atila Landinsky. Me gustaría tener una charla con la persona pues al tuitero lo conozco bien. Y coincido con su manera de pensar y con su tweet de ayer: “Definitivamente no voy con estos tiempos. Me sentí muy feliz cuando fuimos a Champions y al ganar la Copa. Pero sin lugar a dudas el momento en que más Bético me sentí fue la maldita noche del Tenerife en Villamarín. Ah, no contesten que no hace falta, ca uno es ca uno”. Amén, querido húngaro de La Palmera. Yo tampoco voy con estos tiempos. Me siento un extraño en este contexto.
Como tú, recuerdo que la tarde que el Betis se fue a segunda en la promoción contra el Tenerife fue una de las más tristes de mis vivencias verdiblancas. Pero, a la vez, fue la que más beticismo me metió en vena. Fue donde comprendí que ser bético era algo muy distinto a cualquier otra cosa en el mundo. Tras el varapalo de caer al infierno de la segunda, 40.000 béticos gritaban Betis, Betis, Betis cuando el colegiado pitaba el final del partido. Esos cánticos fueron los que salvaron la vida a Pedro Buenaventura y a muchos más que nos hundíamos en la más absoluta depresión futbolística de esa noche fatídica.
Yo crecí en ese Betis y con esa afición que quería a su equipo y a su club por encima de todo. Por encima de jugadores, entrenadores, presidentes, exigencias, trofeos, victorias, derrotas, goleadas, éxitos y decepciones. Nos ilusionaban los jugadores que llegaban, aunque no tuvieran suficiente calidad; nos valían las explicaciones de los entrenadores, aunque supiéramos que podían equivocarse; nos enfadábamos con las derrotas, pero nos levantaba ese escudo y ese bendito nexo de unión que teníamos todos los béticos. Pero eso se ha ido al traste, se ha perdido en una gran parte. Se ha estropeado tanto que hasta se pone en duda el manquepierda.
Supongo que los tiempos cambian y que debemos adaptarnos a los pensamientos de las nuevas generaciones, pero no me hallo. Me siento como un exiliado. Yo me quedé con esos hombres que se curtieron como jabatos en los duros tiempos de penalidades y miserias, como Don Alfonso Jaramillo con quien pude compartir tardes de radio. Y me quedé con las palabras de Don Pedro Buenaventura, que sufría como un bético más cuando nos íbamos al pozo de la Segunda.
Mi beticismo se fortaleció esa tarde negra y por eso no entiendo que llevemos tres días hablando de una derrota cuando estamos infinitamente mejor en lo institucional y deportivo. El beticismo era esperanza, anhelo, fe, humildad, ilusión y no confrontación, soberbia y pesimismo.
J Barquín@barquin_julio
http://sentirbetico.es/2019/01/08/exiliados/
Estoy completamente de acuerdo con el amigo Atila Landinsky. Me gustaría tener una charla con la persona pues al tuitero lo conozco bien. Y coincido con su manera de pensar y con su tweet de ayer: “Definitivamente no voy con estos tiempos. Me sentí muy feliz cuando fuimos a Champions y al ganar la Copa. Pero sin lugar a dudas el momento en que más Bético me sentí fue la maldita noche del Tenerife en Villamarín. Ah, no contesten que no hace falta, ca uno es ca uno”. Amén, querido húngaro de La Palmera. Yo tampoco voy con estos tiempos. Me siento un extraño en este contexto.
Como tú, recuerdo que la tarde que el Betis se fue a segunda en la promoción contra el Tenerife fue una de las más tristes de mis vivencias verdiblancas. Pero, a la vez, fue la que más beticismo me metió en vena. Fue donde comprendí que ser bético era algo muy distinto a cualquier otra cosa en el mundo. Tras el varapalo de caer al infierno de la segunda, 40.000 béticos gritaban Betis, Betis, Betis cuando el colegiado pitaba el final del partido. Esos cánticos fueron los que salvaron la vida a Pedro Buenaventura y a muchos más que nos hundíamos en la más absoluta depresión futbolística de esa noche fatídica.
Yo crecí en ese Betis y con esa afición que quería a su equipo y a su club por encima de todo. Por encima de jugadores, entrenadores, presidentes, exigencias, trofeos, victorias, derrotas, goleadas, éxitos y decepciones. Nos ilusionaban los jugadores que llegaban, aunque no tuvieran suficiente calidad; nos valían las explicaciones de los entrenadores, aunque supiéramos que podían equivocarse; nos enfadábamos con las derrotas, pero nos levantaba ese escudo y ese bendito nexo de unión que teníamos todos los béticos. Pero eso se ha ido al traste, se ha perdido en una gran parte. Se ha estropeado tanto que hasta se pone en duda el manquepierda.
Supongo que los tiempos cambian y que debemos adaptarnos a los pensamientos de las nuevas generaciones, pero no me hallo. Me siento como un exiliado. Yo me quedé con esos hombres que se curtieron como jabatos en los duros tiempos de penalidades y miserias, como Don Alfonso Jaramillo con quien pude compartir tardes de radio. Y me quedé con las palabras de Don Pedro Buenaventura, que sufría como un bético más cuando nos íbamos al pozo de la Segunda.
Mi beticismo se fortaleció esa tarde negra y por eso no entiendo que llevemos tres días hablando de una derrota cuando estamos infinitamente mejor en lo institucional y deportivo. El beticismo era esperanza, anhelo, fe, humildad, ilusión y no confrontación, soberbia y pesimismo.
J Barquín@barquin_julio
http://sentirbetico.es/2019/01/08/exiliados/
Comentario