Artículo de ayer de Don Luis Carlos Peris:
QUE me perdone el equipo nacional, incluso Liechtenstein, por no dedicarles la atención que merecen, o debieran merecer, en un día tan histórico como éste en que España, La Roja, se juega tanto. Que me perdonen todos los encartados en el vital encuentro del Rheinpark de Vaduz, pero el loperazo de antier noche bien merece que se aparquen los conflictos internacionales en aras de los domésticos. Y es que la aparición del dueño del Betis no pudo ser más aparatosa y más inoportuna cuando el Betis, aún Real Betis Balompié, se está jugando una barbaridad de su futuro y todo su presente.
La película que empezó en las entrañas de Heliópolis con un ambiente más crispado que nunca, con las fuerzas que siempre fueron leales en clara oposición al caudillaje que maneja el Betis iba a concluir urbi et orbi a la antigua usanza, como cuando José María García, ahora con José Ramón de la Morena. La misma historia de siempre con Lopera en el papel de salvador del Betis, como ese socorrista que primero tira a la víctima a la piscina para salvarlo del ahogamiento de formain extremisy como en un artificioso final feliz. ¿Pero es verdaderamente un final feliz el que Lopera repitió antier noche en los micrófonos de la madrugada?
Una vez más, la solución en los micrófonos de la madrugada aunque fuese en una madrugada distinta y ante unos micrófonos muy distintos. La duda que corroe las entrañas, amén de la inoportunidad de tal barullo en vísperas tan trascendentes, es si ese final es feliz o no. Sonaba todo tan a lo mismo, se ha comprobado tantas veces que el final no era feliz sino un más de lo mismo que cuesta trabajo creer que Lopera vaya a poner al Betis en el buen camino. El buen camino no es recordar el 92 sino pensar que existe el 2007 y el 2008 y el futuro. Esa es la cuestión, preocuparse del futuro del Betis y no sólo del presente de sí mismo. ¡Ah!, que no se me olvide; el sábado juega Osasuna en el campo del Betis, ¿recuerdan?
QUE me perdone el equipo nacional, incluso Liechtenstein, por no dedicarles la atención que merecen, o debieran merecer, en un día tan histórico como éste en que España, La Roja, se juega tanto. Que me perdonen todos los encartados en el vital encuentro del Rheinpark de Vaduz, pero el loperazo de antier noche bien merece que se aparquen los conflictos internacionales en aras de los domésticos. Y es que la aparición del dueño del Betis no pudo ser más aparatosa y más inoportuna cuando el Betis, aún Real Betis Balompié, se está jugando una barbaridad de su futuro y todo su presente.
La película que empezó en las entrañas de Heliópolis con un ambiente más crispado que nunca, con las fuerzas que siempre fueron leales en clara oposición al caudillaje que maneja el Betis iba a concluir urbi et orbi a la antigua usanza, como cuando José María García, ahora con José Ramón de la Morena. La misma historia de siempre con Lopera en el papel de salvador del Betis, como ese socorrista que primero tira a la víctima a la piscina para salvarlo del ahogamiento de formain extremisy como en un artificioso final feliz. ¿Pero es verdaderamente un final feliz el que Lopera repitió antier noche en los micrófonos de la madrugada?
Una vez más, la solución en los micrófonos de la madrugada aunque fuese en una madrugada distinta y ante unos micrófonos muy distintos. La duda que corroe las entrañas, amén de la inoportunidad de tal barullo en vísperas tan trascendentes, es si ese final es feliz o no. Sonaba todo tan a lo mismo, se ha comprobado tantas veces que el final no era feliz sino un más de lo mismo que cuesta trabajo creer que Lopera vaya a poner al Betis en el buen camino. El buen camino no es recordar el 92 sino pensar que existe el 2007 y el 2008 y el futuro. Esa es la cuestión, preocuparse del futuro del Betis y no sólo del presente de sí mismo. ¡Ah!, que no se me olvide; el sábado juega Osasuna en el campo del Betis, ¿recuerdan?
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