Regresa, siete años después, al que fue su equipo. Con un ascenso (el de 2001) en sus espaldas, salió en 2003 por la puerta de atrás, casi sin contar para Víctor Fernández (sólo jugó tres partidos). Ahora, con 37 años y ocho clubes en su currículum, Belenguer quiere devolver al Betis a la categoría que merece.
—¿Ha notado el club cambiado?
—Hombre, hay pequeños detalles en cosas que no son como antes, pero tampoco está tan cambiado. El sentimiento y las raíces siguen siendo los mismos. Y eso mueve montañas.
—¿Le ilusiona el regreso?
—Bastante. Sobre todo por lo inesperado. Tenía otras ideas, no quedarme en España, pero de repente me salió esta opción y quise venir para devolver al Betis adonde debe estar.
—¿Y qué tal estos quince días?
—Pues con muchos recuerdos, sobre todo por la ciudad, pero lo importante es lo que pase dentro del verde. Estamos deseando que acabe la pretemporada, acumulando trabajo y esperando que pase cuanto antes para competir.
—Además de experiencia, ¿qué puede aportar Belenguer?
—Puedo aportar una visión más optimista. Se viene de una situación complicada, sobre todo de puertas para afuera, y aunque nos estamos sabiendo aislar de esa preocupación, se habla más ya de fútbol. Es normal que la gente se preocupe, pero el grupo está dando ejemplo de cómo debe comportarse en una situación así.
—¿Qué le sorprendió del grupo?
—Pues, si le digo la verdad, la cantidad de vicios adquiridos que existen en el vestuario. Hay calidad humana, pero también dinámicas de comportamiento que no son positivas.
—Explíquese.
—Se está muy a la defensiva. Quizá sea por lo que se ha pasado, pero el grupo debe ser más sano, más abierto, más sincero, sin buscar segundas o terceras intenciones en cada frase. Así se será mejor equipo.
—¿Entiende que su fichaje haya sido cuestionado y criticado?
—Imagino que lo dice por la edad, pero lo entiendo y lo respeto. No es normal que siga en activo, pero también me sirve de acicate. Todas las temporadas, al final, me preguntan y se cuestionan mi futuro, pero me he cuidado siempre para llegar lo más lejos posible. La crítica más complicada y dura será la mía y no me van a hacer daño. No firmo contratos largos ni permanencias extensas. Quiero tomar la decisión yo, que mis sensaciones decidan.
—Se le ha relacionado con Bucero, que por eso había fichado...
—La verdad es que me quedé sorprendido. A Bucero lo conocí cuando firmé, que me lo presentaron. Lo conocía de oídas de cuando estaba en el Real Madrid. Con Oliver coincidí una vez en una comida por una amistad en común, pero no sé de dónde han sacado esa relación y esos comentarios.
—¿Cómo fue, entonces, todo?
—Momparlet se dirigió a mi representante y él me lo comentó. Habíamos hablado de irnos al extranjero y estábamos negociando, pero esas cosas en los clubes grandes pasan.
—¿A esa responsabilidad es a la que se refería cuando hablaba de los vicios del vestuario?
—Por ejemplo. Aquí es mucho es mayor que en cualquier otro equipo. Quizá más que en el año 2000. Es el segundo año y la obligatoriedad de subir es más fuerte. El jugador joven debe aprender eso.
—¿Nota, por lo institucional, un ambiente distinto al del aquel año?
—Tampoco tanto a pesar de la tranquilidad institucional que había. Con el tiempo se ve todo muy distinto. Si pensamos sacamos situaciones duras, como el asunto de Finidi, los expedientes, la negativa a jugar un amistoso en Mérida, los apartados… Fue una pretemporada dura y un año complicado, pero el final fue feliz y todo se olvidó. Eso pasa en los grandes y hay que asumirlo siempre.
—Subió tres veces. ¿Cuál es la receta?
—Ir partido a partido, no pensar en mayo ni en junio. Hay que ver el 29 de agosto, quién toca y cómo se le gana. El objetivo no es el ascenso, es ganar todos los partidos para lograrlo. Los objetivos lejanos te hacen perder la perspectiva de los cercanos.
—Por cierto, ¿qué tal con Mel?
—Pues no lo conocía en profundidad, pero contento con él. Viene para aportar lo que haga falta para ascender, con conocimientos, y es un técnico que sabe transmitir sus ideas y sus intenciones. Estamos centrados en lo físico, pero poco a poco vamos asimilando. En los amistosos me han sorprendido las ganas y las buenas formas.
—Quizá tenga un hándicap en no tener cerrada la plantilla...
—Puede ser, pero en eso no debemos meternos. Los futbolistas de renombre son cuestiones extra de puertas para afuera, a la hora de negociar.
—¿Se explica qué le pasó al Betis el año pasado?
—Es complicado porque no estaba aquí, pero los equipos no se hacen con nombres. Esto no es un juego de ordenador. La dinámica y la forma de trabajo cada día es fundamental. Y para eso hay que estar dentro. Pero estando en un año complicado estuvo a nada de subir. Hay que quedarse con la parte positiva de un grupo que trabajó bien a pesar de todo.
—Lo que está claro es que la afición seguirá sin fallar...
—Llevar dos años consecutivos con fracasos es difícil de llevar, pero ahí es cuando esta afición ha sabido comportarse, por la exigencia que tiene. Seguro que dará una lección de cómo debe comportarse al ser la que lleva a un equipo tan grande.
—¿Es partidario de pelear por subir administrativamente?
—Prefiero ir con cautela, porque no hay juicio ni seguridad en lo que se dice. Se puede hacer mucho daño con gente que se está metiendo dentro. Estos comentarios nos avergüenzan a los futbolistas, como que se involucre a gente que quizá no tiene nada que ver. Es una vergüenza que haya personajes capaces de estas cosas en el fútbol español.
—¿Le pregunto por Oliver, Vergara y todo lo que se cuece fuera?
—(Risas). Mejor que no, tampoco le iba a contestar...
—Entonces, dígame, un deseo.
—Que el Betis demuestre que es un gran equipo, un gran grupo a nivel de vestuario, que sepa salir de estos dos años de dinámica negativa y volver a la alegría que ha tenido su fútbol. Que al final, en junio, no estemos contentos, pero sí satisfechos de haber logrado el objetivo.
—Y otro año en activo, ¿no?
—(Risas). No sé, eso es cuestión del cuerpo. Si mis sensaciones no son buenas, el primero que decide que no, seré yo.
—¿Ha notado el club cambiado?
—Hombre, hay pequeños detalles en cosas que no son como antes, pero tampoco está tan cambiado. El sentimiento y las raíces siguen siendo los mismos. Y eso mueve montañas.
—¿Le ilusiona el regreso?
—Bastante. Sobre todo por lo inesperado. Tenía otras ideas, no quedarme en España, pero de repente me salió esta opción y quise venir para devolver al Betis adonde debe estar.
—¿Y qué tal estos quince días?
—Pues con muchos recuerdos, sobre todo por la ciudad, pero lo importante es lo que pase dentro del verde. Estamos deseando que acabe la pretemporada, acumulando trabajo y esperando que pase cuanto antes para competir.
—Además de experiencia, ¿qué puede aportar Belenguer?
—Puedo aportar una visión más optimista. Se viene de una situación complicada, sobre todo de puertas para afuera, y aunque nos estamos sabiendo aislar de esa preocupación, se habla más ya de fútbol. Es normal que la gente se preocupe, pero el grupo está dando ejemplo de cómo debe comportarse en una situación así.
—¿Qué le sorprendió del grupo?
—Pues, si le digo la verdad, la cantidad de vicios adquiridos que existen en el vestuario. Hay calidad humana, pero también dinámicas de comportamiento que no son positivas.
—Explíquese.
—Se está muy a la defensiva. Quizá sea por lo que se ha pasado, pero el grupo debe ser más sano, más abierto, más sincero, sin buscar segundas o terceras intenciones en cada frase. Así se será mejor equipo.
—¿Entiende que su fichaje haya sido cuestionado y criticado?
—Imagino que lo dice por la edad, pero lo entiendo y lo respeto. No es normal que siga en activo, pero también me sirve de acicate. Todas las temporadas, al final, me preguntan y se cuestionan mi futuro, pero me he cuidado siempre para llegar lo más lejos posible. La crítica más complicada y dura será la mía y no me van a hacer daño. No firmo contratos largos ni permanencias extensas. Quiero tomar la decisión yo, que mis sensaciones decidan.
—Se le ha relacionado con Bucero, que por eso había fichado...
—La verdad es que me quedé sorprendido. A Bucero lo conocí cuando firmé, que me lo presentaron. Lo conocía de oídas de cuando estaba en el Real Madrid. Con Oliver coincidí una vez en una comida por una amistad en común, pero no sé de dónde han sacado esa relación y esos comentarios.
—¿Cómo fue, entonces, todo?
—Momparlet se dirigió a mi representante y él me lo comentó. Habíamos hablado de irnos al extranjero y estábamos negociando, pero esas cosas en los clubes grandes pasan.
—¿A esa responsabilidad es a la que se refería cuando hablaba de los vicios del vestuario?
—Por ejemplo. Aquí es mucho es mayor que en cualquier otro equipo. Quizá más que en el año 2000. Es el segundo año y la obligatoriedad de subir es más fuerte. El jugador joven debe aprender eso.
—¿Nota, por lo institucional, un ambiente distinto al del aquel año?
—Tampoco tanto a pesar de la tranquilidad institucional que había. Con el tiempo se ve todo muy distinto. Si pensamos sacamos situaciones duras, como el asunto de Finidi, los expedientes, la negativa a jugar un amistoso en Mérida, los apartados… Fue una pretemporada dura y un año complicado, pero el final fue feliz y todo se olvidó. Eso pasa en los grandes y hay que asumirlo siempre.
—Subió tres veces. ¿Cuál es la receta?
—Ir partido a partido, no pensar en mayo ni en junio. Hay que ver el 29 de agosto, quién toca y cómo se le gana. El objetivo no es el ascenso, es ganar todos los partidos para lograrlo. Los objetivos lejanos te hacen perder la perspectiva de los cercanos.
—Por cierto, ¿qué tal con Mel?
—Pues no lo conocía en profundidad, pero contento con él. Viene para aportar lo que haga falta para ascender, con conocimientos, y es un técnico que sabe transmitir sus ideas y sus intenciones. Estamos centrados en lo físico, pero poco a poco vamos asimilando. En los amistosos me han sorprendido las ganas y las buenas formas.
—Quizá tenga un hándicap en no tener cerrada la plantilla...
—Puede ser, pero en eso no debemos meternos. Los futbolistas de renombre son cuestiones extra de puertas para afuera, a la hora de negociar.
—¿Se explica qué le pasó al Betis el año pasado?
—Es complicado porque no estaba aquí, pero los equipos no se hacen con nombres. Esto no es un juego de ordenador. La dinámica y la forma de trabajo cada día es fundamental. Y para eso hay que estar dentro. Pero estando en un año complicado estuvo a nada de subir. Hay que quedarse con la parte positiva de un grupo que trabajó bien a pesar de todo.
—Lo que está claro es que la afición seguirá sin fallar...
—Llevar dos años consecutivos con fracasos es difícil de llevar, pero ahí es cuando esta afición ha sabido comportarse, por la exigencia que tiene. Seguro que dará una lección de cómo debe comportarse al ser la que lleva a un equipo tan grande.
—¿Es partidario de pelear por subir administrativamente?
—Prefiero ir con cautela, porque no hay juicio ni seguridad en lo que se dice. Se puede hacer mucho daño con gente que se está metiendo dentro. Estos comentarios nos avergüenzan a los futbolistas, como que se involucre a gente que quizá no tiene nada que ver. Es una vergüenza que haya personajes capaces de estas cosas en el fútbol español.
—¿Le pregunto por Oliver, Vergara y todo lo que se cuece fuera?
—(Risas). Mejor que no, tampoco le iba a contestar...
—Entonces, dígame, un deseo.
—Que el Betis demuestre que es un gran equipo, un gran grupo a nivel de vestuario, que sepa salir de estos dos años de dinámica negativa y volver a la alegría que ha tenido su fútbol. Que al final, en junio, no estemos contentos, pero sí satisfechos de haber logrado el objetivo.
—Y otro año en activo, ¿no?
—(Risas). No sé, eso es cuestión del cuerpo. Si mis sensaciones no son buenas, el primero que decide que no, seré yo.
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