¿Por qué no te callas, Oliver?
Escuchando a este recién llegado, no más parece que está uno oyendo al innombrable desalojado por la juez
Luis Carlos Peris |
BLANCO y en botella, o verde y en el Betis, da igual, qué más da, pero hay que ver lo pronto que ha asomado la patita Luis Oliver para que nos demos cuenta de sus intenciones. Al principio, la patita iba enharinada y consiguió que hubiera algunos que le creyesen, pero la harina se le ha caído muy pronto y la patita no es patita sino pata y bien peluda, por cierto. Si alguien dudaba del papel que había de desempeñar, todo ha quedado claro para todos y el que no quiera entender que no entienda, que ya se sabe que no hay peor sordo que el que no quiere oír, madre no hay más que una y a este Oliver lo encontramos en la calle.
El tipo, un recién llegado huérfano de antecedentes béticos, no ha tenido el menor reparo en acometer contra los que sí son béticos; fíjese, señor Oliver, si son béticos que han luchado durante años para, por vía legal, salvar al por siempre Real Betis Balompié de quien lo estaba vampirizando desde hacía dieciocho años... y dieciséis días. ¿Quién leches es usted para decirles a los béticos lo que tienen que hacer? Si ha comprado un paquete de acciones reclámele al que se lo vendió y no ataque a los que han visto respaldados sus argumentos por la Justicia, por una Justicia que ha tenido que luchar hasta con más enemigos endógenos que exógenos.
Hay que ver la de perlas que ha soltado este advenedizo por esa boquita, ¿y lo apocalíptico que resulta cuando barrunta la Segunda B? Y es que cierra uno los ojos y escuchando a Oliver parece que quien habla es el innombrable desalojado. Y si está tan mal el negocio, ¿cómo se metió en él? Cállese de una p.ut.a vez y váyase por donde en mala hora llegó, deje a los béticos con su Betis, por siempre Real Betis Balompié, y si tiene algo que reclamar reclame en la ventanilla que le dio vela en este entierro, que a un entierro es a lo que el Betis se dirigía si no hubiese sido por esos béticos que pusieron pies en pared igual que lo hubiesen puesto sus padres, ¿sabe usted?
Escuchando a este recién llegado, no más parece que está uno oyendo al innombrable desalojado por la juez
Luis Carlos Peris |
BLANCO y en botella, o verde y en el Betis, da igual, qué más da, pero hay que ver lo pronto que ha asomado la patita Luis Oliver para que nos demos cuenta de sus intenciones. Al principio, la patita iba enharinada y consiguió que hubiera algunos que le creyesen, pero la harina se le ha caído muy pronto y la patita no es patita sino pata y bien peluda, por cierto. Si alguien dudaba del papel que había de desempeñar, todo ha quedado claro para todos y el que no quiera entender que no entienda, que ya se sabe que no hay peor sordo que el que no quiere oír, madre no hay más que una y a este Oliver lo encontramos en la calle.
El tipo, un recién llegado huérfano de antecedentes béticos, no ha tenido el menor reparo en acometer contra los que sí son béticos; fíjese, señor Oliver, si son béticos que han luchado durante años para, por vía legal, salvar al por siempre Real Betis Balompié de quien lo estaba vampirizando desde hacía dieciocho años... y dieciséis días. ¿Quién leches es usted para decirles a los béticos lo que tienen que hacer? Si ha comprado un paquete de acciones reclámele al que se lo vendió y no ataque a los que han visto respaldados sus argumentos por la Justicia, por una Justicia que ha tenido que luchar hasta con más enemigos endógenos que exógenos.
Hay que ver la de perlas que ha soltado este advenedizo por esa boquita, ¿y lo apocalíptico que resulta cuando barrunta la Segunda B? Y es que cierra uno los ojos y escuchando a Oliver parece que quien habla es el innombrable desalojado. Y si está tan mal el negocio, ¿cómo se metió en él? Cállese de una p.ut.a vez y váyase por donde en mala hora llegó, deje a los béticos con su Betis, por siempre Real Betis Balompié, y si tiene algo que reclamar reclame en la ventanilla que le dio vela en este entierro, que a un entierro es a lo que el Betis se dirigía si no hubiese sido por esos béticos que pusieron pies en pared igual que lo hubiesen puesto sus padres, ¿sabe usted?
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