Hay algo que le gustaba más a Manuel que llevarte al campo del Betis, verte bailar. Lo exteriorizaba como padre orgulloso, lo mostraba, lo comentaba, documentaba y enseñaba. Te hemos visto bailar a través de Manuel. Flamenco, hip hop, lo que te hiciera mover la cadera era lo que movía el alma de un hombre, de un padre cuyo cuerpo se ha roto.
Hoy la familia bética está triste. Esa familia que siguió muchos años a tu padre, a Manuel, en sus esfuerzos por contarnos las aventuras y desventuras de los chicos de la cantera, mirando siempre más por los chavales que por la cruel competición que sólo busca los resultados.
Conocimos chicos de Málaga, de Cádiz, de muchos rincones que dejaron todo por venirse a nuestro Betis y Manuel nos lo contó. A veces se le iba el alma defendiéndolos. Muchas, y era capaz de gritar hacia arriba lo que podía considerar una injusticia.
Pero Manuel era así, bético perseverante y resabiado, que sabía que este mundo era muy ingrato, sobre todo si no te conformabas con lo que te daban y exigías lo que era tuyo.
Manuel, anímala, que no deje de bailar, que siga pensando que en cada escenario que pise allí estarás. Ya no con fotos, ya no con la sonrisa entre el público, pero sí con el recuerdo eterno de alguien que fue padre, marido y, mucho después, bético, pero qué bético.
Hoy la familia bética está triste. Esa familia que siguió muchos años a tu padre, a Manuel, en sus esfuerzos por contarnos las aventuras y desventuras de los chicos de la cantera, mirando siempre más por los chavales que por la cruel competición que sólo busca los resultados.
Conocimos chicos de Málaga, de Cádiz, de muchos rincones que dejaron todo por venirse a nuestro Betis y Manuel nos lo contó. A veces se le iba el alma defendiéndolos. Muchas, y era capaz de gritar hacia arriba lo que podía considerar una injusticia.
Pero Manuel era así, bético perseverante y resabiado, que sabía que este mundo era muy ingrato, sobre todo si no te conformabas con lo que te daban y exigías lo que era tuyo.
Manuel, anímala, que no deje de bailar, que siga pensando que en cada escenario que pise allí estarás. Ya no con fotos, ya no con la sonrisa entre el público, pero sí con el recuerdo eterno de alguien que fue padre, marido y, mucho después, bético, pero qué bético.
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