Semblanzas pasadas manquepierdistas
Nadie supo como comenzó y cuanto duraría. De largos caminos dominicales al húmedo frescor de la vereda heliopolitana, por aquel soto de eucaliptos que desembocaba en la vieja tapia de atrás de las porterías. Un microcosmos mudo, mezcla de paciencia y resistencia. De tranvías que giraban hacia atrás, vacíos en la vuelta hacia la lejanía, partiendo desde las rotonda. Que si las “Casas baratas”; que si los “chalecitos del Guadalquivir”; que si la Playa de María Trifulca; que si el camino de Utrera; que si el Tamarguillo ( ¡ Don Tamargo, o me “sargo”! ); que si los papeles perdíos en la riá - ¡Ay Petralanda y Simó, los papeles! -; algodón y sarga en un tendedero improvisado en la esquina der Gol Norte…que si la Venta de Antequera; que si Corea y Japón…
Las bromas de Villarín. Y jugaron Paquirri, Peña, Máximo, Pulido y Patricio; las Copas Presidente y Primavera...
.”Sevilla, diario de la tarde”: “ El Betis aplastó a la Electro ”; “ ¡Once a uno al Larache en Heliópolis! ”; “ Una buena jugada…”; “ Por seis a uno venció el Betis al Utrera ”; “ El Algeciras visita Heliópolis con tres jugadores sevillis ”…
Y el día del Almería se fue Pascual, con el sudor en la frente y no sé cuántas rifas encima, por Triana, Francos y Capuchinos; la Puerta la Carne y la Teatral de Sierpes; con los bolsillos vacíos… Entonces llegó Manuel, y con él, un aire fresco del Betis coriano. Otro empujoncito más cuesta arriba. Un solo esfuerzo más, pues ya vemos a Barinaga, Peñafuerte, Marcos Martín…; los vimos llegar de Valdepeñas con un flamante y alborotado séquito, de entre motos con sidecar, autobuses y demás motores, que aclamaban a los vencedores.
Y entonces, Francisco Moreno Galvache destapó el tarro de las esencias cuando Sevilla volvió a ser más bética que siempre, pues “ lo que tiene gracia en Sevilla es ser bético”, porque “hasta el aire es bético”: ahí lo atestiguó aquella lluvia de puros que llenó el cielo de Heliópolis, el cielo azul del viejo Balompié, cayendo sobre el verde del fresco Río, al que Lope de Vega pareció presentir su belicismo: “Río de Sevilla, cuan bien pareces, ( manque le pese al señor Burgos ) con galeras blancas y remos verdes”.
Nadie supo como comenzó y cuanto duraría. De largos caminos dominicales al húmedo frescor de la vereda heliopolitana, por aquel soto de eucaliptos que desembocaba en la vieja tapia de atrás de las porterías. Un microcosmos mudo, mezcla de paciencia y resistencia. De tranvías que giraban hacia atrás, vacíos en la vuelta hacia la lejanía, partiendo desde las rotonda. Que si las “Casas baratas”; que si los “chalecitos del Guadalquivir”; que si la Playa de María Trifulca; que si el camino de Utrera; que si el Tamarguillo ( ¡ Don Tamargo, o me “sargo”! ); que si los papeles perdíos en la riá - ¡Ay Petralanda y Simó, los papeles! -; algodón y sarga en un tendedero improvisado en la esquina der Gol Norte…que si la Venta de Antequera; que si Corea y Japón…
Las bromas de Villarín. Y jugaron Paquirri, Peña, Máximo, Pulido y Patricio; las Copas Presidente y Primavera...
.”Sevilla, diario de la tarde”: “ El Betis aplastó a la Electro ”; “ ¡Once a uno al Larache en Heliópolis! ”; “ Una buena jugada…”; “ Por seis a uno venció el Betis al Utrera ”; “ El Algeciras visita Heliópolis con tres jugadores sevillis ”…
Y el día del Almería se fue Pascual, con el sudor en la frente y no sé cuántas rifas encima, por Triana, Francos y Capuchinos; la Puerta la Carne y la Teatral de Sierpes; con los bolsillos vacíos… Entonces llegó Manuel, y con él, un aire fresco del Betis coriano. Otro empujoncito más cuesta arriba. Un solo esfuerzo más, pues ya vemos a Barinaga, Peñafuerte, Marcos Martín…; los vimos llegar de Valdepeñas con un flamante y alborotado séquito, de entre motos con sidecar, autobuses y demás motores, que aclamaban a los vencedores.
Y entonces, Francisco Moreno Galvache destapó el tarro de las esencias cuando Sevilla volvió a ser más bética que siempre, pues “ lo que tiene gracia en Sevilla es ser bético”, porque “hasta el aire es bético”: ahí lo atestiguó aquella lluvia de puros que llenó el cielo de Heliópolis, el cielo azul del viejo Balompié, cayendo sobre el verde del fresco Río, al que Lope de Vega pareció presentir su belicismo: “Río de Sevilla, cuan bien pareces, ( manque le pese al señor Burgos ) con galeras blancas y remos verdes”.