El partido me dejó una sensación de las más desagradables que recuerdo en los últimos años. Quizás, más que por cualquier otra cosa, por la mezcla de tantas emociones, tantos detalles y elementos que convirtieron el choque en un pandemonio que no había manera de tragar. Hoy ha sido de esos días en los que cuesta un poco más levantarse ante la certidumbre del recuerdo lacerante. A pesar de haber estado a punto de contemplar un momento histórico. Seguimos adelante, sin embargo. Un bético nunca se queda en la lona.
Como digo, las circunstancias. Hubo demasiadas cosas como para quedarse únicamente con el resultado: los fueras de juego como metáfora oscura; la sibilina actuación de los árbitros, en pos de una igualdad mantenida con respiración artificial demasiados minutos; los goles rivales que fueron concebidos como infracciones; pero también nuestros fallos imperdonables, nuestra falta de ideas, nuestro arrojo suicida, el golpe de realidad. Pasadas las horas me queda la sensación de habernos pegado contra una pared. El Valencia juega a otro nivel y por otras metas y eso no es motivo para avergonzarse. Sí me preocupa que se instale en el vestuario el desorden como forma de vida que ha enseñado las orejas en los dos últimos partidos. Pero anticipo que nuestra respuesta variará mucho en función de los rivales.
Ganemos al Alavés y dejemos enfriar lo vivido ayer. Fallar en lo uno y no decidirse por lo otro solo traerá ruina. Ganemos al Alavés para cerrar un capítulo y empezar el siguiente con alegría. Ganemos. Ganamos.
Como digo, las circunstancias. Hubo demasiadas cosas como para quedarse únicamente con el resultado: los fueras de juego como metáfora oscura; la sibilina actuación de los árbitros, en pos de una igualdad mantenida con respiración artificial demasiados minutos; los goles rivales que fueron concebidos como infracciones; pero también nuestros fallos imperdonables, nuestra falta de ideas, nuestro arrojo suicida, el golpe de realidad. Pasadas las horas me queda la sensación de habernos pegado contra una pared. El Valencia juega a otro nivel y por otras metas y eso no es motivo para avergonzarse. Sí me preocupa que se instale en el vestuario el desorden como forma de vida que ha enseñado las orejas en los dos últimos partidos. Pero anticipo que nuestra respuesta variará mucho en función de los rivales.
Ganemos al Alavés y dejemos enfriar lo vivido ayer. Fallar en lo uno y no decidirse por lo otro solo traerá ruina. Ganemos al Alavés para cerrar un capítulo y empezar el siguiente con alegría. Ganemos. Ganamos.
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