Qué bonito es cuando el beticismo se une y canta, todos a una. Qué bonito es ver a nuestra gente agitar sus bufandas al grito de "Oé, mucho Betis eh".
Qué bonito es oír a 48.000 gargantas entonar nuestro himno en pleno partido.
Qué bonito es salir del campo y ver cómo un niño pequeño mira a su padre con una sonrisa de oreja a oreja, mientras le dice "Qué contento estoy, papi". O ver los ojos brillantes de nuestra gente del cabello de plata, sonrisas de esperanza y alegría en los jóvenes, la preciosa y serena belleza de nuestras mujeres.
Qué bonito, en definitiva, volver a apiñarnos todos, como balas de cañón.
Y qué bonito que nuestros pequeños, esos niños que sólo han visto malas temporadas de su equipo desde que se hicieron seguidores de esta religión sin más dioses que las trece barras, sepan por fin lo que es vivir este ambiente de beticismo, que hace brillar Sevilla entera cuando el beticismo canta, unido en una sola voz.
Ahora y siempre, viva el Real Betis Balompié.
Qué bonito es oír a 48.000 gargantas entonar nuestro himno en pleno partido.
Qué bonito es salir del campo y ver cómo un niño pequeño mira a su padre con una sonrisa de oreja a oreja, mientras le dice "Qué contento estoy, papi". O ver los ojos brillantes de nuestra gente del cabello de plata, sonrisas de esperanza y alegría en los jóvenes, la preciosa y serena belleza de nuestras mujeres.
Qué bonito, en definitiva, volver a apiñarnos todos, como balas de cañón.
Y qué bonito que nuestros pequeños, esos niños que sólo han visto malas temporadas de su equipo desde que se hicieron seguidores de esta religión sin más dioses que las trece barras, sepan por fin lo que es vivir este ambiente de beticismo, que hace brillar Sevilla entera cuando el beticismo canta, unido en una sola voz.
Ahora y siempre, viva el Real Betis Balompié.
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