Mañana de bautizo de una bética de linaje, de aquellas que el padre de su abuelo iba con éste a ver al Betis de Tercera. Pasaban las horas entre familia y amigos y se acercaba ese momento en el que uno cree que el pellejo se le vuelve verde. Gracias cuñado por dejarme al ladito del Villamarín... Así, dos horas antes, me acerqué a ver a los míos al Avelino... Ambiente de Betis por todos lados... Ay estos tiesos que encima van y enseñan allí mismo una nueva pancarta de ánimos... VILLAMARÍN, FORTALEZA BÉTICA, cómo impresiona sólo pronunciarlo. Verde por todos lados... Verde que te quiero verde y mis pasos que se dirigen a la esquinita de la Tajo. Allí más caras conocidas, alguien, quién sino, me da ese DVD sobre el 35 encargado hace semanas y que no recogí. Incombustible me suelta la "mercancía" y me voy a mi sitio, fondo bajo, a saludar a los habituales y a dar la bienvenida a los nuevos.
En la entrada, en los tornos una camiseta rosa con una especie de cagada de pájaro en el pecho llama mi atención... Coñe, le dije al portador, qué haces con esa camiseta rosa en este campo??? Sus palabras en un brasileño asustado me sacaron de la duda... Valiente despistado. Iba con la camiseta rosita palangana y una bandera del Betis encima. Le recomendé que no la enseñase mucho, y el pobre como si hubiese cometido un pecado grandísimo se sentía avergonzado. Suerte, le deseé.
El campo estaba como en las grandes ocasiones, salvo donde los cobardes se atrincheran dejando esa tierra de nadie que les aleja cada vez más de la afición. Cobardes demostrados y alejados de ese beticismo que si tuviese valientes al mando no sería ese juguete roto y sin embargo con tantísimo poder de regeneración. Triste que estemos en las manos en las que estamos, en otras más capaces seríamos un bloque formidable, envidiable, inmenso.
Bueno, de fútbol... habrá que hablar... La primera parte tenía el guión de los chicos del Numancia, que con lo puesto nos tenían la testiculina a flor de piel.
Vi lágrimas, muchas lágrimas, mucho dolor, mucha angustia. No se me olvida cuando miro al palco toda esta temporada, con el beticismo alejado por culpa de una nefastísima gestión, con unos precios que parecen del Mónaco de los ricos más que de la Sevilla de la crisis. No se me olvida ni una sola de las lágrimas, de esta temporada ni de las anteriores. Porque cada lágrima lleva la húmeda tristeza de lo que han hecho con el Betis. Lo tenían todo para hacerlo grande, grande no sólo con goles, grande en toda la extensión de la palabra y cada vez lo hacen más pequeño. Y esas lágrimas me lo demuestran.
Sí, sí, sí, que vote Villamarín.... Precioso cántico totalmente vigente, como se leía en pancartas y se oía en la grada. Somos del Villamarín porque el actual nombre no es más que el eco de una gran mentira. Una gran mentira y la ignominia de saber que ese nombre está en un juzgado por delitos que debieran poner de los nervios a todo el que se sienta bético.
Y el beticismo empujaba, las gradas llenas empujaban, todos empujaban salvo esas sillas vacías de las trincheras de los cobardes. Y el gol llegó en medio de una jugada que no fue en el campo, fue en la banda. Caffa por Vega, arriesgada la apuesta, pero era lo que había que hacer para que se viese si seguimos viendo de lejos la primera o de cerca la segunda. Decía un buen amigo... "sino ganamos hoy bajamos.".. Y le corregía otro: "no, querrás decir que no subimos"... Y no, estaba en lo cierto, sino ganamos hoy hubiésemos bajado, porque seguir en segunda es bajar de nuevo.
Gol... Visor al ojo y mirada húmeda al ver cómo Pavone (Si, Pavone) empujaba el centro de Caffa. Gol, Goooooool... Todos saltaban, todos menos alguien que estaba en su asiento con las manos en la cabeza, sujetándola como a quién le han dicho que su ser más querido se ha salvado gracias a una respiración artificial en el último momento... Quién era ese bético??? Yo mismo pude ser, cualquiera mientras la danza del gol recorría todo el campo... Todo el campo no, la zona de trincheras de los cobardes, vacía, casi ni se inmutaba. Así son los sitios sin honor.
La gente, que encallecida por la angustia sabe que este año no se pueden esperar más de un gol o dos lo celebraba como una goleada. Ay Betis en lo que te has convertido.
Y la apoteosis en el gol de Pereira... Los béticos saltaban. Los béticos aplaudían, chillaban... Y de nuevo, de la trinchera de los cobardes utilizaron el fuego amigo para hacer su particular guerra. Cuántas veces sonó el himno, cobardes, cuántas, cuántas veces utilizásteis el himno no como orgullo de béticos sino como manera de callar a los béticos. Cobardes metidos en una trinchera, con el miedo de saber que lo que hacen no es más que sujetarse a un clavo ardiendo o a quien se sujeta a un clavo ardiendo, responsables de estar donde estamos, en Segunda, con angustia y ansias por volver, y siguen utilizando los símbolos para que los béticos sean esa masa informe que gustan de manipular.
No perdonaré ni una de las lágrimas, ni una, de las que hoy he visto en el Villamarín, y no perdonaré el haber hecho del himno de los béticos una trinchera para esconderse detrás. Cada vez sois menos y estais más solos, simplemente porque sois responsables de lo que está pasando. Ni una lágrima...
En la entrada, en los tornos una camiseta rosa con una especie de cagada de pájaro en el pecho llama mi atención... Coñe, le dije al portador, qué haces con esa camiseta rosa en este campo??? Sus palabras en un brasileño asustado me sacaron de la duda... Valiente despistado. Iba con la camiseta rosita palangana y una bandera del Betis encima. Le recomendé que no la enseñase mucho, y el pobre como si hubiese cometido un pecado grandísimo se sentía avergonzado. Suerte, le deseé.
El campo estaba como en las grandes ocasiones, salvo donde los cobardes se atrincheran dejando esa tierra de nadie que les aleja cada vez más de la afición. Cobardes demostrados y alejados de ese beticismo que si tuviese valientes al mando no sería ese juguete roto y sin embargo con tantísimo poder de regeneración. Triste que estemos en las manos en las que estamos, en otras más capaces seríamos un bloque formidable, envidiable, inmenso.
Bueno, de fútbol... habrá que hablar... La primera parte tenía el guión de los chicos del Numancia, que con lo puesto nos tenían la testiculina a flor de piel.
Vi lágrimas, muchas lágrimas, mucho dolor, mucha angustia. No se me olvida cuando miro al palco toda esta temporada, con el beticismo alejado por culpa de una nefastísima gestión, con unos precios que parecen del Mónaco de los ricos más que de la Sevilla de la crisis. No se me olvida ni una sola de las lágrimas, de esta temporada ni de las anteriores. Porque cada lágrima lleva la húmeda tristeza de lo que han hecho con el Betis. Lo tenían todo para hacerlo grande, grande no sólo con goles, grande en toda la extensión de la palabra y cada vez lo hacen más pequeño. Y esas lágrimas me lo demuestran.
Sí, sí, sí, que vote Villamarín.... Precioso cántico totalmente vigente, como se leía en pancartas y se oía en la grada. Somos del Villamarín porque el actual nombre no es más que el eco de una gran mentira. Una gran mentira y la ignominia de saber que ese nombre está en un juzgado por delitos que debieran poner de los nervios a todo el que se sienta bético.
Y el beticismo empujaba, las gradas llenas empujaban, todos empujaban salvo esas sillas vacías de las trincheras de los cobardes. Y el gol llegó en medio de una jugada que no fue en el campo, fue en la banda. Caffa por Vega, arriesgada la apuesta, pero era lo que había que hacer para que se viese si seguimos viendo de lejos la primera o de cerca la segunda. Decía un buen amigo... "sino ganamos hoy bajamos.".. Y le corregía otro: "no, querrás decir que no subimos"... Y no, estaba en lo cierto, sino ganamos hoy hubiésemos bajado, porque seguir en segunda es bajar de nuevo.
Gol... Visor al ojo y mirada húmeda al ver cómo Pavone (Si, Pavone) empujaba el centro de Caffa. Gol, Goooooool... Todos saltaban, todos menos alguien que estaba en su asiento con las manos en la cabeza, sujetándola como a quién le han dicho que su ser más querido se ha salvado gracias a una respiración artificial en el último momento... Quién era ese bético??? Yo mismo pude ser, cualquiera mientras la danza del gol recorría todo el campo... Todo el campo no, la zona de trincheras de los cobardes, vacía, casi ni se inmutaba. Así son los sitios sin honor.
La gente, que encallecida por la angustia sabe que este año no se pueden esperar más de un gol o dos lo celebraba como una goleada. Ay Betis en lo que te has convertido.
Y la apoteosis en el gol de Pereira... Los béticos saltaban. Los béticos aplaudían, chillaban... Y de nuevo, de la trinchera de los cobardes utilizaron el fuego amigo para hacer su particular guerra. Cuántas veces sonó el himno, cobardes, cuántas, cuántas veces utilizásteis el himno no como orgullo de béticos sino como manera de callar a los béticos. Cobardes metidos en una trinchera, con el miedo de saber que lo que hacen no es más que sujetarse a un clavo ardiendo o a quien se sujeta a un clavo ardiendo, responsables de estar donde estamos, en Segunda, con angustia y ansias por volver, y siguen utilizando los símbolos para que los béticos sean esa masa informe que gustan de manipular.
No perdonaré ni una de las lágrimas, ni una, de las que hoy he visto en el Villamarín, y no perdonaré el haber hecho del himno de los béticos una trinchera para esconderse detrás. Cada vez sois menos y estais más solos, simplemente porque sois responsables de lo que está pasando. Ni una lágrima...
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