Pues sí, yo entiendo mi beticismo de manera diferente a otros, no muchos. Qué le vamos a hacer.
Quizá sea la edad, el no tener nada más que ganar o perder en el Betis que el propio resultado y el orgullo de los colores. Orgullo bañado en la demostración palpable de que el Betis es algo más que cinco letras vacías y ninguneadas. Orgullo de saber que el peso de más de cien años de historia hay que trabajarlo día a día. Que un resultado no cambia un pasado reciente sombrío ni al revés, que con las cosas bien hechas se tiene recorrido tres cuartas partes del camino. Y las cosas bien hechas hay que trabajarlas, hay que ponerles la ilusión de partida que no vaya aparejada a que la pelota tenga el capricho de entrar, porque entrará más sin capricho si se sabe que detrás se ha hecho todo lo posible porque así sea.
El próximo partido será otra final de esta angustia de segunda. Angustia, es así, pues hoy hace un año donde la suerte de jugar con los 43 puntos nos fue esquiva tras años salvándonos de puritito milagro. De nada sirve para este partido aderezarlo con todos los males que acompañan al Betis. De nada. En este via crucis yo iré otro partido más a ver ganar al Betis. Esta vez acompañado de nuevo de miles de almas que se dejan horas por acompañarme a mí y al Betis.
Así será de nuevo la final, donde nos jugamos la vida en forma de soga segundona para conseguir salir del pozo. Seguro que el bético animará todo lo que pueda, intentará hacerlo como nuestros hermanos catalanes, que en los embites del destino les cuesta Dios y ayuda ir a esas diásporas que el destino y las personas les imponen para hacer lo que más desean en varias de las ocasiones que pueden. Llenando autobuses sin seguro de entrada, sacando los colores verdiblancos donde haga falta, donde diga el sentimiento. Cuánto Betis hay allá arriba. Cuánto.
Por todo ello, porque no puedo ver al Betis como un equipo cada quince días quiero que gane, porque no puedo ver al Betis como una entidad mal dirigida quiero que cambie, porque no puedo ver al Betis sangrando en el sentimiento, quiero hacer algo por el Betis... Y duele ver al Betis en segunda, pero duele más verlo anclado en un banco arenoso en el que ni para adelante ni para atrás, aunque las velas tengan el aire de cientos de miles de béticos, aunque tenga pólvora en sus cañones y la tripulación pueda ganar batallas... Pero recuerda BÉTICO, TENEMOS QUE GANAR UNA GUERRA CONTRA NUESTROS FANTASMAS, y la primera batalla pasa por volver a los campos de primera.
Numancia, tendrá que saber que un bético nunca se rinde. Numancia y cualquiera que en la integridad deportiva o en la falta de integridad en lo social quiera que el Betis pierda. Las pruebas, EL CINCO DE JUNIO, CAMPO DEL BETIS.
Quizá sea la edad, el no tener nada más que ganar o perder en el Betis que el propio resultado y el orgullo de los colores. Orgullo bañado en la demostración palpable de que el Betis es algo más que cinco letras vacías y ninguneadas. Orgullo de saber que el peso de más de cien años de historia hay que trabajarlo día a día. Que un resultado no cambia un pasado reciente sombrío ni al revés, que con las cosas bien hechas se tiene recorrido tres cuartas partes del camino. Y las cosas bien hechas hay que trabajarlas, hay que ponerles la ilusión de partida que no vaya aparejada a que la pelota tenga el capricho de entrar, porque entrará más sin capricho si se sabe que detrás se ha hecho todo lo posible porque así sea.
El próximo partido será otra final de esta angustia de segunda. Angustia, es así, pues hoy hace un año donde la suerte de jugar con los 43 puntos nos fue esquiva tras años salvándonos de puritito milagro. De nada sirve para este partido aderezarlo con todos los males que acompañan al Betis. De nada. En este via crucis yo iré otro partido más a ver ganar al Betis. Esta vez acompañado de nuevo de miles de almas que se dejan horas por acompañarme a mí y al Betis.
Así será de nuevo la final, donde nos jugamos la vida en forma de soga segundona para conseguir salir del pozo. Seguro que el bético animará todo lo que pueda, intentará hacerlo como nuestros hermanos catalanes, que en los embites del destino les cuesta Dios y ayuda ir a esas diásporas que el destino y las personas les imponen para hacer lo que más desean en varias de las ocasiones que pueden. Llenando autobuses sin seguro de entrada, sacando los colores verdiblancos donde haga falta, donde diga el sentimiento. Cuánto Betis hay allá arriba. Cuánto.
Por todo ello, porque no puedo ver al Betis como un equipo cada quince días quiero que gane, porque no puedo ver al Betis como una entidad mal dirigida quiero que cambie, porque no puedo ver al Betis sangrando en el sentimiento, quiero hacer algo por el Betis... Y duele ver al Betis en segunda, pero duele más verlo anclado en un banco arenoso en el que ni para adelante ni para atrás, aunque las velas tengan el aire de cientos de miles de béticos, aunque tenga pólvora en sus cañones y la tripulación pueda ganar batallas... Pero recuerda BÉTICO, TENEMOS QUE GANAR UNA GUERRA CONTRA NUESTROS FANTASMAS, y la primera batalla pasa por volver a los campos de primera.
Numancia, tendrá que saber que un bético nunca se rinde. Numancia y cualquiera que en la integridad deportiva o en la falta de integridad en lo social quiera que el Betis pierda. Las pruebas, EL CINCO DE JUNIO, CAMPO DEL BETIS.
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