La podredumbre que se ha apoderado del Betis por obra de quien únicamente tiene como referente el lucro a costa de lo que sea, ofrece en las últimas horas una nueva manifestación.
Es complicado, a estas alturas, que nadie pueda sorprenderse por el hecho de que, en el caos en el que nuestro equipo anda sumido, ahora sus principales actores se disparen al pie.
A mí me resulta muy complicado expresar, ordenadamente y sin exabruptos, el desasosiego que me invade. Da ahí el pesimismo que estas líneas destilan y el dolor de estómago que me provoca la situación.
Y es que la desazón a la que hago referencia se debe a varios motivos:
- El primero, que cosas como las de hoy ya son sólo anécdotas. Porque eso es sinónimo de que, desgraciadamente, el desgobierno ya no es noticia, lo que supone, por consecuencia, que hemos asumido con resignación que esto es lo que hay.
- El segundo, que quien maltrata al Betis es plenamente consciente de que el bético ya no se sorprende por nada.
- El tercero, que la solución al problema no se ve ni de lejos.
Porque más allá de las bienintencionadas opiniones que se leen o escuchan sobre la situación en este u otros foros o en la calle no existe en el beticismo un compromiso mayoritario, formal, incondicional e irreversible por hacer lo necesario para cambiar la situación. Esto, que para mí no tiene discusión a pesar de que no me gusta, es percibido por el profesional de la dita y sus *******s y es lo que les permite seguir destruyendo, un poquito más cada día, lo que nuestros mayores tardaron en construir algo más de cien años.
La indolencia, en contra de la tradición, se está convirtiendo en una seña de identidad de muchos béticos que contemplan sin inmutarse la aniquilación de los valores que siempre nos han caracterizado.
Cuando en 2005 el Betis ganó la Copa del Rey, su entonces entrenador dijo "el Betis será lo que el Presidente quiera". Cinco años después, instalados en la indigencia deportiva y económica, me atrevo a afirmar que, en lo sucesivo, el Betis será lo que los béticos quieran.
Si el descenso a segunda, la más que segura y desgraciada permanencia en dicha categoría, la ruina económica que se cierne sobre el Betis, la instalación del catetismo más repulsivo en el oficialismo y la indiscutible sensación de que la gente que gobierna la entidad está permanentemente riéndose de todos nosotros no es revulsivo necesario para que el bético recuerde los valores que le hicieron grande y obre en consecuencia, la lamentable situación en la que nuestro amado Betis se encuentre será responsabilidad de nosotros, los béticos.
Así, la pelota está en nuestro tejado.
O hacemos algo para la historia o, lamentablemente, la historia se acaba.
Es complicado, a estas alturas, que nadie pueda sorprenderse por el hecho de que, en el caos en el que nuestro equipo anda sumido, ahora sus principales actores se disparen al pie.
A mí me resulta muy complicado expresar, ordenadamente y sin exabruptos, el desasosiego que me invade. Da ahí el pesimismo que estas líneas destilan y el dolor de estómago que me provoca la situación.
Y es que la desazón a la que hago referencia se debe a varios motivos:
- El primero, que cosas como las de hoy ya son sólo anécdotas. Porque eso es sinónimo de que, desgraciadamente, el desgobierno ya no es noticia, lo que supone, por consecuencia, que hemos asumido con resignación que esto es lo que hay.
- El segundo, que quien maltrata al Betis es plenamente consciente de que el bético ya no se sorprende por nada.
- El tercero, que la solución al problema no se ve ni de lejos.
Porque más allá de las bienintencionadas opiniones que se leen o escuchan sobre la situación en este u otros foros o en la calle no existe en el beticismo un compromiso mayoritario, formal, incondicional e irreversible por hacer lo necesario para cambiar la situación. Esto, que para mí no tiene discusión a pesar de que no me gusta, es percibido por el profesional de la dita y sus *******s y es lo que les permite seguir destruyendo, un poquito más cada día, lo que nuestros mayores tardaron en construir algo más de cien años.
La indolencia, en contra de la tradición, se está convirtiendo en una seña de identidad de muchos béticos que contemplan sin inmutarse la aniquilación de los valores que siempre nos han caracterizado.
Cuando en 2005 el Betis ganó la Copa del Rey, su entonces entrenador dijo "el Betis será lo que el Presidente quiera". Cinco años después, instalados en la indigencia deportiva y económica, me atrevo a afirmar que, en lo sucesivo, el Betis será lo que los béticos quieran.
Si el descenso a segunda, la más que segura y desgraciada permanencia en dicha categoría, la ruina económica que se cierne sobre el Betis, la instalación del catetismo más repulsivo en el oficialismo y la indiscutible sensación de que la gente que gobierna la entidad está permanentemente riéndose de todos nosotros no es revulsivo necesario para que el bético recuerde los valores que le hicieron grande y obre en consecuencia, la lamentable situación en la que nuestro amado Betis se encuentre será responsabilidad de nosotros, los béticos.
Así, la pelota está en nuestro tejado.
O hacemos algo para la historia o, lamentablemente, la historia se acaba.
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