Sigo creyendo que eres el único vínculo que tiene el Betis "deportivo e institucional" con la primera división. Lo creo de verdad. Cuando llegaste no me pareciste la mejor opción, aunque para opciones estaba el banquillo del Real Betis. Pusiste algo de orden e incluso algo de ilusión a los que desde la grada veíamos cómo todo se caía a nuestro alrededor. No sé las motivaciones que llevaron a tu contratación, si eras plato de segunda o tercera mesa, si eras el único que dijo "po bueno" o si de verdad quieres hacer lo que quiero que hagas. Pero te doy de nuevo las gracias.
No soy yo de los que piensa que a los nuevos hay que tratarlos como críos chicos para que entre algodones nos enseñen qué es el fútbol y, sobre todo, nuestra propia casa. Algunos creen que no hay que tener limpio el coche para que corra, que no necesita que se le cambien las escobillas al limpiaparabrisas, sólo que corra, que las ruedas pueden aguantar mientras corran y un poquito más, que los elevalunas sino van bien, da igual mientras corra, que si las luces fallan, da igual, mientras corra o que los asientos no tienen que ser cómodos, mientras corra. Y no digamos si la capota no cierra, total lo importante es que corra. Y tú lo has dicho, el coche corre sin importar nada más desde hace cuatro años, y cuando hay que respirar no bajan los cristales, cuando queremos ver de noche las luces fallan, cuando se ensucia el parabrisas los limpia rayan el cristal y tenemos clavados los muelles de los asientos hace tanto que casi creemos que el dolor es culpa nuestra en vez del coche, que lo único que tiene que hacer es correr...
Pero siempre habrá alguien que sujete la puerta si se cae para evitar tener que decir que hay que arreglarla, porque lo importante es que el coche corra. Pero no nos engañemos, con los ruidos, con los parches, con los desajustes continuos nuestro coche no corre, por mucho que tenga un motor de un millón de caballos. No corre porque necesita de su carrocería, de sus manetas, de su capota, de sus ruedas, de sus tuercas y tornillos para que corra, pues los accidentes siempre estarán más del lado del coche mal cuidado que del que funcione como un reloj.
Porque sino, un simple mosquito negro puede hacer que quien sujeta la puerta la deje caer, o que falle el limpiaparabrisas impidiéndonos ver el camino o que cerca de la meta un picotazo mal dado por no tener capota nos deje sin poder llegar a ella.
En el coche bético todo es importante, todo, desde las revisiones hasta el espejo retrovisor. Cualquier muestra de óxido sin importancia hoy puede ser una avería de muy difícil reparación si no se tiene cuidado. Puede que no sea responsabilidad del bético de a pié arreglarlo, puede ser, pero si con su poquito de esfuerzo ayuda al mantenimiento general del coche, sí es responsabilidad suya no caer en la desidia para que sortear las curvas del futuro no nos lleve de nuevo a talleres de segunda o a sufrir socavones de desesperanza.
Por ello, Victor, eres el conductor de este bólido venido a menos, descuidado y trastabillado. Pero eres el conductor, y tu pericia puede hacer que la meta que vemos cerca y lejos, los baches que nos cortan la respiración o las curvas que nos marean puedan sortearse, pero siempre en un coche que tiene que pasar una profunda revisión, sino quieres que se te quede el volante en las manos. Es la responsabilidad de quien tiene el mando.
No soy yo de los que piensa que a los nuevos hay que tratarlos como críos chicos para que entre algodones nos enseñen qué es el fútbol y, sobre todo, nuestra propia casa. Algunos creen que no hay que tener limpio el coche para que corra, que no necesita que se le cambien las escobillas al limpiaparabrisas, sólo que corra, que las ruedas pueden aguantar mientras corran y un poquito más, que los elevalunas sino van bien, da igual mientras corra, que si las luces fallan, da igual, mientras corra o que los asientos no tienen que ser cómodos, mientras corra. Y no digamos si la capota no cierra, total lo importante es que corra. Y tú lo has dicho, el coche corre sin importar nada más desde hace cuatro años, y cuando hay que respirar no bajan los cristales, cuando queremos ver de noche las luces fallan, cuando se ensucia el parabrisas los limpia rayan el cristal y tenemos clavados los muelles de los asientos hace tanto que casi creemos que el dolor es culpa nuestra en vez del coche, que lo único que tiene que hacer es correr...
Pero siempre habrá alguien que sujete la puerta si se cae para evitar tener que decir que hay que arreglarla, porque lo importante es que el coche corra. Pero no nos engañemos, con los ruidos, con los parches, con los desajustes continuos nuestro coche no corre, por mucho que tenga un motor de un millón de caballos. No corre porque necesita de su carrocería, de sus manetas, de su capota, de sus ruedas, de sus tuercas y tornillos para que corra, pues los accidentes siempre estarán más del lado del coche mal cuidado que del que funcione como un reloj.
Porque sino, un simple mosquito negro puede hacer que quien sujeta la puerta la deje caer, o que falle el limpiaparabrisas impidiéndonos ver el camino o que cerca de la meta un picotazo mal dado por no tener capota nos deje sin poder llegar a ella.
En el coche bético todo es importante, todo, desde las revisiones hasta el espejo retrovisor. Cualquier muestra de óxido sin importancia hoy puede ser una avería de muy difícil reparación si no se tiene cuidado. Puede que no sea responsabilidad del bético de a pié arreglarlo, puede ser, pero si con su poquito de esfuerzo ayuda al mantenimiento general del coche, sí es responsabilidad suya no caer en la desidia para que sortear las curvas del futuro no nos lleve de nuevo a talleres de segunda o a sufrir socavones de desesperanza.
Por ello, Victor, eres el conductor de este bólido venido a menos, descuidado y trastabillado. Pero eres el conductor, y tu pericia puede hacer que la meta que vemos cerca y lejos, los baches que nos cortan la respiración o las curvas que nos marean puedan sortearse, pero siempre en un coche que tiene que pasar una profunda revisión, sino quieres que se te quede el volante en las manos. Es la responsabilidad de quien tiene el mando.
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