Es evidente que el problema del shico es su amor desmedido por los vasos de tubo y las copas de balón bien repletitas de cualquier destilado que se precie. Este jugador, como tantos otros, se ha dedicado en cuerpo y alma a la dolce vita y nadie en el club ha salido a su encuentro para ponerlo en su sitio. Al final todo el problema radica en el mismo sitio.
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