En una época en la que se ha acuñado como término de moda el de la "economía sostenible", encontramos que, tal y como reflejan las cuentas que serán aprobadas esta noche, el camino para la consecución de ese modelo (cierto que aún no definido) será más que largo en algunos actores concretos de la actividad económica.

Así parece que ocurre con el Betis. El modelo de gestión implantado en nuestro querido club desde hace ya algunos años, aunque tengo por cierto de que no existe modelo en sí sino subordinación a la gestión de las que siempre se llamaron "tontas", ha desembocado en una calamitosa situación económica en la que la pervivencia de nuestro querido Betis está en serio peligro.

En este contexto, hace ya tiempo que en contra de los designios de quien nos ha metido en esta situación surgió un movimiento que reclamaba un Betis de los béticos.

Es cierto que dicho movimiento perseguía unos ideales, aún vigentes, derivados del descontento deportivo y de la sensación de que alguien perfectamente identificado se estaba lucrando en perjuicio del fin que debe perseguir una sociedad como la que tanto amamos, esto es, conseguir éxitos deportivos.

La gota que colmó el vaso fue el descubrimiento de que la inmoralidad que suponía obtener lucro a costa de los éxitos deportivos podría tener trascendencia penal.

Por ello, la recién constituída PNB, en un derroche de valentía, cogió el toro por los cuernos y decidió desenmascarar el presunto engaño denunciando la situación en donde había que hacerlo.

El transcurso del tiempo, y a las cuentas me remito, ha revelado que la gestión del Betis no sólo no hace posible la consecución de los éxitos que los béticos demandamos sino que ha puesto en peligro su subsistencia.

Es de agradecer, por ello, el esfuerzo que desde esa asociación de béticos de base se hace para, al menos, poner en evidencia a quienes tratan de disimular el desastre que hace sólo dos años se avecinaba y en el que, a día de hoy, nos encontramos inmersos.

Sin embargo, es previsible que, como de costumbre, esta encomiable labor sea ignorada hoy por quienes aún fingen no escuchar el clamor del beticismo.

Ante ello, se revela más que nunca instrumento fundamental el proceso judicial que se encuentra en marcha.

Esta evidencia exige meter una marcha más y pelear para que quien nos ha llevado a esta lamentable situación no sólo sea desalojado sino, sobre todo, sea obligado a reparar el daño causado.

No puede buscarse una solución de compromiso a costa de lo que sea. Es necesario reparar, pues sólo así podrá verse cumplido el deseo manifestado mil veces por PNB: que el Betis sea de los béticos.

Son notorias las veleidades por fagocitar a PNB. Es evidente que la negativa de ésta ha sido hasta ahora inquebrantable. Pero debe siempre tenerse presente que la labor de difuminar no sólo pasa por la absorción, sino también por la capacidad de influir desde fuera en las decisiones que se adoptan.

Por ello, como siempre, animo a PNB para que continúen por esta senda sin deberse más que a los béticos de base y sin sucumbir a quienes, a falta de legitimidad, usan solo su capacidad de influencia y persuasión, basada más en la notoriedad que en la autoridad moral, para tratar de dirigir a los demás hacia el camino que más les conviene.