Ante la total insostenibilidad de la situación terminal en la que el sr. Ruiz de Lopera, como mandamás absolutísimo, y la caterva de acólitos que le vitorean, tienen sumido al Real Betis Balompié, y la tendencia increíble pero cierta a empeorar esta dramática realidad que demuestran día a día, resulta completamente inadmisible cualquier planteamiento que hagan en la junta de accionistas del próximo día 30 que no incluya el presentar su dimisión incondicional.
Que nadie se llame a engaño con el tramposo vínculo que el señorito del cortijo y sus paniaguados y esbirros intentan establecer entre la lenta marcha de la Administración de Justicia y su permanencia al cargo de nuestro Betis, mediante tendenciosas afirmaciones como “si la juez le da razón a Lopera y sigue en el Betis”.
Lo que está en cuestión en el proceso penal que se le instruye no es su valía o su legitimidad para seguir expoliando y destrozando nuestro amado club, sino simplemente si sus indiscutidas maniobras de desvío de fondos, sus admitidas autoindemnizaciones o sus acreditadas y especialísimas “técnicas” de suscripción de acciones sin desembolso de efectivo son constitutivas de delito y si estos están o no prescritos.
Como es de pura lógica, lo que se dirime en la querella criminal se restringe al mundo del derecho penal, en definitiva a si ha de ir a no a la cárcel, y nada tiene que ver con la dignidad y legitimidad béticas.
Ese otro auto hace meses que se decretó: el 15 de junio, con la manifestación de repulsa de una afición de fútbol más grande que se haya producido jamás, el beticismo dictó sentencia firme: ¡Lopera, VETE YA!
Por si no hubiera quedado claro, el público de Heliópolis se ha encargado quincenalmente de resolver cualquier posible apelación con el mismo grito. El consejero delegado “escondido” y sus correveidiles y marionetas han sido definitivamente repudiados por la afición bética y nada al respecto tiene que añadir ninguna otra autoridad. Su permanencia es sencillamente intolerable.
Qué nadie se llame a engaño con la falsa y patética conexión, que el usurpador y la camarilla de corifeos que lo jalean se afanan en propagar, entre una enajenación millonaria de las “indiciariamente ilícitas” acciones de Farusa y el cese en sus tareas de “destrucción de Betis”:
Infinidad de accionistas mayoritarios en las más diversas compañías renuncian a la gestión de la empresa simplemente por no poder o no saber hacerlo adecuadamente, sin que medien claros indicios de que sus títulos sean mangados y la sociedad saqueada en su propio beneficio, sin que el patrimonio que arriesgan sea en realidad herencia acumulada mediante la aportación de varias generaciones de héroes, sin haber traicionado a un millón de fieles expectantes.
Sin nada de todo eso, sin más, no sirvo y me retiro para que gestionen otros.
Pero es que esta orquestada y fullera llamada al engaño se presenta una y otra vez vergonzantemente adornada del más indigno victimismo, de “qué le puedo hacer yo”, de “quién me da una solución para mis pobrecitas acciones”.
Cuándo usted, por esas “peculiares” vías que lo han llevado ante la justicia criminal, logró acaparar la proporción justa de accionariado para controlar el Betis a su antojo ¿Buscó acaso una salida para los 10.000 béticos que habiendo suscrito acciones –de verdad, pagándolas con esfuerzo y privaciones– no iban a poder incidir en ninguna decisión ni por asomo? ¿Son esos béticos cuyas 60.000 pesetas le supusieron un esfuerzo mucho mayor que a usted el presunto chanchullo de avales y créditos con el que asaltó el Betis, y que se han tenido que resignar durante dos decenios a que sus títulos no influyeran en nada, los que deben compadecerse ahora de las pobrecitas acciones de Farusa y preocuparse de que consiga usted una buena suma por ellas?
Pues no, mire usted, a los béticos nos es absolutamente indiferente que salida logre usted darle, mientras aun tengan vigor, a las acciones malditas de Farusa:
Si se las avía para encontrar a un pardillo que le de dinero por una mercancía viciada y con pronta fecha de caducidad, qué le aproveche; si ello le falla, pero consigue un incauto que se las arriende, mejor para usted; sin en última instancia logra negociar su usufructo, su pignoración o cualquier otra fórmula con la que obtener un dinerillo, disfrútelo mientras pueda; las puede depositar en un banco, hasta que sepa cuantas sobreviven a la criba judicial, enmarcarlas o esconderlas bajo el colchón a la espera de tiempos mejores; como si las dedica al noble arte de la papiroflexia y hace con ellas cincuenta mil pajaritas de papel, o se las fuma, o las enrolla en cómodos canutillos y...
Aquí lo único cierto es que, debido a una demoníaca combinación de la peor mala fe con la más pura y evidente incapacidad, esta usted acabando con una entidad centenaria, mantenida en pie en medio de tremendas tempestades por esa misma masa anónima de orgullosos e irreductibles béticos que hoy le exige que se vaya llevándose a su caterva de esbirros y “siseñores”.
El 30 de diciembre, ante la máxima representación legal que la perversa Ley de las SAD le ha dejado al beticismo, tiene usted, y su comparsa de consejeros cómplices, la obligación inexcusable de presentar por fin su irrevocable
[CENTER]DIMISIÓN[/CENTER]
Sé que dentro, entre los que reúnen los requisitos que permiten el acceso a la junta, habrá un puñado de buenos béticos que se lo dirán bien clarito.
Pero yo, modesta parte de ese millón que no puede entrar, no me puedo resistir a recordárselo debidamente. Y allí estaré, en la puerta y sin voto, pero sí con mi voz, reiterándole una vez más que la dimisión que nos debe desde hace años, es ya deuda más que vencida:
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Que nadie se llame a engaño con el tramposo vínculo que el señorito del cortijo y sus paniaguados y esbirros intentan establecer entre la lenta marcha de la Administración de Justicia y su permanencia al cargo de nuestro Betis, mediante tendenciosas afirmaciones como “si la juez le da razón a Lopera y sigue en el Betis”.
Lo que está en cuestión en el proceso penal que se le instruye no es su valía o su legitimidad para seguir expoliando y destrozando nuestro amado club, sino simplemente si sus indiscutidas maniobras de desvío de fondos, sus admitidas autoindemnizaciones o sus acreditadas y especialísimas “técnicas” de suscripción de acciones sin desembolso de efectivo son constitutivas de delito y si estos están o no prescritos.
Como es de pura lógica, lo que se dirime en la querella criminal se restringe al mundo del derecho penal, en definitiva a si ha de ir a no a la cárcel, y nada tiene que ver con la dignidad y legitimidad béticas.
Ese otro auto hace meses que se decretó: el 15 de junio, con la manifestación de repulsa de una afición de fútbol más grande que se haya producido jamás, el beticismo dictó sentencia firme: ¡Lopera, VETE YA!
Por si no hubiera quedado claro, el público de Heliópolis se ha encargado quincenalmente de resolver cualquier posible apelación con el mismo grito. El consejero delegado “escondido” y sus correveidiles y marionetas han sido definitivamente repudiados por la afición bética y nada al respecto tiene que añadir ninguna otra autoridad. Su permanencia es sencillamente intolerable.
Qué nadie se llame a engaño con la falsa y patética conexión, que el usurpador y la camarilla de corifeos que lo jalean se afanan en propagar, entre una enajenación millonaria de las “indiciariamente ilícitas” acciones de Farusa y el cese en sus tareas de “destrucción de Betis”:
Infinidad de accionistas mayoritarios en las más diversas compañías renuncian a la gestión de la empresa simplemente por no poder o no saber hacerlo adecuadamente, sin que medien claros indicios de que sus títulos sean mangados y la sociedad saqueada en su propio beneficio, sin que el patrimonio que arriesgan sea en realidad herencia acumulada mediante la aportación de varias generaciones de héroes, sin haber traicionado a un millón de fieles expectantes.
Sin nada de todo eso, sin más, no sirvo y me retiro para que gestionen otros.
Pero es que esta orquestada y fullera llamada al engaño se presenta una y otra vez vergonzantemente adornada del más indigno victimismo, de “qué le puedo hacer yo”, de “quién me da una solución para mis pobrecitas acciones”.
Cuándo usted, por esas “peculiares” vías que lo han llevado ante la justicia criminal, logró acaparar la proporción justa de accionariado para controlar el Betis a su antojo ¿Buscó acaso una salida para los 10.000 béticos que habiendo suscrito acciones –de verdad, pagándolas con esfuerzo y privaciones– no iban a poder incidir en ninguna decisión ni por asomo? ¿Son esos béticos cuyas 60.000 pesetas le supusieron un esfuerzo mucho mayor que a usted el presunto chanchullo de avales y créditos con el que asaltó el Betis, y que se han tenido que resignar durante dos decenios a que sus títulos no influyeran en nada, los que deben compadecerse ahora de las pobrecitas acciones de Farusa y preocuparse de que consiga usted una buena suma por ellas?
Pues no, mire usted, a los béticos nos es absolutamente indiferente que salida logre usted darle, mientras aun tengan vigor, a las acciones malditas de Farusa:
Si se las avía para encontrar a un pardillo que le de dinero por una mercancía viciada y con pronta fecha de caducidad, qué le aproveche; si ello le falla, pero consigue un incauto que se las arriende, mejor para usted; sin en última instancia logra negociar su usufructo, su pignoración o cualquier otra fórmula con la que obtener un dinerillo, disfrútelo mientras pueda; las puede depositar en un banco, hasta que sepa cuantas sobreviven a la criba judicial, enmarcarlas o esconderlas bajo el colchón a la espera de tiempos mejores; como si las dedica al noble arte de la papiroflexia y hace con ellas cincuenta mil pajaritas de papel, o se las fuma, o las enrolla en cómodos canutillos y...
Aquí lo único cierto es que, debido a una demoníaca combinación de la peor mala fe con la más pura y evidente incapacidad, esta usted acabando con una entidad centenaria, mantenida en pie en medio de tremendas tempestades por esa misma masa anónima de orgullosos e irreductibles béticos que hoy le exige que se vaya llevándose a su caterva de esbirros y “siseñores”.
El 30 de diciembre, ante la máxima representación legal que la perversa Ley de las SAD le ha dejado al beticismo, tiene usted, y su comparsa de consejeros cómplices, la obligación inexcusable de presentar por fin su irrevocable
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Sé que dentro, entre los que reúnen los requisitos que permiten el acceso a la junta, habrá un puñado de buenos béticos que se lo dirán bien clarito.
Pero yo, modesta parte de ese millón que no puede entrar, no me puedo resistir a recordárselo debidamente. Y allí estaré, en la puerta y sin voto, pero sí con mi voz, reiterándole una vez más que la dimisión que nos debe desde hace años, es ya deuda más que vencida:
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