¿Lo quieres como a su hijo ese padre que aguanta, sufriendo horrores pero conteniéndose para no ayudarle, ese dramático primer chapuzón porque es consciente de que el aprender a nadar le puede salvar la vida?
¿Lo quieres como una madre que sufre en el alma el llanto de su hijo castigado, a sabiendas de que corregir su conducta es imprescindible para su bien futuro?
¿Lo quieres como a ese amigo del alma al que reprendes con dureza cuando ves que toma una senda autodestructiva? ¿No reaccionarías si lo vieras abducido por el macarra del barrio, manejado como un pelele, vejado y humillado?
¿En tu relación con aquellos a los que de verdad quieres, todo es ánimo, palmas, fiesta y alegría?
El Betis, el Real Betis Balompié, no son los 11 empleados que saltan al terreno de juego, por más que en ese momento estén investidos de nuestra gloriosa camiseta, sino el sentimiento centenario que le da sentido a su existencia misma, que les otorga esa gloria y los eleva de entre los demás futbolistas del planeta.
Y es este sentimiento que nos une el que se halla secuestrado, es nuestra fidelidad a ese sentimiento la que se está utilizando como moneda de cambio en un chantaje endiablado en el que no dejamos de aportar ánimo, sufrimiento y –lo único que él espera– dinero, para recibir a cambio sólo desprecio y humillación.
Es ese sentimiento el que necesita dramáticamente nuestro apoyo, explícito y masivo, antes de que sea demasiado tarde.
A día de hoy, el acompañar a nuestro Betis, el verdadero espíritu indomable del manquepierda, están sin duda en, contra viento y marea y por difícil que parezca, seguir luchando por la liberación de ese sentimiento, ahora tristemente encadenado a la máquina registradora de un avaro desalmado.
Todo lo demás habrá de esperar veinte minutos.
El 29 N, POR TI BETIS,
YO NO ENTRO
¿Lo quieres como una madre que sufre en el alma el llanto de su hijo castigado, a sabiendas de que corregir su conducta es imprescindible para su bien futuro?
¿Lo quieres como a ese amigo del alma al que reprendes con dureza cuando ves que toma una senda autodestructiva? ¿No reaccionarías si lo vieras abducido por el macarra del barrio, manejado como un pelele, vejado y humillado?
¿En tu relación con aquellos a los que de verdad quieres, todo es ánimo, palmas, fiesta y alegría?
El Betis, el Real Betis Balompié, no son los 11 empleados que saltan al terreno de juego, por más que en ese momento estén investidos de nuestra gloriosa camiseta, sino el sentimiento centenario que le da sentido a su existencia misma, que les otorga esa gloria y los eleva de entre los demás futbolistas del planeta.
Y es este sentimiento que nos une el que se halla secuestrado, es nuestra fidelidad a ese sentimiento la que se está utilizando como moneda de cambio en un chantaje endiablado en el que no dejamos de aportar ánimo, sufrimiento y –lo único que él espera– dinero, para recibir a cambio sólo desprecio y humillación.
Es ese sentimiento el que necesita dramáticamente nuestro apoyo, explícito y masivo, antes de que sea demasiado tarde.
A día de hoy, el acompañar a nuestro Betis, el verdadero espíritu indomable del manquepierda, están sin duda en, contra viento y marea y por difícil que parezca, seguir luchando por la liberación de ese sentimiento, ahora tristemente encadenado a la máquina registradora de un avaro desalmado.
Todo lo demás habrá de esperar veinte minutos.
El 29 N, POR TI BETIS,
YO NO ENTRO
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