17 minutos, en cada partido que el Betis juegue en casa. 17 minutos en silencio, desde que pite el árbitro al minuto 17, a las puertas del estadio, esperando para ver lo que queda de nuestro Betis, que es poco, que cada año que el Betis permanezca fuera de las manos de los béticos será menos. Silencio aunque haya goles, porque el Betis comienza a jugar cuando llega su gente. En el minuto 17. 18 minutos el año que viene.
Por 17 años a los que no hay que poner nombres propios. Por 17 años de sociedad anónima, de mercadeo con un sentimiento. Mercadeo que por momentos nos hizo felices y que ahora padecemos, pero con el cual, también en silencio, se fue alejando nuestro Betis. Ese que ahora es casi un recuerdo, que seguiría siendo un recuerdo si entrase la pelota.
17 minutos para pensar en silencio, para demostrar que no estamos en las puertas del estadio por gusto, ni por charlar, ni por celebrar, ni para reír. 17 minutos en los que no podemos estar con nuestro Betis porque nos lo han robado, porque nos los puede volver a robar el siguiente que venga, porque lo queremos de vuelta en las manos de quienes lo cuidan: los béticos, los que democráticamente (a través de la adquisición de acciones puestas a la venta a precio razonable) deben gestionarlo, los que deben tener voz, los que deben agruparse ahora y actuar para convertir este club en lo que siempre ha sido y ahora no le dejan ser. El club de los béticos.
No se pide una utopia. Se pide algo sencillo: las acciones a la venta para que los béticos puedan finalmente atomizar al máximo la estructura accionarial del club, para que (si se ponen de acuerdo) puedan con la unión de sus voces oponerse a la voluntad de una única persona.
17 minutos para que las cámaras recojan gráficamente lo que los béticos sienten por el Betis, para que lo retransmitan a todos los lugares. 17 minutos deseando entrar. 17 minutos no de ofertas, ni de ¡Lopera vete ya!, ni de Galeras, ni de juicios... 17 minutos de nosotros somos el Betis. 17 minutos para afirmar en silencio que el Betis ni se vende, ni se compra, igual que no se vende ni se compra el cariño de un amigo o de un familiar.
¿Por qué no ser nosotros? ¿Por qué no decir nosotros en silencio lo que muchos otros piensan: que el fútbol no es sólo dinero, que también se puede preservar unas señas de identidad, unos colores, unos gestos en los que nos reconocemos? ¿Por qué no demostrar que se puede llevar un club a lo alto con un accionariado pleno de pequeños accionistas, que elige a sus representantes, que tiene la posibilidad de echarlos si no está contento con ellos o si pervierte los valores del club?
Mi propuesta es esa, tan sencilla como muchas otras que se están haciendo y que veo positivas. 17 minutos para reclamar el Betis que quieran los béticos, para que haya una oportunidad, para que tras la experiencia de estos 17 años el bético tenga la oportunidad de decidir.
Quisiera añadir que quienes deben discutir cualquier idea, sea la que sea, deben ser las plataformas de oposición, utilizando los mismos mecanismos que con el 15-J que fue un ejemplo a seguir en el futuro.
Por 17 años a los que no hay que poner nombres propios. Por 17 años de sociedad anónima, de mercadeo con un sentimiento. Mercadeo que por momentos nos hizo felices y que ahora padecemos, pero con el cual, también en silencio, se fue alejando nuestro Betis. Ese que ahora es casi un recuerdo, que seguiría siendo un recuerdo si entrase la pelota.
17 minutos para pensar en silencio, para demostrar que no estamos en las puertas del estadio por gusto, ni por charlar, ni por celebrar, ni para reír. 17 minutos en los que no podemos estar con nuestro Betis porque nos lo han robado, porque nos los puede volver a robar el siguiente que venga, porque lo queremos de vuelta en las manos de quienes lo cuidan: los béticos, los que democráticamente (a través de la adquisición de acciones puestas a la venta a precio razonable) deben gestionarlo, los que deben tener voz, los que deben agruparse ahora y actuar para convertir este club en lo que siempre ha sido y ahora no le dejan ser. El club de los béticos.
No se pide una utopia. Se pide algo sencillo: las acciones a la venta para que los béticos puedan finalmente atomizar al máximo la estructura accionarial del club, para que (si se ponen de acuerdo) puedan con la unión de sus voces oponerse a la voluntad de una única persona.
17 minutos para que las cámaras recojan gráficamente lo que los béticos sienten por el Betis, para que lo retransmitan a todos los lugares. 17 minutos deseando entrar. 17 minutos no de ofertas, ni de ¡Lopera vete ya!, ni de Galeras, ni de juicios... 17 minutos de nosotros somos el Betis. 17 minutos para afirmar en silencio que el Betis ni se vende, ni se compra, igual que no se vende ni se compra el cariño de un amigo o de un familiar.
¿Por qué no ser nosotros? ¿Por qué no decir nosotros en silencio lo que muchos otros piensan: que el fútbol no es sólo dinero, que también se puede preservar unas señas de identidad, unos colores, unos gestos en los que nos reconocemos? ¿Por qué no demostrar que se puede llevar un club a lo alto con un accionariado pleno de pequeños accionistas, que elige a sus representantes, que tiene la posibilidad de echarlos si no está contento con ellos o si pervierte los valores del club?
Mi propuesta es esa, tan sencilla como muchas otras que se están haciendo y que veo positivas. 17 minutos para reclamar el Betis que quieran los béticos, para que haya una oportunidad, para que tras la experiencia de estos 17 años el bético tenga la oportunidad de decidir.
Quisiera añadir que quienes deben discutir cualquier idea, sea la que sea, deben ser las plataformas de oposición, utilizando los mismos mecanismos que con el 15-J que fue un ejemplo a seguir en el futuro.