Caían recibiendo a los que debían de sacarnos del pozo, y se posaron suaves sobre asientos, cemento, sobre el cesped verde que me hace soñar y últimamente, tener pesadillas. Lo que se suponía era una fiesta donde la afición echaba el resto, permitía, no se quejaba y apoyaba se transformó en un penalti cruel y un gol con sabor a hiel ligeramente maquillado con un empate sin empaque, con un punto que se tiene como tesoro en el vacío zurrón de nuestro paso por primera división.
El dueño de la caravana que vaga por el desierto sigue en su palacio de gruesos muros, muros tratados con la escayola barroca y pandeoro de la decadencia. Luce lo que no tiene brillo, y por la casa, un perro ladra a la nada. Dónde están los que me querían?? Los que le pusieron mi nombre al estadio?? Los que me hicieron un busto??? Grita a los cuatro vientos y lo escuchan desde la puerta los vigilantes perpétuos. Los que le querían dejaron de quererle cuando fueron así correspondidos, pensó el perro. Los que le pusieron el nombre al estdio maldita la hora que lo pensaron y los del busto, esos sí que no encuentran confesionario donde los atiendan. Así es el Betis y los béticos, llevan a los altares a cualquiera que lo merezca, lo tienen en la gloria... pero no por siempre jamás.
Y el perro, agachadito contra el mármol fresquito no tiene ni ganas de ladrar el empate xisquito, para qué?? no vaya a ser que el próximo disco sea un tango o de salsa. No habrá que sobre pasar más esa Raya, Don Manuel, al igual que otras rayas que sobrepasó con el crédito infinito de una afición que se le agarró como salvador y que tiene en sus manos los hilos desilachados de la cruda realidad.
Por tanto, cuando Dios creó a los perros, estos ya eran lobos y maldita la hora que un hombre se les acercó para domesticarlos, pensarán algunos de nombre notable a mala idea. Con lo bien que mis antepasados estaban por la tundra esteparia.
Mientras tanto, los barrenderos recogerán casi 200000 papelitos con un extraño mensaje: TE QUIERO BETIS, POR NUESTRO BETIS. Bueno, no tantos, porque los niños se entretenían del tedioso partido cogiéndolos por docenas para llevarlos al colegio y contar que vieron caer esos papelillos y con un cosquilleo que en su sexto sentido bético le dice... ALGO ESTÁ CAMBIANDO, Y YO TENGO LA SUERTE DE VIVIRLO.
El dueño de la caravana que vaga por el desierto sigue en su palacio de gruesos muros, muros tratados con la escayola barroca y pandeoro de la decadencia. Luce lo que no tiene brillo, y por la casa, un perro ladra a la nada. Dónde están los que me querían?? Los que le pusieron mi nombre al estadio?? Los que me hicieron un busto??? Grita a los cuatro vientos y lo escuchan desde la puerta los vigilantes perpétuos. Los que le querían dejaron de quererle cuando fueron así correspondidos, pensó el perro. Los que le pusieron el nombre al estdio maldita la hora que lo pensaron y los del busto, esos sí que no encuentran confesionario donde los atiendan. Así es el Betis y los béticos, llevan a los altares a cualquiera que lo merezca, lo tienen en la gloria... pero no por siempre jamás.
Y el perro, agachadito contra el mármol fresquito no tiene ni ganas de ladrar el empate xisquito, para qué?? no vaya a ser que el próximo disco sea un tango o de salsa. No habrá que sobre pasar más esa Raya, Don Manuel, al igual que otras rayas que sobrepasó con el crédito infinito de una afición que se le agarró como salvador y que tiene en sus manos los hilos desilachados de la cruda realidad.
Por tanto, cuando Dios creó a los perros, estos ya eran lobos y maldita la hora que un hombre se les acercó para domesticarlos, pensarán algunos de nombre notable a mala idea. Con lo bien que mis antepasados estaban por la tundra esteparia.
Mientras tanto, los barrenderos recogerán casi 200000 papelitos con un extraño mensaje: TE QUIERO BETIS, POR NUESTRO BETIS. Bueno, no tantos, porque los niños se entretenían del tedioso partido cogiéndolos por docenas para llevarlos al colegio y contar que vieron caer esos papelillos y con un cosquilleo que en su sexto sentido bético le dice... ALGO ESTÁ CAMBIANDO, Y YO TENGO LA SUERTE DE VIVIRLO.
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