Empieza el partido y ahí está, en banda, sin parar de correr arriba y abajo. No desfallece, no descansa, sabe de la importancia de su misión y lo que es cumplir de verdad. Ayer lo ví de nuevo, de nuevo el mejor, si se abría en el su defensa un agujero presto lo tapaba, no podía fallar, la banda es suya y sabe de los peligros que corre.

Lo mismo está a la gresca con los que no se mueven que se faja con aquellos que dan vueltas y vueltas. Señala, se agacha, agarra, se revuelve y lucha durante todo el partido. Sólo el descanso y el final del partido hacen que baje la guardia.

El del Celta fue un partido más duro de lo normal, nuestro hombre sabía que las cosas no estaban bien y aguantó como pudo el primer tiempo. Pero nada más empezar la segunda parte el cambio de Odonkor le hizo erizarse, se puso nervioso y se repetía a sí mismo: a mi no, a mi no me va a pasar... Y pasó. Primer balón en los piés de Odonkor y el trayazo toma un desvío tan destartalado como imposible estrellándose en la barrera bien puesta por nuestro hombre. Todo el trabajo deshecho y otra vez a empezar.

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Y quedaba todo el partido... y Odonkor por su banda. Un suplicio. En su muñeca lleva su herramienta más preciada, una cinta bien prieta de adhesivo para reparar el desaguisado. El letrero corregido tras otro balonazo, mal pegado pero sirve... Rápido, sube la banda para proteger el letrero móvil, a zancada limpia mientras en movimientos felinos va preparando una tira amplia que arranca con los dientes y se dispone a evitar desastres mientras sortea a guardias de seguridad, y al mismo tiempo, agachando la cabeza para evitar molestar a los espectadores... Eso y esperando que en cualquier momento Odonkor despeje de nuevo.

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Este es nuestro héroe, el que mejor va por la banda. Dedicado, silencioso, solícito al cumplimiento del deber, todo un ejemplo que al final del partido no busca los flashes, sólo el bocata que deformado por su estancia en el bolsillo de la pernera le recordará que ya ha pasado... y a lo lejos Odonkor, su pesadilla hoy camina cabizbajo al vestuario.

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Desde aquí mi reconocimiento, mi petición de prima a sus jefes, y mi sincera felicitación.

Hasta la próxima valiente.

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