Todo comenzó una magnífica noche primaveral del año dos mil ocho en la embrujadora ciudad de Granada. Me encontraba en la bellísima ciudad de la Alhambra por motivos de trabajo y, de paso, visitaba a mi primo, Alejandro, otro bético en el exilio. Habíamos salido los dos por la noche granaína para andar sus callejuelas, visitar sus típicas tascas y probar las sabrosas tapas que nos iban ofreciendo al pedir nuestras cervezas, muy apetecibles al calor de la noche.

En una de esas tascas y gracias a un perro callejero que se coló en el lugar, tuve la suerte de conocer a Mike y Georgeanna, pareja norteamericana que andaba de visita por Andalucía. No recuerdo como ni porqué, pero el caso es que empezamos a hablar medio en español, medio en inglés y descubrimos que teníamos una afición en común: a los tres nos gustaba correr y entrenar para participar en maratones.

Al poco nos vimos los cuatro charlando en un garito y, como no podía ser de otra forma, más tarde o más temprano surgió el tema del fútbol y, por supuesto, del Betis. Le conté que yo era Bético, le conté que en Sevilla había dos equipos y una gran rivalidad, le confesé que el Betis era más un sentimiento que un equipo de fútbol. Me preguntó porqué y le resumí lo mejor que pude el nacimiento del Betis, la historia del Betis, el Betis Campeón de Liga y el de la posguerra, el Betis de tercera, el Betis en la dictadura y el Betis de la transición y primer Campeón de la Copa del Rey y le hablé de la afición del Betis y le expliqué que era el Manque Pierda... Y mientras más le contaba del Betis más brillaban los ojos de Mike, puede que fuera por las historias Béticas, o quizás por el reflejo de la botella de Heineken que mantenía en su mano izquierda y a la que no había dado un solo trago escuchando mi relato verdiblanco, el caso es que cuando terminé de hablar Mike me miró fijamente, muy serio, me puso la mano en el hombro y me dijo solemne:

- Yo soy de los Mets y ahora también del Betis.
- No digas que eres del Betis - le dije - Tú di que eres Bético.
- Ok, soy de los Mets y Bético.
- ¡Ole, jajaja!

En ese momento mi primo y Georgeanna que estaban hablando a nuestro lado se volvieron al escuchar mi sonora carcajada, ella con cara interrogante, pues no sabia que pasaba. Mike les repitió levantando su botella verde de Heineken:

- Soy de los Mets y Bético - tras lo cual dio un largo trago apurando así su cerveza.
- ¡Qué ******, jajaja! - entre risas mi primo me preguntó - ¿que pasa, que ya lo has hecho Bético?
- Que va - le contesté - Mike ya era Bético, solo que él no lo sabía hasta ahora.
- Oooolé - gritó Mike con un marcado acento norteamericano, y se rió con ganas de su propio estallido de entusiasmo, risas que acompañamos Alejandro y yo, mientras Georgeanna aún seguía con cara de no entender de qué estábamos hablando.

Mike me contó entonces que él, aunque vivía y trabajaba en Chicago, al igual que Georgeanna, nació y se crió en Nueva York (enorme e impresionante ciudad, en todos los sentidos, como tuve la suerte de comprobar meses después) y que en la Gran Manzana había dos equipos de Beisbol: los Yankies y los Mets. Los Yankies son el equipo más famoso y popular de Estados Unidos, los más ricos y los que más títulos tienen. Sin embargo Mike es de los Mets porque era un equipo más humilde, de la gente de los barrios más modestos de Nueva York, un equipo al que los Yankies siempre habían intentado ensombrecer, pero que no habían conseguido hacer desaparecer, porque los fans de los Mets eran muy fieles y, aunque no habían ganado ningún título desde el año 1969, cuando fueron conocidos como los "Amazings Mets" (los asombrosos Mets), su afición siempre estaba con ellos.

Cuando hubo terminado le dije:

- Yo nunca he visto un partido de Beisbol, pero a partir de ahora, yo también soy fan de los Mets.
- Y Bético - dijo Mike sonriendo.
- Eso siempre, Manque Pierda.

La noche siguió hasta que nos despedimos, no sin antes darnos los números de teléfono y conjurarnos para quedar en Sevilla el fin de semana siguiente, pues ellos iban a visitar nuestra ciudad. Nos citamos en la Plaza Nueva y me dispuse, junto a Bea, el talismán de voladizo, a enseñarles la ciudad del Betis...

Pero eso será mejor que lo deje para una segunda parte, pues se está haciendo muy largo.