No ha negado ni una sola charla en las últimas semanas el entrenador del Betis. Ha atendido a todas las llamadas porque quiere que su discurso se difunda, que se mastique, que se entienda, que se comparta. Sabe lo que se le viene encima y lo que tiene por delante y es fundamental que quienes van a esperar los resultados de su buen trabajo sean copartícipes de las dificultades que esperan y de la fortaleza mental con la que habrá que encarar esta temporada a priori tan desagradable. He aquí la palabra. Qué desagradable lo que le toca vivir al beticismo este año. El segundazo no se digiere ni siquiera pensando en que todo salga bien y que el 20 de junio de 2010 se pueda celebrar el ascenso en la Plaza Nueva. Está tan lejos esa fecha que no da ni para sonreír.
En tal caso, la predisposición es el triunfo. O el triunfo empieza por la predisposición, si se prefiere así. Antonio Tapia sabe perfectamente que se va a encontrar con un grupo de jugadores en el que el desánimo aún se dejará sentir y con una hinchada que sangra desde el día del Valladolid porque la herida es tremenda, tan grande y profunda que no puede cicatrizar así como así. La afición del Betis es mera comparsa en el devenir del club y en el recorrido del primer equipo. Se la invoca en los momentos duros y amargos para que los rivales adquieran la conciencia de estar enfrentándose al Real Betis y se la reclama cada vez que hay algo que venderle, sea un abono, una camiseta o cualquier otro producto que infle el apartado de los ingresos atípicos de la entidad. El bético se ha convertido en un mero cliente que jamás tiene la razón, así se pronuncie en masa de 60.000 individuos. Y tanto dolor le preocupa a Tapia. ¿No va a preocuparle? Claro que el de Baena sabe dónde se ha metido. Claro que el ex técnico del Málaga se quedó estupefacto cuando vio la repercusión popular de descenso traducido en manifestación el 15 de junio. Y sabe que sólo hay una forma de hacer habitable este Betis que hoy echa a andar. Tiene que ganar sus partidos desde el principio. Lo ideal es que cuando llegue un tropiezo, éste sea asumible.
Por todo esto ha declarado en más de una ocasión Antonio Tapia en las últimas dos semanas que la Segunda división es, como se suele decir, un infierno. Esto sirve para preparar las conciencias y para que los triunfos se valoren después de otra manera. E insiste el técnico en la implicación y en el compromiso, en las ganas que deben poner los profesionales para ir sumando puntos y victorias y en la ilusión que el reto del ascenso debe generar en la afición para que el ambiente del estadio, que siempre es contagioso, motive aún más a los futbolistas y les ofrezca también toda la confianza posible. Al fin y al cabo la máxima preocupación que puede tener Tapia es que su plantel dé la verdadera medida de sus posibilidades porque entonces subirá a Primera dentro de un año, ya que hoy por hoy no existe un equipo tan potente como el verdiblanco en la categoría de plata. La Liga Adelante. La Segunda división.
Pero aún queda...
También es verdad que queda un mes y medio para que empiece la competición y no hay que descartar que Manuel Ruiz de Lopera empeore el plantel lo suficiente para dificultar el reto hasta casi hacerlo imposible, pues nada hay fuera del alcance del máximo accionista bético si se trata de arruinar perspectivas. Hay que tener presente que en el vestuario sobran futbolistas porque hay muchos más de los que podrán ser inscritos para la Liga y, sobre todo, de los que serán asumibles para el entrenador en su trabajo diario. Al mismo tiempo hace falta algún jugador más porque hay un par de posiciones que están desguarnecidas y sería conveniente reforzarlas para no pasar apuros en determinadas circunstancias por el hecho de no haber sido precavidos en una planificación que ha tenido todo el tiempo del mundo para diseñarse y ejecutarse. Así pues, la plantilla va a sentir varios retoques en las próximas semanas y por lo tanto hay que cruzar los dedos. Paradójicamente —y es probable que sea un caso único en la historia del fútbol civilizado—, los mismos que hicieron un grupo perdedor, y más perdedor cada año desde 2005 hasta hacerlo de Segunda, son los mismos que han de hacer un equipo campeón para ascender este año, así que cada vez que deciden que se vaya un futbolista o que llegue uno nuevo hay que cruzar los dedos o tocar madera porque al fin y al cabo lo que se hace es tentar a la suerte. Y por eso, en fin, bajo esta premisa hay que contemplar esa posibilidad no deseada de que el equipo empeore de aquí al 30 de agosto con la marcha de alguno de los futbolistas que no deberían irse —los que tienen que marcar las diferencias en la categoría con una fiabilidad— y con la contratación de otros que nunca deberían venir.
De momento hoy se encontrará Antonio Tapia casi con una treintena de jugadores para empezar a trabajar sabiendo que el grupo cambiará, y mucho. No estarán Mark González o Emana, con permiso para llegar más tarde por tener derecho a él al haber jugado partidos con sus selecciones una vez finalizada la Liga pasada. Por un motivo similar —por terminar más tarde en Segunda, que no por jugar con su selección— tampoco se espera a Caffa. Es baja segura Mehmet Aurelio, que se recupera en Brasil tras su operación de rodilla y es candidato número uno a marcharse, y en una situación muy parecida se encuentra Dani. Lógicamente se echara de menos a Edu, que anda sopesando la posibilidad de volver a la vista de la pobreza de las ofertas que le han llegado —nada que ver con lo que esperaba hace unos meses— y sí estarán los tres fichajes, Goitia, Carlos García e Iriney. El cuarto, Sunny, está en paradero desconocido por cuanto nadie consiguió contactar con él últimamente. Tenía que haber subido a un avión anoche en Lagos y lo mismo aparece hoy en Sevilla —su representante asegura que lo hará— que sigue sin dar señal de vida. A ver qué da de sí el día que arranca el «proyecto Tapia». El de hoy.
En tal caso, la predisposición es el triunfo. O el triunfo empieza por la predisposición, si se prefiere así. Antonio Tapia sabe perfectamente que se va a encontrar con un grupo de jugadores en el que el desánimo aún se dejará sentir y con una hinchada que sangra desde el día del Valladolid porque la herida es tremenda, tan grande y profunda que no puede cicatrizar así como así. La afición del Betis es mera comparsa en el devenir del club y en el recorrido del primer equipo. Se la invoca en los momentos duros y amargos para que los rivales adquieran la conciencia de estar enfrentándose al Real Betis y se la reclama cada vez que hay algo que venderle, sea un abono, una camiseta o cualquier otro producto que infle el apartado de los ingresos atípicos de la entidad. El bético se ha convertido en un mero cliente que jamás tiene la razón, así se pronuncie en masa de 60.000 individuos. Y tanto dolor le preocupa a Tapia. ¿No va a preocuparle? Claro que el de Baena sabe dónde se ha metido. Claro que el ex técnico del Málaga se quedó estupefacto cuando vio la repercusión popular de descenso traducido en manifestación el 15 de junio. Y sabe que sólo hay una forma de hacer habitable este Betis que hoy echa a andar. Tiene que ganar sus partidos desde el principio. Lo ideal es que cuando llegue un tropiezo, éste sea asumible.
Por todo esto ha declarado en más de una ocasión Antonio Tapia en las últimas dos semanas que la Segunda división es, como se suele decir, un infierno. Esto sirve para preparar las conciencias y para que los triunfos se valoren después de otra manera. E insiste el técnico en la implicación y en el compromiso, en las ganas que deben poner los profesionales para ir sumando puntos y victorias y en la ilusión que el reto del ascenso debe generar en la afición para que el ambiente del estadio, que siempre es contagioso, motive aún más a los futbolistas y les ofrezca también toda la confianza posible. Al fin y al cabo la máxima preocupación que puede tener Tapia es que su plantel dé la verdadera medida de sus posibilidades porque entonces subirá a Primera dentro de un año, ya que hoy por hoy no existe un equipo tan potente como el verdiblanco en la categoría de plata. La Liga Adelante. La Segunda división.
Pero aún queda...
También es verdad que queda un mes y medio para que empiece la competición y no hay que descartar que Manuel Ruiz de Lopera empeore el plantel lo suficiente para dificultar el reto hasta casi hacerlo imposible, pues nada hay fuera del alcance del máximo accionista bético si se trata de arruinar perspectivas. Hay que tener presente que en el vestuario sobran futbolistas porque hay muchos más de los que podrán ser inscritos para la Liga y, sobre todo, de los que serán asumibles para el entrenador en su trabajo diario. Al mismo tiempo hace falta algún jugador más porque hay un par de posiciones que están desguarnecidas y sería conveniente reforzarlas para no pasar apuros en determinadas circunstancias por el hecho de no haber sido precavidos en una planificación que ha tenido todo el tiempo del mundo para diseñarse y ejecutarse. Así pues, la plantilla va a sentir varios retoques en las próximas semanas y por lo tanto hay que cruzar los dedos. Paradójicamente —y es probable que sea un caso único en la historia del fútbol civilizado—, los mismos que hicieron un grupo perdedor, y más perdedor cada año desde 2005 hasta hacerlo de Segunda, son los mismos que han de hacer un equipo campeón para ascender este año, así que cada vez que deciden que se vaya un futbolista o que llegue uno nuevo hay que cruzar los dedos o tocar madera porque al fin y al cabo lo que se hace es tentar a la suerte. Y por eso, en fin, bajo esta premisa hay que contemplar esa posibilidad no deseada de que el equipo empeore de aquí al 30 de agosto con la marcha de alguno de los futbolistas que no deberían irse —los que tienen que marcar las diferencias en la categoría con una fiabilidad— y con la contratación de otros que nunca deberían venir.
De momento hoy se encontrará Antonio Tapia casi con una treintena de jugadores para empezar a trabajar sabiendo que el grupo cambiará, y mucho. No estarán Mark González o Emana, con permiso para llegar más tarde por tener derecho a él al haber jugado partidos con sus selecciones una vez finalizada la Liga pasada. Por un motivo similar —por terminar más tarde en Segunda, que no por jugar con su selección— tampoco se espera a Caffa. Es baja segura Mehmet Aurelio, que se recupera en Brasil tras su operación de rodilla y es candidato número uno a marcharse, y en una situación muy parecida se encuentra Dani. Lógicamente se echara de menos a Edu, que anda sopesando la posibilidad de volver a la vista de la pobreza de las ofertas que le han llegado —nada que ver con lo que esperaba hace unos meses— y sí estarán los tres fichajes, Goitia, Carlos García e Iriney. El cuarto, Sunny, está en paradero desconocido por cuanto nadie consiguió contactar con él últimamente. Tenía que haber subido a un avión anoche en Lagos y lo mismo aparece hoy en Sevilla —su representante asegura que lo hará— que sigue sin dar señal de vida. A ver qué da de sí el día que arranca el «proyecto Tapia». El de hoy.
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