Un viejo R-8 blanco, de segunda mano, con sus faros completamente redondos, el motor detrás y el maletero en la parte delantera. Un coche sencillo, un coche de un trabajador como otros muchos asalariados de la ciudad de Sevilla.
En el viejo R-8, Lolo daba una vuelta todos los días después de comer porque era la única forma de que durmiera la siesta. El run run del motor del R-8 era la nana que mecía al niño cada sobremesa.
Y fue en el viejo R-8 blanco donde Lolo dio el mejor paseo de su infancia. Fue un 26 de Junio y más de media Sevilla se engalanaba de verde y de blanco, al igual que de verde y blanco estaba vestido el viejo R-8, con los colores de su Real Betis Balompié, orgullosa de que su hijo predilecto hubiera conquistado, ante los todopoderosos leones de Bilbao, la primera, SI, SI, la primera, nada menos, Copa del Rey.
Atrás quedaron los años en que el club de las trece barras era pisoteado por las autoridades oficiales de la ciudad y de la dictadura. Años en los que el otro equipo de la ciudad, el de los ricos y poderosos, no cejaban en imponer todas las trabas posibles para que el equipo del pueblo no pudiera conseguir los éxitos que ellos no conseguían.
Pero el 25 de Junio de 1977, en el estadio Vicente Calderón de Madrid, talismán verdiblanco donde los haya, nada ni nadie podía desviar la historia, porque el corazón, el alma y las gargantas de tod@s l@s Bétic@s y de toda la gente humilde sentía en verdiblanco y porque un viejo R-8 blanco debía dar una vuelta gloriosa teñido de verde antes de vencerse al cansancio de los años.
El día 26, Sevilla estaba en la calle, las calles eran verdes y blancas, la felicidad se llamaba Betis y la alegría se derramaba por el aire gritando ¡Campeones!, si ¡Campeones!.
Era Junio de 1977, España dejaba atrás cuarenta años de sangre y vergüenza, ese año, no podía haber otro campeón que no fuera el Betis, el Real Betis Balompié, el equipo más perseguido y vilipendiado por el antiguo régimen. Esa fue la venganza de España al dictador y la revancha del Betis a su dictadura.
Y un viejo R-8 blanco, con sus faros redondos iluminaba las calles de Sevilla, las caras de los Béticos y las Béticas y daba su último viaje triunfal, vestido de verde y gloria, sintiéndose por fin Campeón...
él, un simple, un viejo R-8 blanco.
En el viejo R-8, Lolo daba una vuelta todos los días después de comer porque era la única forma de que durmiera la siesta. El run run del motor del R-8 era la nana que mecía al niño cada sobremesa.
Y fue en el viejo R-8 blanco donde Lolo dio el mejor paseo de su infancia. Fue un 26 de Junio y más de media Sevilla se engalanaba de verde y de blanco, al igual que de verde y blanco estaba vestido el viejo R-8, con los colores de su Real Betis Balompié, orgullosa de que su hijo predilecto hubiera conquistado, ante los todopoderosos leones de Bilbao, la primera, SI, SI, la primera, nada menos, Copa del Rey.
Atrás quedaron los años en que el club de las trece barras era pisoteado por las autoridades oficiales de la ciudad y de la dictadura. Años en los que el otro equipo de la ciudad, el de los ricos y poderosos, no cejaban en imponer todas las trabas posibles para que el equipo del pueblo no pudiera conseguir los éxitos que ellos no conseguían.
Pero el 25 de Junio de 1977, en el estadio Vicente Calderón de Madrid, talismán verdiblanco donde los haya, nada ni nadie podía desviar la historia, porque el corazón, el alma y las gargantas de tod@s l@s Bétic@s y de toda la gente humilde sentía en verdiblanco y porque un viejo R-8 blanco debía dar una vuelta gloriosa teñido de verde antes de vencerse al cansancio de los años.
El día 26, Sevilla estaba en la calle, las calles eran verdes y blancas, la felicidad se llamaba Betis y la alegría se derramaba por el aire gritando ¡Campeones!, si ¡Campeones!.
Era Junio de 1977, España dejaba atrás cuarenta años de sangre y vergüenza, ese año, no podía haber otro campeón que no fuera el Betis, el Real Betis Balompié, el equipo más perseguido y vilipendiado por el antiguo régimen. Esa fue la venganza de España al dictador y la revancha del Betis a su dictadura.
Y un viejo R-8 blanco, con sus faros redondos iluminaba las calles de Sevilla, las caras de los Béticos y las Béticas y daba su último viaje triunfal, vestido de verde y gloria, sintiéndose por fin Campeón...
él, un simple, un viejo R-8 blanco.
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