El acto de protesta contra el desgobierno de un club de fútbol más grande que se haya visto nunca, el multitudinario pronunciamiento bético del 15 de junio, surgió como idea en una asamblea bética celebrada dos semanas antes y que, aunque había sido convocada por la asociación “Por Nuestro Betis”, fue abierta a cuantos béticos quisieron ir. Y curiosamente fueron sobre todo estos béticos, no vinculados a ninguna organización específica, los que más vehementemente clamaron por su convocatoria y le infundieron desde un principio su carácter de movilización general de béticos de toda condición.
Asumiendo ese planteamiento y evitando el protagonismo gente de PNB contactó con las de otras agrupaciones de béticos, como la Liga de Juristas, Béticos por el Villamarín, la Asociación de Béticos Veteranos, peñas y béticos en general que inmediatamente se fueron adhiriendo al proyecto y todos aportaron para que se consensuara un manifiesto que no respondía al planteamiento específico de nadie, sino que expresaba los principios básicos en los que el conjunto del beticismo, harto de la situación del club, podía estar plenamente de acuerdo. Su texto íntegro sigue en la web (http://www.yovoybetis.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1&Ite mid=60), pero quizá baste con comentar que cada párrafo planteaba un aspecto concreto de por qué íbamos: por tu dignidad y por tu futuro...; porque creo que la afición es el único patrimonio del Real Betis Balompié S.A.D...; porque creo que el Real Betis Balompié necesita un cambio profundo en su gestión...; porque quiero recuperar el Betis de mi infancia... Y un párrafo que considero conveniente transcribir íntegro y con ciertas palabras resaltadas:
YO VOY, BETIS, porque creo que somos mucho más que un sentimiento, que un escudo o una bandera. Y, por supuesto, mucho más que un negocio, mucho más que empresas vinculadas y mucho más que una persona. No voy contra nadie, ni voy por pertenecer a colectivo alguno, ni me considero opositor a nada: sencillamente voy por el Betis y por su futuro. Voy porque creo que es tiempo de dejar atrás una etapa y empezar una nueva, en la que el beticismo tenga la oportunidad de adquirir un pedazo de su Betis a un precio justo, tasado y no especulativo. Voy porque creo que el Real Betis Balompié necesita, para su propia supervivencia, volver a ser –también accionarialmente- Betis al 100% y 100% Betis.
Dicho manifiesto fue la verdadera proclama de la convocatoria, estuvo en la web desde casi el primer momento, fue publicado íntegramente por todos los medios de prensa escrita y desgranado repetidamente por los audiovisuales. A él se remitieron y en sus mismos términos se expresaron cuantos portavoces de la organización se expresaron públicamente e incluso los que simplemente apoyaron desde fuera. Todos sabíamos lo que se reivindicaba allí y a quien. Cualquier reformulación “a posteriori” de los términos de la convocatoria no deja de ser un fraude, al público en general y muy especialmente a los participantes, que acudieron atendiendo a un llamamiento muy, muy, pero que muy claro y explícito.
Pese todo eso, a raíz del espectacular éxito de esa convocatoria, quien se debería haber dado por interpelado y haber asumido sus consecuencias de forma inmediata, ha puesto en marcha una campaña, que desgraciadamente ha surtido un cierto efecto, de vuelta al revés de su sentido. Se trata de convencer a unos y otros de que la impresionante manifestación era en realidad una reivindicación a “la oposición” para que le diera 10.000 millones de pesetas a Ruiz de Lopera y, como quiera que ésta no ha obedecido inmediatamente ese nítido mandato, ha engañado a los béticos.
El asunto es sin duda descabellado: basándose exclusivamente manifestaciones públicas, muy avanzado ya el proceso de movilización, de dos señalados béticos sobre los pasos a dar de forma inmediata para rescatar al Real Betis Balompié y obviando el hecho de que, pese a su preeminencia en el mundo de la política, ambos hablaban a título particular, deduce la aberrante conclusión de que la manifestación era una relación contractual entre convocantes y convocados por la que, si estos últimos respondían los primeros quedaban obligados a donar “ipso facto” 60 millones de euros a Ruiz de Lopera o asumir la condición de traidores mentirosos.
Semejante insensatez pretende, de un sólo golpe, salirse del foco de la protesta en el que inevitablemente se encuentra, desvirtuar la sobrecogedora movilización, desprestigiar a cualquier alternativa que pudiera surgir de este espíritu reivindicativo y seguir fomentando es asqueroso mare mágnum interesado de “que más que siga éste por mentiroso que sea si todo el mundo lo es”.
Afortunadamente la realidad es tozuda y, pese a que la clásica resaca que sigue a los grandes éxitos ha posibilitado una cierta permeabilidad a esta insensatez, las agüitas van volviendo a su cauce, porque un tema se le escapa completamente al estratega: como el topo, pertrechado para la oscuridad de sus túneles, nunca podrá apreciar los colores, el que sólo está equipado para la detección del dinero, jamás contará con el sentimiento, la solidaridad y la confianza humanas.
Se le escapa que convocados y convocantes somos los mismos y que, siendo tantos, nos puede llevar algún tiempo poner en común lo que queremos, pero sí tenemos clarísimo lo que no queremos. No alcanza a entender que, bien mirado, los sesenta mil éramos en realidad uno –el beticismo– y que, como un siglo de Historia demuestra, erigidos en esa condición somos incansables, implacables e imbatibles. Y ¿Hay estrategia que pare eso?
Asumiendo ese planteamiento y evitando el protagonismo gente de PNB contactó con las de otras agrupaciones de béticos, como la Liga de Juristas, Béticos por el Villamarín, la Asociación de Béticos Veteranos, peñas y béticos en general que inmediatamente se fueron adhiriendo al proyecto y todos aportaron para que se consensuara un manifiesto que no respondía al planteamiento específico de nadie, sino que expresaba los principios básicos en los que el conjunto del beticismo, harto de la situación del club, podía estar plenamente de acuerdo. Su texto íntegro sigue en la web (http://www.yovoybetis.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1&Ite mid=60), pero quizá baste con comentar que cada párrafo planteaba un aspecto concreto de por qué íbamos: por tu dignidad y por tu futuro...; porque creo que la afición es el único patrimonio del Real Betis Balompié S.A.D...; porque creo que el Real Betis Balompié necesita un cambio profundo en su gestión...; porque quiero recuperar el Betis de mi infancia... Y un párrafo que considero conveniente transcribir íntegro y con ciertas palabras resaltadas:
YO VOY, BETIS, porque creo que somos mucho más que un sentimiento, que un escudo o una bandera. Y, por supuesto, mucho más que un negocio, mucho más que empresas vinculadas y mucho más que una persona. No voy contra nadie, ni voy por pertenecer a colectivo alguno, ni me considero opositor a nada: sencillamente voy por el Betis y por su futuro. Voy porque creo que es tiempo de dejar atrás una etapa y empezar una nueva, en la que el beticismo tenga la oportunidad de adquirir un pedazo de su Betis a un precio justo, tasado y no especulativo. Voy porque creo que el Real Betis Balompié necesita, para su propia supervivencia, volver a ser –también accionarialmente- Betis al 100% y 100% Betis.
Dicho manifiesto fue la verdadera proclama de la convocatoria, estuvo en la web desde casi el primer momento, fue publicado íntegramente por todos los medios de prensa escrita y desgranado repetidamente por los audiovisuales. A él se remitieron y en sus mismos términos se expresaron cuantos portavoces de la organización se expresaron públicamente e incluso los que simplemente apoyaron desde fuera. Todos sabíamos lo que se reivindicaba allí y a quien. Cualquier reformulación “a posteriori” de los términos de la convocatoria no deja de ser un fraude, al público en general y muy especialmente a los participantes, que acudieron atendiendo a un llamamiento muy, muy, pero que muy claro y explícito.
Pese todo eso, a raíz del espectacular éxito de esa convocatoria, quien se debería haber dado por interpelado y haber asumido sus consecuencias de forma inmediata, ha puesto en marcha una campaña, que desgraciadamente ha surtido un cierto efecto, de vuelta al revés de su sentido. Se trata de convencer a unos y otros de que la impresionante manifestación era en realidad una reivindicación a “la oposición” para que le diera 10.000 millones de pesetas a Ruiz de Lopera y, como quiera que ésta no ha obedecido inmediatamente ese nítido mandato, ha engañado a los béticos.
El asunto es sin duda descabellado: basándose exclusivamente manifestaciones públicas, muy avanzado ya el proceso de movilización, de dos señalados béticos sobre los pasos a dar de forma inmediata para rescatar al Real Betis Balompié y obviando el hecho de que, pese a su preeminencia en el mundo de la política, ambos hablaban a título particular, deduce la aberrante conclusión de que la manifestación era una relación contractual entre convocantes y convocados por la que, si estos últimos respondían los primeros quedaban obligados a donar “ipso facto” 60 millones de euros a Ruiz de Lopera o asumir la condición de traidores mentirosos.
Semejante insensatez pretende, de un sólo golpe, salirse del foco de la protesta en el que inevitablemente se encuentra, desvirtuar la sobrecogedora movilización, desprestigiar a cualquier alternativa que pudiera surgir de este espíritu reivindicativo y seguir fomentando es asqueroso mare mágnum interesado de “que más que siga éste por mentiroso que sea si todo el mundo lo es”.
Afortunadamente la realidad es tozuda y, pese a que la clásica resaca que sigue a los grandes éxitos ha posibilitado una cierta permeabilidad a esta insensatez, las agüitas van volviendo a su cauce, porque un tema se le escapa completamente al estratega: como el topo, pertrechado para la oscuridad de sus túneles, nunca podrá apreciar los colores, el que sólo está equipado para la detección del dinero, jamás contará con el sentimiento, la solidaridad y la confianza humanas.
Se le escapa que convocados y convocantes somos los mismos y que, siendo tantos, nos puede llevar algún tiempo poner en común lo que queremos, pero sí tenemos clarísimo lo que no queremos. No alcanza a entender que, bien mirado, los sesenta mil éramos en realidad uno –el beticismo– y que, como un siglo de Historia demuestra, erigidos en esa condición somos incansables, implacables e imbatibles. Y ¿Hay estrategia que pare eso?
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