Respuesta: Castel ya dispone de los avales necesarios para realizar la compra.
Pues, este señor se equivoca. Todos sabemos que en esta ciudad hay un clus que sólo tiene "lisensiados"
Originalmente publicado por stroquer
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La afición del Betis no es la mejor del mundo sino que, por el contrario, es, como todas, emocional o,y sin formación cultural alguna. Se comporta como el populacho en tiempos de Roma, enviando a un gladiador a la muerte o a la vida según le cayera su comportamiento. Pero tiene el agravante de que desea poseer un equipo “grande” cuando ella no es grande sino que se da por satisfecha con que no se baje a segunda división porque el año pasado, para celebrarlo, saltó al campo y destrozó las redes de las porterías. No le pitó al final de la temporada al equipo por haberse salvado por los pelos sino que le aplaudió y se cargó las porterías.
Igual que Franco se proclamó Caudillo de por vida y por la Gracia de Dios, este personal eligió a un tal Manuel Ruiz de Lopera presidente de por vida. Ya él mismo se encarga de demostrar que cuanto de bueno o de malo le ocurre al Betis es debido a Dios, en concreto a un imaginario terráqueo llamado Jesús del Gran Poder, una imagen impresionante que talló un genio llamado Juan de Mesa pero que los tópicos han destrozado muchas veces (perdona a este pueblo, señor Juan de Mesa). En 1992, dicen que el señor Lopera salvó al Betis de desaparecer como equipo y con eso alcanzó el título de Don Manué. La gente sacó a relucir su complejo de inferioridad (que trata de mitigar cuando está toda junta) y, como si fuera el hacendado de un cortijo, le llamaron Don Manué como si fuera el primo de Zumosol. Don Manué para acá y Don Manué para allá. Don Manué no tiene hijos y parece como si proyectara su déficit emocional, en este terreno, hacia el Betis. Empezó a comprarle regalos al niño -con dinero del Betis-, es decir, al Betis-afición, en forma de futbolistas hasta que logró incluso una copa del Rey. Don Manué se creyó caudillo de verdad e incluso tuvo la osadía de ponerle su nombre a un estadio que ni ha terminado de construir, quitándole el antiguo nombre de otro presidente para colocar el suyo. La copa del Rey que ganó fue un poco de cacafú porque la alcanzó tras vencer a equipos de tercera y de segunda división, menos un par de ellos, pero ahí que vimos a un patético Don Manué y a su patética afición, paseando la copa de peña en peña y tiro porque me toca. La Copa era como la Virgen del Rocío, todos querían verla y tocarla.
Como buen nuevo rico pero de escasa formación, Don Manué es de carácter irascible. Ha confesado no haber leído nunca un libro, en esto se lleva muy bien con su afición. Echa del estadio o de donde sea a la prensa cuando no le cae bien el trabajo que hace pero en el fondo es como un niño con mala leche (como casi todos los niños) porque cuando el otro niño, la afición, llora y grita, él sale corriendo del palco y se refugia en su casa y dice: “Ea, pues ya no como y os vais a enterar”. Hace poco ocurrió un extraño suceso y es que los aires de grandeza de Don Manué se acabaron: ya no ficha a futbolistas de campanillas sino del mercado del “todo a 0,60 euros”. Esto coincidió con que la Justicia estuvo a punto de sentarlo en el banquillo de los acusados por delito de fraude en el pago de impuestos. Lo acusaban de utilizar al Betis en sus negocios privados. Da la impresión como si Don Manué se hubiera encogido y, cuando tenía la oportunidad de hacer un equipo importante de verdad, reculó de forma impresionante. Entonces empezaron las vacas flacas, la pelota no entra y la gente le grita: “Lopera, vete ya”, pero no se va. El otro caudillo tampoco se fue hasta que Dios quiso. Ahora la gente quiere que Lopera sea de nuevo Don Manué o que se vaya a su casa a escribir poemas de dolor y desgarro, como un desterrado cualquiera, lamentándose que ha criado cuervos y le han sacado los ojos. Los aficionados suelen llamar sevillista (partidario del otro equipo de la ciudad) a quien escribe como yo pero da la casualidad de que soy bético, quiera o no Lopera y sus vástagos. El beticismo me lo imprimió un hombre sabio, mi padrino, que me enseñó fútbol y a distinguir el valor del precio, para no ser necio.
Juan Ramon Reig. Periodista. Licenciado en Periodismo, Filosofía e Historia
PD: Supongo que con el primer párrafo te sobra...
Igual que Franco se proclamó Caudillo de por vida y por la Gracia de Dios, este personal eligió a un tal Manuel Ruiz de Lopera presidente de por vida. Ya él mismo se encarga de demostrar que cuanto de bueno o de malo le ocurre al Betis es debido a Dios, en concreto a un imaginario terráqueo llamado Jesús del Gran Poder, una imagen impresionante que talló un genio llamado Juan de Mesa pero que los tópicos han destrozado muchas veces (perdona a este pueblo, señor Juan de Mesa). En 1992, dicen que el señor Lopera salvó al Betis de desaparecer como equipo y con eso alcanzó el título de Don Manué. La gente sacó a relucir su complejo de inferioridad (que trata de mitigar cuando está toda junta) y, como si fuera el hacendado de un cortijo, le llamaron Don Manué como si fuera el primo de Zumosol. Don Manué para acá y Don Manué para allá. Don Manué no tiene hijos y parece como si proyectara su déficit emocional, en este terreno, hacia el Betis. Empezó a comprarle regalos al niño -con dinero del Betis-, es decir, al Betis-afición, en forma de futbolistas hasta que logró incluso una copa del Rey. Don Manué se creyó caudillo de verdad e incluso tuvo la osadía de ponerle su nombre a un estadio que ni ha terminado de construir, quitándole el antiguo nombre de otro presidente para colocar el suyo. La copa del Rey que ganó fue un poco de cacafú porque la alcanzó tras vencer a equipos de tercera y de segunda división, menos un par de ellos, pero ahí que vimos a un patético Don Manué y a su patética afición, paseando la copa de peña en peña y tiro porque me toca. La Copa era como la Virgen del Rocío, todos querían verla y tocarla.
Como buen nuevo rico pero de escasa formación, Don Manué es de carácter irascible. Ha confesado no haber leído nunca un libro, en esto se lleva muy bien con su afición. Echa del estadio o de donde sea a la prensa cuando no le cae bien el trabajo que hace pero en el fondo es como un niño con mala leche (como casi todos los niños) porque cuando el otro niño, la afición, llora y grita, él sale corriendo del palco y se refugia en su casa y dice: “Ea, pues ya no como y os vais a enterar”. Hace poco ocurrió un extraño suceso y es que los aires de grandeza de Don Manué se acabaron: ya no ficha a futbolistas de campanillas sino del mercado del “todo a 0,60 euros”. Esto coincidió con que la Justicia estuvo a punto de sentarlo en el banquillo de los acusados por delito de fraude en el pago de impuestos. Lo acusaban de utilizar al Betis en sus negocios privados. Da la impresión como si Don Manué se hubiera encogido y, cuando tenía la oportunidad de hacer un equipo importante de verdad, reculó de forma impresionante. Entonces empezaron las vacas flacas, la pelota no entra y la gente le grita: “Lopera, vete ya”, pero no se va. El otro caudillo tampoco se fue hasta que Dios quiso. Ahora la gente quiere que Lopera sea de nuevo Don Manué o que se vaya a su casa a escribir poemas de dolor y desgarro, como un desterrado cualquiera, lamentándose que ha criado cuervos y le han sacado los ojos. Los aficionados suelen llamar sevillista (partidario del otro equipo de la ciudad) a quien escribe como yo pero da la casualidad de que soy bético, quiera o no Lopera y sus vástagos. El beticismo me lo imprimió un hombre sabio, mi padrino, que me enseñó fútbol y a distinguir el valor del precio, para no ser necio.
Juan Ramon Reig. Periodista. Licenciado en Periodismo, Filosofía e Historia
PD: Supongo que con el primer párrafo te sobra...
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