Hola señores, llevo muuuuucho tiempo sin escribir en el foro, os saludo a tod@s y aprovecho para insertar un buen artículo explicando un poco el tema del negocio en el fútbol español, y cómo gracias a la ley de sociedades anónimas, y la deuda del Betis debido a las obras en el estadio para el Mundial de Fútbol del 82, estamos bajo la dictadura loperil. (Por María Jesús Pérez, Mario S. Guillén )
Fútbol ya no es fútbol... es negocio
Real Madrid, Barcelona y osasuna no son sociedades anónimas y pagan por ello un tipo menor al del Impuesto de Sociedades
Una ley de 2004 para atraer capital extranjero beneficia fiscalmente a los grandes futbolistas que acudan a jugar en equipos españoles
Que estamos en crisis es evidente. Pero que haya casos de negocios que parecen no entender de crisis, no lo es tanto. Hablamos de fútbol. Y es que pese a que la industria del ocio y el espectáculo está experimentando un descenso de sus cifras de negocio —como en el caso del cine—, sobre el césped los resultados son netamente ganadores, al menos para los pocos equipos que forman la élite mundial, ya que la supervivencia económica de los clubes pobres está muy amenazada.
Las cifras están ahí para avalarlo. En términos de ingresos brutos, el ejercicio fiscal de 2008 ha sido el mejor de la historia del deporte rey. Durante el pasado año, la Asociación de Federaciones Internacionales de Fútbol (FIFA) presentó unos ingresos por valor de 674 millones de euros y unos beneficios netos de 129 millones. Nada más y nada menos que un 375% más de beneficio que lo obtenido en 2007 (34 millones de euros). ¿Crisis? ¿Quién dijo crisis?
Cansados de escuchar, leer e incluso escribir acerca de los fuertes ajustes en los balances de ingresos y gastos de cualquier negocio existente dada la situación actual, en los últimos días han proliferado noticias que van a contracorriente. Las portadas de los grandes diarios nacionales, o incluso las cabeceras de arranque de los informativos de todas las cadenas de televisión y radio daban el notición: después de un año de rumores, el Manchester United aceptaba finalmente el traspaso de su jugador estrella, Cristiano Ronaldo, al Real Madrid por un montante de 94 millones de euros. La polémica está servida. ¿Tiene lógica que en un momento en el que se destruyen miles de puestos de trabajo, desaparecen miles de empresas y la economía mundial entra en recesión haya un flujo prohibitivo de dinero en circulación en los ambientes futboleros de alto «standing»?
Además, tal y como subraya Simon Kuper en Financial Times, este tipo de traspasos raramente mejora los resultados de un equipo y no tiene sino un leve impacto en los beneficios económicos del club. Entonces, ¿por qué estos contratos galácticos? ¿Qué aportan realmente? ¿A quién benefician? ¿Hay racionalidad en las cifras que se negocian?
¿Ocio o negocio?
El fútbol, que en sus inicios empezó siendo simple y llanamente puro ocio, tardó poco en convertirse en deporte. Años después, se le añadió espectáculo para terminar siendo lo que es hoy día: un negocio más, lo que ha exigido a los clubes de fútbol adoptar un funcionamiento cada vez más empresarial. Con sus épocas de vacas gordas y de vacas flacas. Y, por tanto, con su consiguiente evolución en el tiempo. Con cambios y reestructuraciones, como cualquier otra actividad empresarial.
El caso español
El fútbol español tiene su propia historia y su propia evolución tanto empresarial como deportiva. En los últimos años, en las empresas futbolísticas españolas no ha habido una buena correlación entre el capital invertido por los accionistas —a raíz de la conversión de los clubes de fútbol en sociedades anónimas deportivas—, y la consecución de los objetivos. La mayoría de los que han invertido su dinero en ellos buscando una rentabilidad económica no la han encontrado, y los que han invertido su dinero para obtener otro tipo de beneficios no pecuniarios (como éxitos deportivos), tampoco han encontrado la rentabilidad deseada.
Ahora bien, no es así en todos los casos. De hecho, dentro del fútbol español hay, como apuntábamos sobre estas líneas, significativas variaciones en los negocios desde hace unos quince años atrás. Todo se remonta al 30 de junio de 1992, cuando la casi totalidad de los equipos españoles tuvieron que hacer frente a las exigencias del Estado por las deudas económicas contraídas que, a diferencia de lo sucedido en el resto de las demás ligas europeas, provocaron pérdidas millonarias sin que la legislación existente pudiera impedirlo.
Urgía una solución rápida, que pasó obligatoriamente por la creación de un convenio de saneamiento que asumieron gran parte de los pagos a Hacienda, al que no tuvieron que ajustarse cuatro equipos: Real Madrid, F.C. Barcelona, Athletic de Bilbao y Osasuna. ¿La condición para todos los equipos? Que no hubieran presentado pérdidas en los cinco años anteriores. Desde mediados de la década de los ochenta hasta 1992, los clubes tuvieron que «hacer sus números» para ajustar la lista de gastos. La fecha tope era ese 30 de junio de 1992. Todos los equipos dispusieron de tres etapas para el desembolso del capital, establecidas en un Real Decreto creado para la ocasión.
¿La consecuencia más directa e inmediata? Se terminó desterrando a equipos históricos, pero sin potencial económico, y por el contrario, se lanzó a la fama a equipos humildes, bajo la batuta de empresarios emprendedores, como fue el caso del Villarreal.
En una primera etapa, los socios tuvieron la oportunidad de hacerse con las futuras acciones. En la última, el ofrecimiento fue para el aficionado en líneas generales. Pero muchos clubes no aguantaron el tirón. Si no había «sanemiento», había castigo: el descenso inmediato a la Segunda División B, lo que supuso para algunos su desaparición. Algún ejemplo: Málaga y Real Murcia no encontraron el apoyo, mientras que Atlético de Madrid y Betis, dos de los casos más llamativos por la acumulación de deudas, dejaron su futuro en manos de una sola persona.
El fútbol pasaba a ser oficialmente un auténtico negocio en cuyo mercado se movía y se mueve hoy día mucho dinero. El vil metal sustituyó definitivamente al trabajo de cantera o la preparación física como principal clave del éxito.
Jugadores con ventaja
Pero si Madrid, Barça, Athletic y Osasuna prefirieron mantenerse como clubes deportivos fue, obviamente, porque quedaban en situación ventajosa. Según cuenta Teresa González, socia de Ernst & Young Abogados, «pueden acogerse a un capítulo especial en la Ley del Impuesto de Sociedades por el que se pueden acoger a un tipo reducido del 25%». Ni que decir tiene que en 1992, cuando los clubes se convirtieron en S.A., Sociedades estaba en el 35%, diez puntos más. La tributación es, por tanto, un elemento definitivo, ya que estos clubes no pagan como empresa sino como lo hacen las cámaras de comercio, los colegios profesionales, etc. No llegan a la bondad fiscal de las fundaciones (aunque todos los equipos grandes tienen su propia fundación, sobre todo para captar subvenciones públicas) pero se quedan en un medio camino, el de las «entidades parcialmente exentas».
Para otras situaciones, como la de un supuesto concurso de acreedores, las condiciones son, sin embargo, muy similares, y en este caso los clubes deportivos no tienen ventaja.
Un nuevo negocio
Para todos aquellos que no pudieron seguir siendo clubes deportivos, les quedó el remedio de la entrada al negocio de empresarios adinerados, que se hacían con paquetes accionariales mayoritarios con los que ostentar definitivamente el poder del club en cuestión. De hecho, en algunos casos, la compra de un club por parte de una sola persona ha significado la mejora de la gestión del mismo y en consecuencia, mejores resultados deportivos.
Un caso similar, por cierto, al que vivieron en la liga inglesa, aunque con una legislación mucho más avanzada, por lo que el control pudo ser más exhaustivo y la conversión a sociedades anónimas se desarrolló sin traumas. En España, clubes como el citado Villarreal han alcanzado ese grado de eficacia a pesar de estar en manos de una sola persona en el plano económico. Sin embargo, no siempre es éste el caso. En 1992 se abrió la puerta del fútbol español a personas con visos futuros de cierto poder y con perfiles muy parecidos. La mayor parte de ellos prometieron muchos más logros de los que después realmente se produjeron. Para los expertos consultados, tres de los casos más preocupantes fueron el del Atlético, con el mandato de la familia Gil por montera; el del Betis —en manos de Lopera— , y el del Alavés, cuya existencia peligró con la llegada al poder del histriónico millonario ucraniano Dimitri Piterman.
Ventajas con Europa
Tras el fichaje de Kaká, el segundo de a bordo del A.C. Milán, Adriano Galliani, aseguraba que los clubes españoles tienen ventajas fiscales a la hora de contratar futbolistas, y que según los cálculos que había hecho, su equipo tendría «42 millones de euros de recursos más con el sistema español».
¿Era una rabieta la del italiano? En absoluto. Los clubes españoles tienen una situación fiscal que los hace más competitivos a la hora de comprar futbolistas del extranjero, ya que los impuestos que paga el club son los más baratos de Europa (un 24% del traspaso frente a un 40% en Reino Unido, por ejemplo). Esto es por una regulación efectiva desde el 1 de enero de 2004, que se hizo para atraer expatriados a España como empresarios de alto nivel, que vinieran a nuestro país por su atractiva fiscalidad. Según González, «desde entonces han venido muchas empresas a instalarse en España y han traido a mucha gente. Se ha conseguido volver a recuperar expatriados que habíamos perdido». Pero, casualidad, esta tributación tan ventajosa ha acabado beneficiando a los futbolistas de élite, que pactan sus salarios en neto, y cuyos sueldos pueden afrontar equipos españoles pero no otros. A ello se refería Galliani con toda la razón.
Fútbol ya no es fútbol... es negocio
Real Madrid, Barcelona y osasuna no son sociedades anónimas y pagan por ello un tipo menor al del Impuesto de Sociedades
Una ley de 2004 para atraer capital extranjero beneficia fiscalmente a los grandes futbolistas que acudan a jugar en equipos españoles
Que estamos en crisis es evidente. Pero que haya casos de negocios que parecen no entender de crisis, no lo es tanto. Hablamos de fútbol. Y es que pese a que la industria del ocio y el espectáculo está experimentando un descenso de sus cifras de negocio —como en el caso del cine—, sobre el césped los resultados son netamente ganadores, al menos para los pocos equipos que forman la élite mundial, ya que la supervivencia económica de los clubes pobres está muy amenazada.
Las cifras están ahí para avalarlo. En términos de ingresos brutos, el ejercicio fiscal de 2008 ha sido el mejor de la historia del deporte rey. Durante el pasado año, la Asociación de Federaciones Internacionales de Fútbol (FIFA) presentó unos ingresos por valor de 674 millones de euros y unos beneficios netos de 129 millones. Nada más y nada menos que un 375% más de beneficio que lo obtenido en 2007 (34 millones de euros). ¿Crisis? ¿Quién dijo crisis?
Cansados de escuchar, leer e incluso escribir acerca de los fuertes ajustes en los balances de ingresos y gastos de cualquier negocio existente dada la situación actual, en los últimos días han proliferado noticias que van a contracorriente. Las portadas de los grandes diarios nacionales, o incluso las cabeceras de arranque de los informativos de todas las cadenas de televisión y radio daban el notición: después de un año de rumores, el Manchester United aceptaba finalmente el traspaso de su jugador estrella, Cristiano Ronaldo, al Real Madrid por un montante de 94 millones de euros. La polémica está servida. ¿Tiene lógica que en un momento en el que se destruyen miles de puestos de trabajo, desaparecen miles de empresas y la economía mundial entra en recesión haya un flujo prohibitivo de dinero en circulación en los ambientes futboleros de alto «standing»?
Además, tal y como subraya Simon Kuper en Financial Times, este tipo de traspasos raramente mejora los resultados de un equipo y no tiene sino un leve impacto en los beneficios económicos del club. Entonces, ¿por qué estos contratos galácticos? ¿Qué aportan realmente? ¿A quién benefician? ¿Hay racionalidad en las cifras que se negocian?
¿Ocio o negocio?
El fútbol, que en sus inicios empezó siendo simple y llanamente puro ocio, tardó poco en convertirse en deporte. Años después, se le añadió espectáculo para terminar siendo lo que es hoy día: un negocio más, lo que ha exigido a los clubes de fútbol adoptar un funcionamiento cada vez más empresarial. Con sus épocas de vacas gordas y de vacas flacas. Y, por tanto, con su consiguiente evolución en el tiempo. Con cambios y reestructuraciones, como cualquier otra actividad empresarial.
El caso español
El fútbol español tiene su propia historia y su propia evolución tanto empresarial como deportiva. En los últimos años, en las empresas futbolísticas españolas no ha habido una buena correlación entre el capital invertido por los accionistas —a raíz de la conversión de los clubes de fútbol en sociedades anónimas deportivas—, y la consecución de los objetivos. La mayoría de los que han invertido su dinero en ellos buscando una rentabilidad económica no la han encontrado, y los que han invertido su dinero para obtener otro tipo de beneficios no pecuniarios (como éxitos deportivos), tampoco han encontrado la rentabilidad deseada.
Ahora bien, no es así en todos los casos. De hecho, dentro del fútbol español hay, como apuntábamos sobre estas líneas, significativas variaciones en los negocios desde hace unos quince años atrás. Todo se remonta al 30 de junio de 1992, cuando la casi totalidad de los equipos españoles tuvieron que hacer frente a las exigencias del Estado por las deudas económicas contraídas que, a diferencia de lo sucedido en el resto de las demás ligas europeas, provocaron pérdidas millonarias sin que la legislación existente pudiera impedirlo.
Urgía una solución rápida, que pasó obligatoriamente por la creación de un convenio de saneamiento que asumieron gran parte de los pagos a Hacienda, al que no tuvieron que ajustarse cuatro equipos: Real Madrid, F.C. Barcelona, Athletic de Bilbao y Osasuna. ¿La condición para todos los equipos? Que no hubieran presentado pérdidas en los cinco años anteriores. Desde mediados de la década de los ochenta hasta 1992, los clubes tuvieron que «hacer sus números» para ajustar la lista de gastos. La fecha tope era ese 30 de junio de 1992. Todos los equipos dispusieron de tres etapas para el desembolso del capital, establecidas en un Real Decreto creado para la ocasión.
¿La consecuencia más directa e inmediata? Se terminó desterrando a equipos históricos, pero sin potencial económico, y por el contrario, se lanzó a la fama a equipos humildes, bajo la batuta de empresarios emprendedores, como fue el caso del Villarreal.
En una primera etapa, los socios tuvieron la oportunidad de hacerse con las futuras acciones. En la última, el ofrecimiento fue para el aficionado en líneas generales. Pero muchos clubes no aguantaron el tirón. Si no había «sanemiento», había castigo: el descenso inmediato a la Segunda División B, lo que supuso para algunos su desaparición. Algún ejemplo: Málaga y Real Murcia no encontraron el apoyo, mientras que Atlético de Madrid y Betis, dos de los casos más llamativos por la acumulación de deudas, dejaron su futuro en manos de una sola persona.
El fútbol pasaba a ser oficialmente un auténtico negocio en cuyo mercado se movía y se mueve hoy día mucho dinero. El vil metal sustituyó definitivamente al trabajo de cantera o la preparación física como principal clave del éxito.
Jugadores con ventaja
Pero si Madrid, Barça, Athletic y Osasuna prefirieron mantenerse como clubes deportivos fue, obviamente, porque quedaban en situación ventajosa. Según cuenta Teresa González, socia de Ernst & Young Abogados, «pueden acogerse a un capítulo especial en la Ley del Impuesto de Sociedades por el que se pueden acoger a un tipo reducido del 25%». Ni que decir tiene que en 1992, cuando los clubes se convirtieron en S.A., Sociedades estaba en el 35%, diez puntos más. La tributación es, por tanto, un elemento definitivo, ya que estos clubes no pagan como empresa sino como lo hacen las cámaras de comercio, los colegios profesionales, etc. No llegan a la bondad fiscal de las fundaciones (aunque todos los equipos grandes tienen su propia fundación, sobre todo para captar subvenciones públicas) pero se quedan en un medio camino, el de las «entidades parcialmente exentas».
Para otras situaciones, como la de un supuesto concurso de acreedores, las condiciones son, sin embargo, muy similares, y en este caso los clubes deportivos no tienen ventaja.
Un nuevo negocio
Para todos aquellos que no pudieron seguir siendo clubes deportivos, les quedó el remedio de la entrada al negocio de empresarios adinerados, que se hacían con paquetes accionariales mayoritarios con los que ostentar definitivamente el poder del club en cuestión. De hecho, en algunos casos, la compra de un club por parte de una sola persona ha significado la mejora de la gestión del mismo y en consecuencia, mejores resultados deportivos.
Un caso similar, por cierto, al que vivieron en la liga inglesa, aunque con una legislación mucho más avanzada, por lo que el control pudo ser más exhaustivo y la conversión a sociedades anónimas se desarrolló sin traumas. En España, clubes como el citado Villarreal han alcanzado ese grado de eficacia a pesar de estar en manos de una sola persona en el plano económico. Sin embargo, no siempre es éste el caso. En 1992 se abrió la puerta del fútbol español a personas con visos futuros de cierto poder y con perfiles muy parecidos. La mayor parte de ellos prometieron muchos más logros de los que después realmente se produjeron. Para los expertos consultados, tres de los casos más preocupantes fueron el del Atlético, con el mandato de la familia Gil por montera; el del Betis —en manos de Lopera— , y el del Alavés, cuya existencia peligró con la llegada al poder del histriónico millonario ucraniano Dimitri Piterman.
Ventajas con Europa
Tras el fichaje de Kaká, el segundo de a bordo del A.C. Milán, Adriano Galliani, aseguraba que los clubes españoles tienen ventajas fiscales a la hora de contratar futbolistas, y que según los cálculos que había hecho, su equipo tendría «42 millones de euros de recursos más con el sistema español».
¿Era una rabieta la del italiano? En absoluto. Los clubes españoles tienen una situación fiscal que los hace más competitivos a la hora de comprar futbolistas del extranjero, ya que los impuestos que paga el club son los más baratos de Europa (un 24% del traspaso frente a un 40% en Reino Unido, por ejemplo). Esto es por una regulación efectiva desde el 1 de enero de 2004, que se hizo para atraer expatriados a España como empresarios de alto nivel, que vinieran a nuestro país por su atractiva fiscalidad. Según González, «desde entonces han venido muchas empresas a instalarse en España y han traido a mucha gente. Se ha conseguido volver a recuperar expatriados que habíamos perdido». Pero, casualidad, esta tributación tan ventajosa ha acabado beneficiando a los futbolistas de élite, que pactan sus salarios en neto, y cuyos sueldos pueden afrontar equipos españoles pero no otros. A ello se refería Galliani con toda la razón.
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