En el 92 yo, que no tenía un duro, me temí que el betis desapareciese. Siendo estudiante, mi economía no daba mucho de sí (ni de no, vaya que no daba). Decidí comprar una acción (diez mil pelas del ala) y por supuesto financiada en plazos. Estando en la cola para comprar las acciones me encontré a un señor que podría tener fácilmente sus ochenta años. Hablando de todo un poco me contó su historia. Con una pensión mínima me contaba mientras me enseñaba sus pocos dientes que él había encontrado la forma de comprar su acción: En vez de pelarse cada mes, lo haría cada tres meses. Al fin y al cabo -decía él- para el poco pelo que tengo tampoco se va a notar tanto y con lo que me ahorro pago el plazo de la acción.
En esa cola me quede pensando en que un sentimiento como aquel no podía desparecer. Tanto me llegó aquello que cuando me tocó cambié mi idea y compré seis acciones. Yo siempre pensé que ese era el Betis. Ese hombre y tantos miles de béticos que era lo que diferenciaba al Betis de un equipo de futbol al uso.
Llegó Lopera al que en un primer momento identifiqué con ese sentimiento y me alegré de que hubiese un señor como el que dejaba de pelarse para pagar su acción pero que pudiese pagar mucho más. A mí personalmente, me duró poco la ilusión. Rápidamente me di cuenta que el Betis dejaba de ser ese equipo con señas de identidad por un equipo antipático (por cuestiones de trabajo vivía fuera de Sevilla) y cuya imagen era un señor que a su incultura manifiesta (que a mí como andaluz en el exilio me dolía más aún) unía la horrorosa costumbre de hablar sólo de dinero. Este Betis no era mi Betis.
Sufrí durante años. En algunos de ellos se consiguieron exitos deportivos de los que yo me alegraba pero para mí seguía faltando el betis que yo viví cuando pequeño que no era sino un conjunto de sentimientos.
Ayer tenia una reunión en la calle Cea Bermudez en Madrid a las siete de la tarde. Cuando acabé, recordé la manifestación del betis y decidí pasarme por la Plaza Mayor más por curiosidad que por otra cosa. Al entrar por el callejón de pronto, una marea verdiblanca me recordó porqué soy bético. Y me acorde de aquel señor que dejaba de pelarse que puede que ya esté en el cuarto anillo exactamente igual que me acordé de él cuando ganamos la copa. Pero esa copa, se guardó en la casa de un señor que cree que compró el betis. Sin embargo ayer el betis ganó esa copa que tiene en propiedad desde hace décadas y que no está en ningún patio particular. Esa copa que levantamos entre todos y que nadie puede comprar. Esa especie de título que es tan sencillo y tan difícil de obtener que es ser bético. Un título que un señor hace casi veinte años me enseñó mientras me contaba su truco para comprar su acción y que ayer vi en varios cientos de personas en la plaza Mayor. Por fin, despues de muchos años, recordé me recontré con mi betis que es el nuestro.
En esa cola me quede pensando en que un sentimiento como aquel no podía desparecer. Tanto me llegó aquello que cuando me tocó cambié mi idea y compré seis acciones. Yo siempre pensé que ese era el Betis. Ese hombre y tantos miles de béticos que era lo que diferenciaba al Betis de un equipo de futbol al uso.
Llegó Lopera al que en un primer momento identifiqué con ese sentimiento y me alegré de que hubiese un señor como el que dejaba de pelarse para pagar su acción pero que pudiese pagar mucho más. A mí personalmente, me duró poco la ilusión. Rápidamente me di cuenta que el Betis dejaba de ser ese equipo con señas de identidad por un equipo antipático (por cuestiones de trabajo vivía fuera de Sevilla) y cuya imagen era un señor que a su incultura manifiesta (que a mí como andaluz en el exilio me dolía más aún) unía la horrorosa costumbre de hablar sólo de dinero. Este Betis no era mi Betis.
Sufrí durante años. En algunos de ellos se consiguieron exitos deportivos de los que yo me alegraba pero para mí seguía faltando el betis que yo viví cuando pequeño que no era sino un conjunto de sentimientos.
Ayer tenia una reunión en la calle Cea Bermudez en Madrid a las siete de la tarde. Cuando acabé, recordé la manifestación del betis y decidí pasarme por la Plaza Mayor más por curiosidad que por otra cosa. Al entrar por el callejón de pronto, una marea verdiblanca me recordó porqué soy bético. Y me acorde de aquel señor que dejaba de pelarse que puede que ya esté en el cuarto anillo exactamente igual que me acordé de él cuando ganamos la copa. Pero esa copa, se guardó en la casa de un señor que cree que compró el betis. Sin embargo ayer el betis ganó esa copa que tiene en propiedad desde hace décadas y que no está en ningún patio particular. Esa copa que levantamos entre todos y que nadie puede comprar. Esa especie de título que es tan sencillo y tan difícil de obtener que es ser bético. Un título que un señor hace casi veinte años me enseñó mientras me contaba su truco para comprar su acción y que ayer vi en varios cientos de personas en la plaza Mayor. Por fin, despues de muchos años, recordé me recontré con mi betis que es el nuestro.
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