Han pasado 17 años y el último presidente electo del Betis, testigo de aquel escabroso periodo de la transformación en SAD de nuestro Club, se ha mantenido en silencio durante doce años, pero hasta que hace cuatro años se abrió el frente opositor y el expresidente apareció en escena con BXV.
A lo largo de este periodo, ante el temor de que el testigo pudiese expresar la verdad de lo ocurrido, se trató de desvirtuar su imagen con toda clase de falsedades y procurando poner de relieve la figura “filantrópica” y “bondadosa” del nuevo dueño del Betis frente a un denostado perfil del expresidente. La presión mediática facilitó silenciar el pasado real y convertirlo en un pasado ficticio, exaltando una figura grotesca de un Betis distinto, carente de sus valores tradicionales.
Los medios de comunicación se pronunciaron más de una que de otra manera, pero la imparcialidad que produce el transcurso del tiempo y el periodismo de investigación facilitan la búsqueda de la verdad. Ahora es el momento en que conviene recordar una columna de ABC (23 de julio de 1992) del insigne periodista, D. Manuel Fernández de Córdoba (q.e.p.d.), en el que describe objetivamente el periodo presidencial con mayores dificultades de la historia del Club y la seriedad e integridad con la que el expresidente D. Hugo Galera Davidson llevó a cabo su labor.
Ahora parece, que algunos periodistas, hablan de que Lopera ha secuestrado al Betis durante éstos 17 años o que Lopera no puso un duro para "salvar" al Betis.
Como reconocimiento al que fuera ex-presidente de nuestro Club, el cuál se ha mantenido en silencio, y ha ido actuando con cordura, el cuál ya levanto la voz de que Lopera era un mal compañero de viaje, que paralizó el acuerdo del convenio urbanístico y ahora propone la DEMOCRATIZACIÓN del Club, os cito el siguiente artículo de un periodista que sentó cátedra.
Por la banda … HUGO GALERA
Han sido tres años que, me imagino, le habrán parecido treinta y, sin duda alguna, por tratarse un terreno bien distinto al que estaba acostumbrado a pisar –su cátedra, su hospital, su militancia bética sin pasar de la grada- y verse en vuelto, como del rayo, por ese huracán que ha sido el Betis en las tres últimas campañas: huracán de precaria situación económica, de embargos, de subida a Primera División y de nuevo segundazo, de otro intento que se quedó tan sólo a dos goles del retorno, de plan de saneamiento, el Betis contra las cuerdas de la asfixia, el goteo de las acciones, el encefalograma casi plano de los dineros, los plazos para cubrir un dineral, aquellos otros para tapar deudas y deudas, dinero constante y sonante saliendo de sus bolsillos y buen puñado de noches sin dormir para, ahora, veinticuatro horas después de un adiós ya anunciado, este Hugo Galera de ademanes de gentleman, hablar cadencioso y media sonrisa, esté, supongo, empezando un descanso que le haga resarcirse de todo lo anterior con la conciencia del deber cumplido y algo que está más que palpable: un mandato que, errores y aciertos al margen, tuvo transparencia de cristal y entrega en cuerpo y alma de quién, sin ser un bético añejo, se metió en el fregado hasta los ojos en tres de los años más decisivos de mucha historia verdiblanca.
Han pasado tres años. El primero, el triunfal. Aquel en que debió irse, porque se hubiese ido en triunfador absoluto cuando -¿qué tendrá el fútbol que casi nadie lo hace?- se dejó convencer por quienes le aclamaron tras un ascenso muy sufrido y no menos trabajado. El segundo, en aquel retorno que se tuvo que hacer con lo puesto, porque no había más, y en el que se vio obligado a hacer –me consta- lo contrario de lo que deseaba, porque apostaba por cantera y le pedían fichajes millonarios, porque quería béticos vistiendo la verdiblanca y le exigieron mercenarios de mil guerras que no fueron capaces de ganar ni una y, el tercero, con todo lo que el Betis ha tenido que vivir en el sinvivir de su propia vida: el descenso, la reconversión, las acciones que no había forma de vender, los notables que acordaban una comida el oro y el moro y se olvidaban del moro y del oro en los mismos postres y todo ese largo camino que ha hecho el Betis, en el mismo filo de la navaja, hasta que pudo respirar tranquilo y encarar, ya en otras manos, el futuro que se le avecina.
Por medio, en una cresta de la ola que le trajo más quebraderos de cabeza que todas sus ocupaciones profesionales, que le restó tiempo a su vocación en beneficio de su afición, este Hugo Galera que tenía que ir resolviendo, pidiendo, negociando y hasta esquivando muchos problemas que por dentro del club se encontró cuando todo hubiera ido sobre ruedas si aquella noche del primerazo no se hubiera dejado querer por ese cambiante mundo del fútbol que hoy te ensalza y mañana te puebla los ojos de pañuelos.
Al final, casi de puntillas, con el objetivo –la supervivencia del Betis- cumplido en la parte que le correspondió, vuelve a lo suyo y con los suyos. Posiblemente duerma más tranquilo y, sin duda, también, repasará por entre sus recuerdos de estos mil días lo increíble que es, desde los adentros, el fútbol y las de partidos imposibles que hay que jugar cada día de la semana para sufrir también en el del domingo.
M. FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA
ABC, 23 de Julio de 1992
A lo largo de este periodo, ante el temor de que el testigo pudiese expresar la verdad de lo ocurrido, se trató de desvirtuar su imagen con toda clase de falsedades y procurando poner de relieve la figura “filantrópica” y “bondadosa” del nuevo dueño del Betis frente a un denostado perfil del expresidente. La presión mediática facilitó silenciar el pasado real y convertirlo en un pasado ficticio, exaltando una figura grotesca de un Betis distinto, carente de sus valores tradicionales.
Los medios de comunicación se pronunciaron más de una que de otra manera, pero la imparcialidad que produce el transcurso del tiempo y el periodismo de investigación facilitan la búsqueda de la verdad. Ahora es el momento en que conviene recordar una columna de ABC (23 de julio de 1992) del insigne periodista, D. Manuel Fernández de Córdoba (q.e.p.d.), en el que describe objetivamente el periodo presidencial con mayores dificultades de la historia del Club y la seriedad e integridad con la que el expresidente D. Hugo Galera Davidson llevó a cabo su labor.
Ahora parece, que algunos periodistas, hablan de que Lopera ha secuestrado al Betis durante éstos 17 años o que Lopera no puso un duro para "salvar" al Betis.
Como reconocimiento al que fuera ex-presidente de nuestro Club, el cuál se ha mantenido en silencio, y ha ido actuando con cordura, el cuál ya levanto la voz de que Lopera era un mal compañero de viaje, que paralizó el acuerdo del convenio urbanístico y ahora propone la DEMOCRATIZACIÓN del Club, os cito el siguiente artículo de un periodista que sentó cátedra.
Por la banda … HUGO GALERA
Han sido tres años que, me imagino, le habrán parecido treinta y, sin duda alguna, por tratarse un terreno bien distinto al que estaba acostumbrado a pisar –su cátedra, su hospital, su militancia bética sin pasar de la grada- y verse en vuelto, como del rayo, por ese huracán que ha sido el Betis en las tres últimas campañas: huracán de precaria situación económica, de embargos, de subida a Primera División y de nuevo segundazo, de otro intento que se quedó tan sólo a dos goles del retorno, de plan de saneamiento, el Betis contra las cuerdas de la asfixia, el goteo de las acciones, el encefalograma casi plano de los dineros, los plazos para cubrir un dineral, aquellos otros para tapar deudas y deudas, dinero constante y sonante saliendo de sus bolsillos y buen puñado de noches sin dormir para, ahora, veinticuatro horas después de un adiós ya anunciado, este Hugo Galera de ademanes de gentleman, hablar cadencioso y media sonrisa, esté, supongo, empezando un descanso que le haga resarcirse de todo lo anterior con la conciencia del deber cumplido y algo que está más que palpable: un mandato que, errores y aciertos al margen, tuvo transparencia de cristal y entrega en cuerpo y alma de quién, sin ser un bético añejo, se metió en el fregado hasta los ojos en tres de los años más decisivos de mucha historia verdiblanca.
Han pasado tres años. El primero, el triunfal. Aquel en que debió irse, porque se hubiese ido en triunfador absoluto cuando -¿qué tendrá el fútbol que casi nadie lo hace?- se dejó convencer por quienes le aclamaron tras un ascenso muy sufrido y no menos trabajado. El segundo, en aquel retorno que se tuvo que hacer con lo puesto, porque no había más, y en el que se vio obligado a hacer –me consta- lo contrario de lo que deseaba, porque apostaba por cantera y le pedían fichajes millonarios, porque quería béticos vistiendo la verdiblanca y le exigieron mercenarios de mil guerras que no fueron capaces de ganar ni una y, el tercero, con todo lo que el Betis ha tenido que vivir en el sinvivir de su propia vida: el descenso, la reconversión, las acciones que no había forma de vender, los notables que acordaban una comida el oro y el moro y se olvidaban del moro y del oro en los mismos postres y todo ese largo camino que ha hecho el Betis, en el mismo filo de la navaja, hasta que pudo respirar tranquilo y encarar, ya en otras manos, el futuro que se le avecina.
Por medio, en una cresta de la ola que le trajo más quebraderos de cabeza que todas sus ocupaciones profesionales, que le restó tiempo a su vocación en beneficio de su afición, este Hugo Galera que tenía que ir resolviendo, pidiendo, negociando y hasta esquivando muchos problemas que por dentro del club se encontró cuando todo hubiera ido sobre ruedas si aquella noche del primerazo no se hubiera dejado querer por ese cambiante mundo del fútbol que hoy te ensalza y mañana te puebla los ojos de pañuelos.
Al final, casi de puntillas, con el objetivo –la supervivencia del Betis- cumplido en la parte que le correspondió, vuelve a lo suyo y con los suyos. Posiblemente duerma más tranquilo y, sin duda, también, repasará por entre sus recuerdos de estos mil días lo increíble que es, desde los adentros, el fútbol y las de partidos imposibles que hay que jugar cada día de la semana para sufrir también en el del domingo.
M. FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA
ABC, 23 de Julio de 1992
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