Extraido de la web de la Asociación de Béticos de Base "Por Nuestro Betis"
El 13 de Abril de 1947 el Real Betis Balompié, otrora Campeón de Liga, descendió a Tercera División. Aquel descenso, que llevó al club a un largo desierto de 7 años en el pozo, supuso la consecuencia lógica del largo invierno que siguió al verano de 1936: El Betis Campeón de Liga de 1935 no será capaz de remontar el vuelo en la posguerra y sufrirá una fractura física, social y deportiva, coincidente además con los años de mayor gloria de su eterno rival. Una fractura que desembocará en la prueba más dura que ha tenido que soportar ninguno de los clubes históricos del fútbol español. Esa prueba, no obstante, no nos hará desaparecer. Antes al contrario, en esos años el Betis y el beticismo encuentra su principal seña de identidad y construye su alma.
En una encrucijada durísima y en soledad, enterrado socialmente y ninguneado, el Betis se enfrentará a su destino y renacerá, gracias a la fidelidad de un nucleo inasequible al desaliento, primero, y a una creciente "marea verde" que de forma progresiva irá creciendo en esos 7 años hasta convertirse en un clamor que llenará el Estadio y acompañará al equipo a los desplazamientos en números increibles, para arrastrar el Betis fuera del pozo y devolverlo posteriormente a la Primera División.
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Aquellos increibles años, que se iniciaron el 13 de Abril de 1947, el beticismo creó desde la soledad y con estoicismo una fuerza insuperable y construyó una particular idiosincrasia que constituye uno de nuestros principales valores. Y la Historia se hizo leyenda y la leyenda se hizo mito: el mito del Manquepierda.
Tal vez la lejanía de aquellos tiempos o el desconocimiento de los mismos haga que algunos, ajenos al Betis o incluso béticos a carta cabal, confundan el MANQUEPIERDA con conformismo o derrotismo a priori.
Nada más lejos de la realidad: el MANQUEPIERDA es justamente la antítesis del conformismo o del derrotismo. Pero, ¿puede definirse el MANQUEPIERDA?
Intentar definir el Manquepierda es al mismo tiempo una tarea sencilla e imposible. Sencilla porque los que profesamos la fé verdiblanca hemos "mamao" su significado sin necesidad de definirlo. E imposible porque difícilmente puede describirse un sentimiento de forma que sea comprendido incluso por quien no lo ha experimentado o es ajeno al mismo.
Además, ¿queda algo por decir acerca del Manquepierda? ¿No es bastante lo escrito, lo transmitido? ¿No es bastante el recuerdo de ese “padrino iniciático” –fuera padre, abuelo o tío- diciéndote tras una derrota inesperada aquello de “Este es nuestro Betis, hijo… ¡Viva el Betis manquepierda!”? ¿No es suficiente la “herencia genética” que nos dejó la travesía del desierto y que es uno de nuestros principales motivos de orgullo?
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Realmente, ningún bético necesita que le expliquen lo que es el Manquepierda. No obstante, mal haríamos si desaprovechamos algunas reflexiones de quienes han conseguido expresar el significado de la herencia que nos dejó aquella época de Tercera. De ahí que dejemos hablar a las voces del pasado…
Voces del pasado como aquel conocido artículo en el libro “Mucho Betis” que nos contaba que “presionado social y deportivamente, el bético reaccionó con la sabiduría tan peculiar que emana de esta tierra del sur (adhiriéndose) con más ilusión a un equipo que, fuera ya de cualquier elemento de juicio deportivo, dio paso a la creación de toda una forma de entender la vida” . Como bien recordaba aquel artículo, “el mito del manquepierda no supondrá sin embargo una actitud derrotista ante las situaciones (sino) el renacimiento de algo en desfase en el día de hoy: el apoyo a una institución en los momentos más delicados de su historia” ; un espíritu que “acabó generando una idea que ha perdurado a lo largo del tiempo para dar un carácter único a la afición del Betis”. Dignidad, orgullo, sufrimiento, magia, crecimiento ante las adversidades, alegría en las victorias, fidelidad en las derrotas, sentimiento… sin duda todo eso es el Manquepierda…
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Otras voces del pasado, como las del historiador Santiago Montoto nos aportaban otro matiz: La alegría. Como bien recordaba Montoto, “el Betis ha sabido forjar en los días victoriosos como en los de abatimiento su filosofía: una filosofía serena, muy andaluza, quizá un poco fatalista pero no lo suficiente para conformarse con la adversidad, sino que antes por el contrario, poniendo buena cara al mal tiempo, esperando siempre que pasaran las nubes negras y que el sol volviese a lucir como en los días claros de sus resonantes triunfos. Filosofía muy sevillana y por tanto muy práctica, elegante y sabia como la que se encierra en las tres reglas de la gramática popular: “Ver venir, dejarse ir y tenerse allá”… “. Ciertamente, como recuerda Montoto, “el Betis sabe lo que es la gloria y lo que es la desgracia, porque su vida es larga”: y si en los días de esplendor “supo conservar su simpatía, su cordialidad, sus buenas maneras sin que el vino del triunfo se le subiese a la cabeza y mirase por encima de hombro a sus rivales”, en los días difíciles no perdió su talante y “aquella familia bética decía orgullosa en su pobreza material: “En casa no comemos, pero nos reímos mucho””. El Manquepierda, ciertamente, es también sinónimo de alegría y mirada hacia delante, desde la serenidad y una miajita de fatalismo, que no debe confundirse –antes al contrario- con conformismo.
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Hasta tal punto el Betis y el Manquepierda se convirtieron en un sentimiento que hasta fascinaban a personas que ni siquiera eran aficionados al fútbol. El poeta Joaquín Romero Murube nos daba la clave de esta fascinación: “El Betis llegó a formar una inderrocable moral a prueba de derrotas… pero en vez de adoptar esa inexplicable renunciación que hemos aplicado, para nuestra desgracia, a tantas adversidades –la de subirnos los hombros en vez de subirnos de corazón-, el Betis, tras la hecatombe, arremetía todas las tardes con más entusiasmo hacia la conquista de su gloria”. Ahí está uno de los motivos por el que el Manquepierda se convierte en leyenda: Porque ejemplifica una actitud ante la vida más allá de su contexto deportivo, hasta el punto de que un no aficionado como Romero Murube se declaraba bético “por romanticismo, tesón y sevillanía”… Ciertamente, también es eso el Manquepierda: romanticismo, tesón y sevillanía…
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El Manquepierda también es Arte. Tanto como el del escritor José de las Cuevas compartiendo la “profundísima explicación de lo que significaba la afición del Betis” que había recibido en Montellano: “Don José, esto “der” Betis es como la cacería. Se sale a cazar, se sale a ganar, pero si no se caza ni se gana, la afición aumenta…”. Arte puro. O la frase que escucha en Villafranca: “Con decirle a usted que aquí somos béticos hasta cuando gana”. Es además singularidad: “No ha existido en la historia del fútbol afición como la del Betis. Ha sufrido de todo: reveses, iras, silencios, pero cada día era más férvida, más numerosa incluso… he visto trenes cargados de béticos en viajes de “placer” –doce horas de ferrocarril, el partido y otras doce horas de ferrocarril- que iban y volvían derrotados pero cantando”. Incluso, mirando a otras aficiones, De las Cuevas nos recuerda que el Manquepierda es universal: “Yo soy del equipo Tal –nos dicen-… ¡Bueno! ¡Y del Betis! El Betis es caso aparte”. Arte, singularidad y universalidad… también es eso el Manquepierda.
Voces del pasado…
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Como las de Gil Gómez “Discóbolo”, que hablaba de que el Betis no había conocido “mas que una línea, la recta… con sus altibajos pero siempre adelante”, y evocaba que “a veces caía y quedaba al borde de la cuneta, casi desahuciado y, de improviso, galvanizado, se erguía asombrosamente en jornadas de triunfos coronando las cuestas con laureles de victoria… y siempre solo en el duro y largo caminar, impresionantemente solo, sin andaderas, sin más palanca que la fe y el entusiasmo de unos ilusos… y lo que es más meritorio, salvando los obstáculos que se cruzaban en su camino… contra viento y marea, así llegó a puerto”. Una línea recta, un caminar en soledad y contra el viento, también eso es el Manquepierda.
Voces como las de Joaquín Carlos López “Elido”, que desde su sevillismo comparaba al Betis con un gallo de pelea, y nos recordaba como un día le preguntaron a alguien porqué era bético y su sobrino sevillista, a lo que respondió “Es lo mismo que si me preguntara porqué bailan los gitanos”; y al sorprenderse su interlocutor por la respuesta, siguió: “Los béticos hemos vivido muchos años, muchas “temporás”, como los buenos gitanos: con vida “probe” y llena de amarguras”… “Y entonces se levantó, abrió las ventanas y mirando los oteros del Aljarafe, fue a perderse su mirada en lontananza, en una lontananza lejana, muy lejana, remota, remotísima… así han vivido los béticos más de dos quinquenios: con la mirada puesta muy lejos. Al poniente, evocaban su pasada grandeza, y al levante, su porvenir…”. Mirada a lo lejos: eso es también el Manquepierda.
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Voces como la de Manuel Benítez Salvatierra “Cesar del Arco”, que llegaba al punto de afirmar que “nada importan –con ser importantes- los trofeos ganados, los títulos conquistados, los memorables partidos jugados por esta sociedad; lo que realmente tiene importancia es la conducta de la sociedad en cuanto a ganar adeptos, en cuanto a su entusiasmo, en cuanto a su fé, en cuanto a su propósito en cumplir un destino… con lágrimas y sonrisas, con derrotas y victorias, con descensos y ascensos, viviéndolo todo inténsamente, con ese espíritu de alegre sacrificio…”. Entusiasmo y fé, sin duda también eso es el Manquepierda.
Dignidad, orgullo, sufrimiento, magia, crecimiento ante las adversidades, celebración en las victorias, fidelidad en las derrotas, sentimiento, alegría, mirada hacia delante, serenidad, inconformismo, romanticismo, tesón, sevillanía, arte, singularidad, universalidad, una línea recta, un caminar en soledad y contra el viento, una mirada a lo lejos, entusiasmo, fé… todo eso y mucho más es el Manquepierda.
Pero por quedarnos, nos quedamos con la anécdota que (una vez más) nos contaba José de las Cuevas: La historia del viejecito Curro. “Un día entró en mi cuarto de trabajo y me preguntó, dándole vueltas al cigarro de tabaco verde: “Don José, eso der Betis qué es…?”. No podía creer que fuera solo un equipo de fútbol. Y en verdad que no he encontrado otro piropo mejor que esta pregunta del viejo Curro…”.
Porque al final, por más que lo intentemos definir, la mejor definición del Manquepierda son dos palabras:
“Manque pierda”
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Y ya está. Porque hay cosas tan grandes que no pueden capsularse en una mera definición…
El 13 de Abril de 1947 el Real Betis Balompié, otrora Campeón de Liga, descendió a Tercera División. Aquel descenso, que llevó al club a un largo desierto de 7 años en el pozo, supuso la consecuencia lógica del largo invierno que siguió al verano de 1936: El Betis Campeón de Liga de 1935 no será capaz de remontar el vuelo en la posguerra y sufrirá una fractura física, social y deportiva, coincidente además con los años de mayor gloria de su eterno rival. Una fractura que desembocará en la prueba más dura que ha tenido que soportar ninguno de los clubes históricos del fútbol español. Esa prueba, no obstante, no nos hará desaparecer. Antes al contrario, en esos años el Betis y el beticismo encuentra su principal seña de identidad y construye su alma.
En una encrucijada durísima y en soledad, enterrado socialmente y ninguneado, el Betis se enfrentará a su destino y renacerá, gracias a la fidelidad de un nucleo inasequible al desaliento, primero, y a una creciente "marea verde" que de forma progresiva irá creciendo en esos 7 años hasta convertirse en un clamor que llenará el Estadio y acompañará al equipo a los desplazamientos en números increibles, para arrastrar el Betis fuera del pozo y devolverlo posteriormente a la Primera División.
Aquellos increibles años, que se iniciaron el 13 de Abril de 1947, el beticismo creó desde la soledad y con estoicismo una fuerza insuperable y construyó una particular idiosincrasia que constituye uno de nuestros principales valores. Y la Historia se hizo leyenda y la leyenda se hizo mito: el mito del Manquepierda.
Tal vez la lejanía de aquellos tiempos o el desconocimiento de los mismos haga que algunos, ajenos al Betis o incluso béticos a carta cabal, confundan el MANQUEPIERDA con conformismo o derrotismo a priori.
Nada más lejos de la realidad: el MANQUEPIERDA es justamente la antítesis del conformismo o del derrotismo. Pero, ¿puede definirse el MANQUEPIERDA?
Intentar definir el Manquepierda es al mismo tiempo una tarea sencilla e imposible. Sencilla porque los que profesamos la fé verdiblanca hemos "mamao" su significado sin necesidad de definirlo. E imposible porque difícilmente puede describirse un sentimiento de forma que sea comprendido incluso por quien no lo ha experimentado o es ajeno al mismo.
Además, ¿queda algo por decir acerca del Manquepierda? ¿No es bastante lo escrito, lo transmitido? ¿No es bastante el recuerdo de ese “padrino iniciático” –fuera padre, abuelo o tío- diciéndote tras una derrota inesperada aquello de “Este es nuestro Betis, hijo… ¡Viva el Betis manquepierda!”? ¿No es suficiente la “herencia genética” que nos dejó la travesía del desierto y que es uno de nuestros principales motivos de orgullo?
Realmente, ningún bético necesita que le expliquen lo que es el Manquepierda. No obstante, mal haríamos si desaprovechamos algunas reflexiones de quienes han conseguido expresar el significado de la herencia que nos dejó aquella época de Tercera. De ahí que dejemos hablar a las voces del pasado…
Voces del pasado como aquel conocido artículo en el libro “Mucho Betis” que nos contaba que “presionado social y deportivamente, el bético reaccionó con la sabiduría tan peculiar que emana de esta tierra del sur (adhiriéndose) con más ilusión a un equipo que, fuera ya de cualquier elemento de juicio deportivo, dio paso a la creación de toda una forma de entender la vida” . Como bien recordaba aquel artículo, “el mito del manquepierda no supondrá sin embargo una actitud derrotista ante las situaciones (sino) el renacimiento de algo en desfase en el día de hoy: el apoyo a una institución en los momentos más delicados de su historia” ; un espíritu que “acabó generando una idea que ha perdurado a lo largo del tiempo para dar un carácter único a la afición del Betis”. Dignidad, orgullo, sufrimiento, magia, crecimiento ante las adversidades, alegría en las victorias, fidelidad en las derrotas, sentimiento… sin duda todo eso es el Manquepierda…
Otras voces del pasado, como las del historiador Santiago Montoto nos aportaban otro matiz: La alegría. Como bien recordaba Montoto, “el Betis ha sabido forjar en los días victoriosos como en los de abatimiento su filosofía: una filosofía serena, muy andaluza, quizá un poco fatalista pero no lo suficiente para conformarse con la adversidad, sino que antes por el contrario, poniendo buena cara al mal tiempo, esperando siempre que pasaran las nubes negras y que el sol volviese a lucir como en los días claros de sus resonantes triunfos. Filosofía muy sevillana y por tanto muy práctica, elegante y sabia como la que se encierra en las tres reglas de la gramática popular: “Ver venir, dejarse ir y tenerse allá”… “. Ciertamente, como recuerda Montoto, “el Betis sabe lo que es la gloria y lo que es la desgracia, porque su vida es larga”: y si en los días de esplendor “supo conservar su simpatía, su cordialidad, sus buenas maneras sin que el vino del triunfo se le subiese a la cabeza y mirase por encima de hombro a sus rivales”, en los días difíciles no perdió su talante y “aquella familia bética decía orgullosa en su pobreza material: “En casa no comemos, pero nos reímos mucho””. El Manquepierda, ciertamente, es también sinónimo de alegría y mirada hacia delante, desde la serenidad y una miajita de fatalismo, que no debe confundirse –antes al contrario- con conformismo.
Hasta tal punto el Betis y el Manquepierda se convirtieron en un sentimiento que hasta fascinaban a personas que ni siquiera eran aficionados al fútbol. El poeta Joaquín Romero Murube nos daba la clave de esta fascinación: “El Betis llegó a formar una inderrocable moral a prueba de derrotas… pero en vez de adoptar esa inexplicable renunciación que hemos aplicado, para nuestra desgracia, a tantas adversidades –la de subirnos los hombros en vez de subirnos de corazón-, el Betis, tras la hecatombe, arremetía todas las tardes con más entusiasmo hacia la conquista de su gloria”. Ahí está uno de los motivos por el que el Manquepierda se convierte en leyenda: Porque ejemplifica una actitud ante la vida más allá de su contexto deportivo, hasta el punto de que un no aficionado como Romero Murube se declaraba bético “por romanticismo, tesón y sevillanía”… Ciertamente, también es eso el Manquepierda: romanticismo, tesón y sevillanía…
El Manquepierda también es Arte. Tanto como el del escritor José de las Cuevas compartiendo la “profundísima explicación de lo que significaba la afición del Betis” que había recibido en Montellano: “Don José, esto “der” Betis es como la cacería. Se sale a cazar, se sale a ganar, pero si no se caza ni se gana, la afición aumenta…”. Arte puro. O la frase que escucha en Villafranca: “Con decirle a usted que aquí somos béticos hasta cuando gana”. Es además singularidad: “No ha existido en la historia del fútbol afición como la del Betis. Ha sufrido de todo: reveses, iras, silencios, pero cada día era más férvida, más numerosa incluso… he visto trenes cargados de béticos en viajes de “placer” –doce horas de ferrocarril, el partido y otras doce horas de ferrocarril- que iban y volvían derrotados pero cantando”. Incluso, mirando a otras aficiones, De las Cuevas nos recuerda que el Manquepierda es universal: “Yo soy del equipo Tal –nos dicen-… ¡Bueno! ¡Y del Betis! El Betis es caso aparte”. Arte, singularidad y universalidad… también es eso el Manquepierda.
Voces del pasado…
Como las de Gil Gómez “Discóbolo”, que hablaba de que el Betis no había conocido “mas que una línea, la recta… con sus altibajos pero siempre adelante”, y evocaba que “a veces caía y quedaba al borde de la cuneta, casi desahuciado y, de improviso, galvanizado, se erguía asombrosamente en jornadas de triunfos coronando las cuestas con laureles de victoria… y siempre solo en el duro y largo caminar, impresionantemente solo, sin andaderas, sin más palanca que la fe y el entusiasmo de unos ilusos… y lo que es más meritorio, salvando los obstáculos que se cruzaban en su camino… contra viento y marea, así llegó a puerto”. Una línea recta, un caminar en soledad y contra el viento, también eso es el Manquepierda.
Voces como las de Joaquín Carlos López “Elido”, que desde su sevillismo comparaba al Betis con un gallo de pelea, y nos recordaba como un día le preguntaron a alguien porqué era bético y su sobrino sevillista, a lo que respondió “Es lo mismo que si me preguntara porqué bailan los gitanos”; y al sorprenderse su interlocutor por la respuesta, siguió: “Los béticos hemos vivido muchos años, muchas “temporás”, como los buenos gitanos: con vida “probe” y llena de amarguras”… “Y entonces se levantó, abrió las ventanas y mirando los oteros del Aljarafe, fue a perderse su mirada en lontananza, en una lontananza lejana, muy lejana, remota, remotísima… así han vivido los béticos más de dos quinquenios: con la mirada puesta muy lejos. Al poniente, evocaban su pasada grandeza, y al levante, su porvenir…”. Mirada a lo lejos: eso es también el Manquepierda.
Voces como la de Manuel Benítez Salvatierra “Cesar del Arco”, que llegaba al punto de afirmar que “nada importan –con ser importantes- los trofeos ganados, los títulos conquistados, los memorables partidos jugados por esta sociedad; lo que realmente tiene importancia es la conducta de la sociedad en cuanto a ganar adeptos, en cuanto a su entusiasmo, en cuanto a su fé, en cuanto a su propósito en cumplir un destino… con lágrimas y sonrisas, con derrotas y victorias, con descensos y ascensos, viviéndolo todo inténsamente, con ese espíritu de alegre sacrificio…”. Entusiasmo y fé, sin duda también eso es el Manquepierda.
Dignidad, orgullo, sufrimiento, magia, crecimiento ante las adversidades, celebración en las victorias, fidelidad en las derrotas, sentimiento, alegría, mirada hacia delante, serenidad, inconformismo, romanticismo, tesón, sevillanía, arte, singularidad, universalidad, una línea recta, un caminar en soledad y contra el viento, una mirada a lo lejos, entusiasmo, fé… todo eso y mucho más es el Manquepierda.
Pero por quedarnos, nos quedamos con la anécdota que (una vez más) nos contaba José de las Cuevas: La historia del viejecito Curro. “Un día entró en mi cuarto de trabajo y me preguntó, dándole vueltas al cigarro de tabaco verde: “Don José, eso der Betis qué es…?”. No podía creer que fuera solo un equipo de fútbol. Y en verdad que no he encontrado otro piropo mejor que esta pregunta del viejo Curro…”.
Porque al final, por más que lo intentemos definir, la mejor definición del Manquepierda son dos palabras:
“Manque pierda”
Y ya está. Porque hay cosas tan grandes que no pueden capsularse en una mera definición…
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