Hundido, harto de sufrir, escéptico con la posibilidad de salvarnos a falta de una jornada por la dificultad de que un equipo tan malo le gane ni a un tercera regional, cuanto más a un Valladolid que viene a jugársela.
Harto de siempre lo mismo, de no poder protestar en el campo durante el partido porque mi beticismo me impulsa a darle un último aliento a aquellos que parecen no tener sangre, a aquellos que no sudan la camiseta y cuya entrega es inversamente proporcional a su salario.
Harto de ver pasar peleles por un banquillo que, gobierne quien lo gobierne, parece estar maldito, o mejor dicho, podrido por dentro.
Hundido por saber que, si a la tercera va a vencida, nosotros llevamos cuatro, y ésta es la quinta, y quien juega con fuego ya se sabe que se acaba quemando.
El domingo solo quedará rezar, sufrir, llorar, asumirlo, y quizás nos veamos metidos de lleno en la más grande de las tristezas, no por ver al rival en Champions, cosa que no me preocupa, sino por ver al equipo de mis amores en una categoría que no le corresponde, donde los árbitros mandan y sólo el trabajo y la fortuna pueden sacarte de ahí, pero llevaría tiempo, mucho tiempo.
No quiero imaginar a media Sevilla, llorando, al cabo de los años, cuando un pequeño sonriente te pregunte: papá, porqué eres de un equipo tan malo? de un equipo que estuvo en primera hace tantos años?
Entonces sería el momento de contestar: hijo, porque ese equipo un día fue grande, y porque el lema de ese equipo es la fidelidad, y aquí lo sigo apoyando, a pesar de los pesares. Fue grande hasta que un grupo de ineptos se lo cargó por dentro.
A falta de una semana para el desastre aun me queda una gotita de esperanza, de verde esperanza, pero ya no hay ganas de seguir, ya no quedan ilusiones, porque si se produjera el milagro de evitar lo inevitable tendríamos la certeza de seguir igual, otro año más.
Es como pasar día tras día por delante de un león hambriento, sabes que algún día te comerá, el día a día así no tiene ningún sentido.
Y así, hundido, cuando nada parece tener sentido por culpa de unos cuya catadura moral está muy cerca de lo ruín, de lo mezquino, cuando vamos todos juntos hacia una de las peores pesadillas que podíamos imaginar, comparto con vosotros mi dolor, sabiendo que muchos sienten algo parecido, sabiendo que aunque hay quienes parecen no tener escrúpulos en sangrar a estos colores, hay otros a los que le duelen tanto como a mi, y sólo por ellos, merece la pena ser bético.
Más allá de Loperas, Leones, Castaños, en primera, en segunda, con jugadores mercenarios o sin ellos, VIVA ESTE ESCUDO, Y VIVA LA GENTE QUE DE VERDAD LO QUIERE.
Siempre Betis, pase lo que pase.
Harto de siempre lo mismo, de no poder protestar en el campo durante el partido porque mi beticismo me impulsa a darle un último aliento a aquellos que parecen no tener sangre, a aquellos que no sudan la camiseta y cuya entrega es inversamente proporcional a su salario.
Harto de ver pasar peleles por un banquillo que, gobierne quien lo gobierne, parece estar maldito, o mejor dicho, podrido por dentro.
Hundido por saber que, si a la tercera va a vencida, nosotros llevamos cuatro, y ésta es la quinta, y quien juega con fuego ya se sabe que se acaba quemando.
El domingo solo quedará rezar, sufrir, llorar, asumirlo, y quizás nos veamos metidos de lleno en la más grande de las tristezas, no por ver al rival en Champions, cosa que no me preocupa, sino por ver al equipo de mis amores en una categoría que no le corresponde, donde los árbitros mandan y sólo el trabajo y la fortuna pueden sacarte de ahí, pero llevaría tiempo, mucho tiempo.
No quiero imaginar a media Sevilla, llorando, al cabo de los años, cuando un pequeño sonriente te pregunte: papá, porqué eres de un equipo tan malo? de un equipo que estuvo en primera hace tantos años?
Entonces sería el momento de contestar: hijo, porque ese equipo un día fue grande, y porque el lema de ese equipo es la fidelidad, y aquí lo sigo apoyando, a pesar de los pesares. Fue grande hasta que un grupo de ineptos se lo cargó por dentro.
A falta de una semana para el desastre aun me queda una gotita de esperanza, de verde esperanza, pero ya no hay ganas de seguir, ya no quedan ilusiones, porque si se produjera el milagro de evitar lo inevitable tendríamos la certeza de seguir igual, otro año más.
Es como pasar día tras día por delante de un león hambriento, sabes que algún día te comerá, el día a día así no tiene ningún sentido.
Y así, hundido, cuando nada parece tener sentido por culpa de unos cuya catadura moral está muy cerca de lo ruín, de lo mezquino, cuando vamos todos juntos hacia una de las peores pesadillas que podíamos imaginar, comparto con vosotros mi dolor, sabiendo que muchos sienten algo parecido, sabiendo que aunque hay quienes parecen no tener escrúpulos en sangrar a estos colores, hay otros a los que le duelen tanto como a mi, y sólo por ellos, merece la pena ser bético.
Más allá de Loperas, Leones, Castaños, en primera, en segunda, con jugadores mercenarios o sin ellos, VIVA ESTE ESCUDO, Y VIVA LA GENTE QUE DE VERDAD LO QUIERE.
Siempre Betis, pase lo que pase.
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