Desde su asalto al Betis, al calor de la Ley de SAD y gracias a sus perfeccionadísimas artes de “carroñería” financiera, el señor Ruiz de Lopera ha venido infundiendo cada vez con más empuje en el Betis lo peor de su tradicionales y especialísimos métodos de actuación “empresarial” y personal. La entidad está desmantelada y arruinada y, lo peor, despersonalizada, al borde de dejar definitivamente de ser lo que siempre fue.
Sin embargo, el nivel de degradación absoluta a que lo está haciendo llegar últimamente, más cercano a los muelles del Chicago de los años 30 que a la sociedad democrática que nos rodea, deja claro que estamos presenciando los agónicos estertores de una visión perversa del Betis y del mundo. No quiero decir con eso que esto esté ganado, la lucha de los béticos decentes ha de ser todavía larga e intensa, pero el punto de inflexión se ha producido y, por fin, la pendiente juega ya a nuestro favor. Los coletazos postreros de un espectro pueden ser muy fuertes, pero son ciegos, espasmódicos, y a estas alturas sus espasmos nos resultan muy previsibles.
Llegados a este punto, lo más importante es que toda la humillación, la vergüenza y la infelicidad que esta pesadilla nos inflige, no caigan en saco roto. Tienen que servir para siempre como aviso a navegantes, que surta efecto en dos direcciones distintas:
1.- Tenemos que lograr que, vengan de donde vengan, todos los especuladores, usureros, estafadores, embaucadores, charlatanes, tramposos o abusadores que se acerquen al Real Betis Balompié, tengan una referencia ejemplar de como acabó quien aquí vino a exprimir y humillar al beticismo.
2.- Debemos grabar a fuego en los anales verdiblancos nuestros sufrimientos para que, cada vez que nosotros o los que nos sucedan, en momentos de debilidad cuando todo parezca hundirse, sintamos la tentación de entregarnos a un caudillo, de buscar a un salvador al que vender nuestra dignidad, suene una alarma en cada unos de nosotros, por generaciones que hayan pasado, que diga a voz en grito: NUNCA MÁS.
Sin embargo, el nivel de degradación absoluta a que lo está haciendo llegar últimamente, más cercano a los muelles del Chicago de los años 30 que a la sociedad democrática que nos rodea, deja claro que estamos presenciando los agónicos estertores de una visión perversa del Betis y del mundo. No quiero decir con eso que esto esté ganado, la lucha de los béticos decentes ha de ser todavía larga e intensa, pero el punto de inflexión se ha producido y, por fin, la pendiente juega ya a nuestro favor. Los coletazos postreros de un espectro pueden ser muy fuertes, pero son ciegos, espasmódicos, y a estas alturas sus espasmos nos resultan muy previsibles.
Llegados a este punto, lo más importante es que toda la humillación, la vergüenza y la infelicidad que esta pesadilla nos inflige, no caigan en saco roto. Tienen que servir para siempre como aviso a navegantes, que surta efecto en dos direcciones distintas:
1.- Tenemos que lograr que, vengan de donde vengan, todos los especuladores, usureros, estafadores, embaucadores, charlatanes, tramposos o abusadores que se acerquen al Real Betis Balompié, tengan una referencia ejemplar de como acabó quien aquí vino a exprimir y humillar al beticismo.
2.- Debemos grabar a fuego en los anales verdiblancos nuestros sufrimientos para que, cada vez que nosotros o los que nos sucedan, en momentos de debilidad cuando todo parezca hundirse, sintamos la tentación de entregarnos a un caudillo, de buscar a un salvador al que vender nuestra dignidad, suene una alarma en cada unos de nosotros, por generaciones que hayan pasado, que diga a voz en grito: NUNCA MÁS.
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