Cuentan los libros de historia, que los más valerosos y aguerridos legionarios del imperio romano eran reclutados para formar parte de la guardia pretoriana, una cohorte de curtidos y leales soldados, cuya función principal era defender al emperador, si bien muchas veces eran utilizados como tropas de élite. Auténticos soldados de élite, que se distinguían por su arrojo en el combate y su espíritu indomable. Las virtudes militares más destacadas de estos valientes guerreros, eran su valor, su destreza en el manejo del pilum y la gladius, su lealtad y una fe inquebrantable en la victoria.
Los cronistas de la época relatan, que los nacidos en la provincia romana de la Baetica, en la Hispania Ulterior, unían a todas estas virtudes bélicas algo que los hacía únicos y diferentes a cualquier ejército: jamás se rendían. Cuando la suerte en el combate era adversa, exhibían un espíritu rebelde e indomable que los hacía crecerse y resistir los embates del enemigo una y otra vez. Jamás se conformaron con la derrota, jamás se rindieron, jamás se entregaron, porque en la defensa de su estandarte, de sus símbolos y de los colores de su bandera empeñaban hasta la última gota de su sangre; incansables, invencibles. Inaccesibles al desaliento.
De entre todos estos bravos soldados de la guardia pretoriana, tan sólo uno era distinguido con el más alto honor al que podían aspirar, el de convertirse en el aquilifer (o portador del águila imperial); un honor reservado tan sólo para los más valientes y leales. Tras de él, el resto de la guardia pretoriana, orgullosa de saberse defensora de los más altos valores del Imperio Romano.
Al parecer, ese espíritu de rebeldía ante la derrota continuó anidando entre los hombres y mujeres nacidos en la tierra bañada por el flumen Baetis (río Betis), manifestándose una y otra vez a lo largo de la historia. En la provincia romana de la Bética nacieron muchos de los arrojados conquistadores de América durante los siglos XVI y XVII. De la misma Bética eran originarios muchísimos de los soldados que vencieron a las invasoras tropas napoleónicas en Bailén, un 19 de julio de 1808. Herederos directos de aquella rebeldía ante la tiranía, y de ese inconformismo ante la derrota, debieron ser los militares de la escuela politécnica que fundaron nuestro querido Real Betis. Un club imbuido de esta particular filosofía de vida, que si bien tomaría cuerpo y nombre en el segundo quinquenio de los años cincuenta, se encuentra presente desde el origen mismo de nuestro Real Betis: El Manquepierda.
En la tarde del crucial partido frente al Almería, ese espíritu se ha hecho presente de nuevo en Heliópolis, encarnado en el aquilifer de la XIII Cohorte Hispalensis, que ha acudido presto en defensa del Real Betis. Y tras su estandarte, una legión de pretores béticos convencidos de que la defensa del Real Betis Balompié, frente a todo y frente a todos, es lo que da auténtico sentido a sus vidas.
FUERZA Y HONOR BETIS.
SIEMPRE TE DEFENDEREMOS.
Por nuestro Betis.
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