RESISTENCIA
Desconozco si el veterano bético que todos llaman Paco sabía, cuando rescató aquel viejo éxito del Dúo Dinámico como herramienta de motivación de una plantilla adocenada, hasta qué punto ese grito iba a convertirse no solo en una declaración de intenciones, sino en el más fiel resumen de la contemporaneidad de nuestro Betis, de esta época que nos ha tocado vivir (o sufrir, según se mire).
“Resistiré”, decían aquellas voces del pasado ye-ye desde la megafonía de nuestra casa de La Palmera. Y a fe mía que caló aquel mensaje en todos aquellos que lo oyeron. Eso sí, de forma distinta, pues cada cual aplica la resistencia en función de sus principios, creencias, deseos y debilidades.
Resiste, no cabe duda, el inspirador de este dogma de fe, este veterano bético. Y lo hace como tal, como bético veterano cuyo beticismo no es cuestionable, y como corredor habitual de fondo, lo que explica su constancia, persistencia y visión largoplacista de las cosas. Resiste en su empeño por sacar adelante un proyecto para su Betis a pesar de quienes lo maldirigen y envilecen, y lo hace convencido de que basta la voluntad para conseguir cambiar a su Betis desde dentro. Loable intento, más aún habida cuenta de que parece ser que lo antepone al dinero, convirtiéndose en un rara avis entre quienes le rodean y quienes le han precedido.
Desgraciadamente, el empeño de este bético puede estar tan abocado al fracaso como lo estuvieron otros nobles empeños que en el pasado intentaron de buena fe cambiar el Betis desde dentro, que es tanto como intentar cambiar a quien no tiene la más mínima intención de hacerlo. No solo fueron empeños deportivos: en primera persona muchos pudimos vivir (y sufrir) la muerte de un Centenario digno, llevado desde la independencia, la ética y el beticismo, frente a la sumisión, la adulación, la laxitud en los principios y la defensa de los intereses de terceras empresas. El que suscribe pudo ver (repito, en primera, primerísima persona) como durante 9 meses hubo un bético que aguantó carros y carretas de su supuesto buen amigo, única y exclusivamente por el bien del Betis, hasta que el busto, el perro y los insultos de su amigo acabaron por desbordar el vaso de la dignidad, que está incluso por encima del Betis. Incluso por encima del Betis, repito.
Desde el conocimiento y la experiencia (corta, pero intensa), lamento decir que se equivoca a mi juicio el veterano bético al que todos llaman Paco, que tiene mi respeto como persona y mi agradecimiento como aficionado. Pero no se equivoca por apostar por el cambio desde dentro, por imposible que parezca: nunca es censurable remar contra el viento si es por causa justa. Se equivoca pensando que el halago y la trágala con el que manda le van a dar más fuerza en ese empeño: su fuerza, su legitimidad moral, le ha venido de la aclamación del beticismo y la prensa. Y la ruina de su proyecto, me temo, puede venir por haber considerado más importante cuidar con chaquetas bordadas y loas públicas a quien no lo quiere, que mantener a su lado a quien ha demostrado quererle, que son multitud. Pero no soy yo quien para juzgarle: Resiste este bético, y si es por el bien del Betis, que siga haciéndolo.
“Resistiré”, dice también, desde su bunker, el omnipresente. Resiste a pesar de los pesares. Resiste habiendo tenido que soltar un 4% de acciones que no era suyo. Resiste a pesar de que incomprensiblemente la afición sigue sin quererle. Resiste en su soledad con la única compañía de un puñado de aduladores a sueldo que le dicen lo que quiere oír. Resiste aconsejado por sus abogados, que intentan desmontar la maraña tejida durante lustros bajo una concepción muy singular del desempeño empresarial. Resiste las Juntas de accionistas, con la añoranza de los otrora besamanos, aguantando que le cuenten las verdades del barquero bajo el único paraguas del botoncito que limita los tiempos. Resiste con singular empeño, a veces impertérrito cual busto de bronce, otras en tal forma cuando no se digna en aparecer por la casa común de los béticos. O no se atreve. Resiste callado cuando vienen torcidas, asomando para soltar alguna gracia de las suyas cuando entra algo la pelotita, aunque tal vez sorprendido de que a estas alturas de la película esas gracias no cosechen ni sonrisas. Resiste cada vez más sumergido en su realidad, esa del 92 y los destructores, esa en la que es un salvador y los que le critican no quieren al Betis. Resiste, y en eso se parece al de antes (solo en eso), desde una visión con perspectiva de las cosas, siempre pensando que basta con ganar tiempo hasta que suene la flauta. Sea dejando la presidencia, convocando elecciones para ésta, anunciando venta de acciones entre los béticos, volviendo al Consejo, anunciando las veces que haga falta el inicio de obras en el estadio (…los diplodocus…), simulando una venta con figurantes… cualquier esperpento es válido con tal de ganar tiempo. El caso es resistir. Y no es extraño que lo haga. No es por vicio. Es por necesidad.
Resisten, como no, no les queda otra pues así lo han elegido o la vida lo ha elegido por ellos, esos que han hipotecado sus principios o su dignidad por un puesto de trabajo. Legítima elección, dicho sea de paso, aunque a mi entender poco o nada disculpable en quienes no conocen aún lo que es la paternidad y las obligaciones familiares, pues cuando uno es libre de esas cargas todavía puede y debe poner su dignidad por delante. En cualquier caso, y con independencia de juicios morales que cada cual puede hacerse mirándose al espejo (alguno incluso pensando, para consolarse, que todos adolecen de su mismo nivel de miseria, amoralidad y amor por el dinero, la figuración y otras debilidades humanas), ya digo: resisten. Con mayor o menor vergüenza por el papel que desempeñan, con singular entusiasmo en su rol de corifeo en algún caso, el caso es resistir, que fuera hace mucho frío y más con la que está cayendo. Resistir, al precio que sea. Total, lo mismo hizo Fausto y no le fue mal durante una época, ya se sabe.
Resisten también, en su coherencia, otros de poco dudoso beticismo, que probablemente vivirían mucho más tranquilos ejercitando su profesión sin meterse en excesivas complicaciones ni apuntar con el dedo al bunker. Pero lo hacen, y no parecen tener intención de dejar de hacerlo, aún cuando eso les genere complicaciones, insultos, reconvenciones, advertencias o censuras. Resisten incluso aunque tengan que escuchar a otro bético, ya digo que buen bético, eso de que “tenemos que defender un poquito lo nuestro”. No sé si el autor de la frase pensará que algunos que se juegan la cara no hacen precisamente eso. Ni sé si creerá que se defiende más al Betis regalando chaquetas bordadas (me repito, lo siento, pero cada uno es esclavo de sus acciones) que denunciando la cesión de sus ingresos, las promesas incumplidas o los insultos hacia nuestra historia. Resisten, digo, algunos elevando su voz que no es privada sino pública, para denunciar el daño que sufre el Betis no solo de extraños sino de propios, o de teóricos propios. Y lo hacen a pecho descubierto, firmando con su nombre aún a riesgo de soportar insultos anónimos de anónimos teclados en los que escriben otros, que está por ver si son más béticos, pero desde luego no son más hombres. Resisten, sin tener porque hacerlo, sin que sea cómodo, por principios algunos, por beticismo otros, porque sí otros tantos.
“Resistiré”, dice también sin palabras el beticismo. Lo dice, sencillamente, estando. Hay cierto senequismo en ese “estar” de los béticos. Es una resistencia no proclamada ni dogmática: sencillamente se resiste desde una concepción del sentimiento futbolístico que tiene también mucho de concepción de la vida. Ya lo contaba Romero Murube declarándose bético por romanticismo, tesón y sevillanía. O Santiago Montoto describiendo la filosofía del bético con el “Ver venir, dejarse ir y tenerse allá”. O la frase que José de las Cuevas relataba haber oído en Villafranca en aquellos años cincuenta: “Con decirle a usted que aquí somos béticos hasta cuando gana”. El bético, el beticismo, resiste. Como ha hecho siempre. Como contaba “Elido”, perdiendo nuestra mirada en lontananza, en una lontananza lejana, muy lejana, remota, remotísima… porque los béticos, el beticismo, nunca resiste porque sí. Ni por derrotismo. Ni por conformismo. Lo hace porque siempre piensa que al día siguiente saldrá el sol. Y algo tendrá esa forma de entender este sentimiento cuando en sus peores años conformó una masa social que hoy llega al millón de personas. Resiste el beticismo en su capacidad de apoyar a los que lucen el escudo en su pecho, aunque no siempre lo merezcan. Resiste el bético en su amor por un club a pesar de sus dirigentes, de la pelotita, de la desvergüenza ajena, de la vergüenza sufrida. Y hace bien en cultivar esa resistencia en el sentimiento, aunque tanta resistencia debería llevar aparejada un mayor y más extenso nivel de compromiso con el presente y el futuro de ese club al que indudablemente tanto se quiere, también cuando la pelota no está en juego.
Resisten también, en ese compromiso extendido menos de lo deseable, no pocos béticos que han llevado su resistencia a ese terreno en el que uno se complica incomprensiblemente la vida. ¿Por? Ni por placer, ni por dinero, ni por ansia de poder, ni por figuración… ¿Por estupidez, pues? Probablemente. Tal vez por coherencia. Tal vez por poder dormir tranquilos teniendo los principios y la praxis razonablemente unidos. Tal vez por renunciar a cadenas y protocolos, que diría Cyrano. Tal vez, sencillamente, por beticismo. Resisten en el empeño de trabajar por aquello que, en su propio nombre fundacional, es toda una declaración de intenciones: Por nuestro Betis. Resisten bajo las mismas premisas que le han acompañado desde el inicio y que han sido la clave de bóveda sobre la que se han sustentado los cambios: El rigor, la seriedad, la responsabilidad, la dureza en el fondo, la corrección en las formas, el respeto a la discrepancia, la vocación de sumar, la fuerza de la razón, la valentía y, sobre todo, el trabajo. Resisten esos béticos en su camino, con el mismo espíritu del manquepierda al que se vincularon voluntariamente haciendo coincidir su constitución formal con el 60 aniversario del descenso a Tercera, pero llevando ese manquepierda, ese volver a levantarse una y mil veces, a un plano no solo deportivo o de aficionado, sino también accionarial, social, público y jurídico… por el bien del Betis de todos. Por nuestro Betis.
Y resiste, en fin, nuestro Betis. Increíblemente, inexplicablemente, resiste. Sigue caminando, paso a paso, aunque le duelan las entrañas. Pero esta parte se la dejo a Discóbolo, que ya nos lo explicaba hace 50 años:
“El Betis ha pasado al dinamismo del idioma y a la valoración espiritual hispálica como un vocablo y un concepto nuevos, flamante módulo de afirmación y significación personalísimas, de contenido tan original y arrollador, que ha desbordado y absorbido las restantes acepciones de la palabra. Es un caso digno de estudio. Lo he pensado muchas veces, desligándome en absoluto de lo puramente afectivo. Y he seguido la trayectoria del Betis. Me ha sido fácil encontrarlo en el camino, porque no ha conocido más que una línea, la recta. Cuestión de localizarlo, un poco más acá o un poco más allá. Con sus altibajos, pero siempre adelante. A veces caía y quedaba al borde de la cuneta, casi desahuciado, y, de improviso, galvanizado, se erguía asombrosamente en jornadas de triunfos, coronando las cuestas con laureles de victoria. Y siempre solo en el duro y largo caminar. Impresionantemente solo. Sin andaderas, sin más palanca que la fe y el entusiasmo de unos ilusos, pocos, muy pocos. Y lo que es más meritorio, salvando los obstáculos que se cruzaban en su camino, eludiendo dentelladas, mostrando una sorprendente fortaleza y un duro encaje de yunque. Lo que se dice, contra viento y marea. Así llegó a puerto. Así acaba ahora de culminar una de sus espectaculares singladuras. Y esta vez a toda vela, impulsado por soplo de multitudes que le aclaman con entusiasmo. Multitudes de cuya autoridad no puede dudarse porque se forjaron en la lucha y en el sacrificio".
Resiste, Betis. Algún día, más pronto que tarde, te volverás a erguir tan grande cual eres.
Desconozco si el veterano bético que todos llaman Paco sabía, cuando rescató aquel viejo éxito del Dúo Dinámico como herramienta de motivación de una plantilla adocenada, hasta qué punto ese grito iba a convertirse no solo en una declaración de intenciones, sino en el más fiel resumen de la contemporaneidad de nuestro Betis, de esta época que nos ha tocado vivir (o sufrir, según se mire).
“Resistiré”, decían aquellas voces del pasado ye-ye desde la megafonía de nuestra casa de La Palmera. Y a fe mía que caló aquel mensaje en todos aquellos que lo oyeron. Eso sí, de forma distinta, pues cada cual aplica la resistencia en función de sus principios, creencias, deseos y debilidades.
Resiste, no cabe duda, el inspirador de este dogma de fe, este veterano bético. Y lo hace como tal, como bético veterano cuyo beticismo no es cuestionable, y como corredor habitual de fondo, lo que explica su constancia, persistencia y visión largoplacista de las cosas. Resiste en su empeño por sacar adelante un proyecto para su Betis a pesar de quienes lo maldirigen y envilecen, y lo hace convencido de que basta la voluntad para conseguir cambiar a su Betis desde dentro. Loable intento, más aún habida cuenta de que parece ser que lo antepone al dinero, convirtiéndose en un rara avis entre quienes le rodean y quienes le han precedido.
Desgraciadamente, el empeño de este bético puede estar tan abocado al fracaso como lo estuvieron otros nobles empeños que en el pasado intentaron de buena fe cambiar el Betis desde dentro, que es tanto como intentar cambiar a quien no tiene la más mínima intención de hacerlo. No solo fueron empeños deportivos: en primera persona muchos pudimos vivir (y sufrir) la muerte de un Centenario digno, llevado desde la independencia, la ética y el beticismo, frente a la sumisión, la adulación, la laxitud en los principios y la defensa de los intereses de terceras empresas. El que suscribe pudo ver (repito, en primera, primerísima persona) como durante 9 meses hubo un bético que aguantó carros y carretas de su supuesto buen amigo, única y exclusivamente por el bien del Betis, hasta que el busto, el perro y los insultos de su amigo acabaron por desbordar el vaso de la dignidad, que está incluso por encima del Betis. Incluso por encima del Betis, repito.
Desde el conocimiento y la experiencia (corta, pero intensa), lamento decir que se equivoca a mi juicio el veterano bético al que todos llaman Paco, que tiene mi respeto como persona y mi agradecimiento como aficionado. Pero no se equivoca por apostar por el cambio desde dentro, por imposible que parezca: nunca es censurable remar contra el viento si es por causa justa. Se equivoca pensando que el halago y la trágala con el que manda le van a dar más fuerza en ese empeño: su fuerza, su legitimidad moral, le ha venido de la aclamación del beticismo y la prensa. Y la ruina de su proyecto, me temo, puede venir por haber considerado más importante cuidar con chaquetas bordadas y loas públicas a quien no lo quiere, que mantener a su lado a quien ha demostrado quererle, que son multitud. Pero no soy yo quien para juzgarle: Resiste este bético, y si es por el bien del Betis, que siga haciéndolo.
“Resistiré”, dice también, desde su bunker, el omnipresente. Resiste a pesar de los pesares. Resiste habiendo tenido que soltar un 4% de acciones que no era suyo. Resiste a pesar de que incomprensiblemente la afición sigue sin quererle. Resiste en su soledad con la única compañía de un puñado de aduladores a sueldo que le dicen lo que quiere oír. Resiste aconsejado por sus abogados, que intentan desmontar la maraña tejida durante lustros bajo una concepción muy singular del desempeño empresarial. Resiste las Juntas de accionistas, con la añoranza de los otrora besamanos, aguantando que le cuenten las verdades del barquero bajo el único paraguas del botoncito que limita los tiempos. Resiste con singular empeño, a veces impertérrito cual busto de bronce, otras en tal forma cuando no se digna en aparecer por la casa común de los béticos. O no se atreve. Resiste callado cuando vienen torcidas, asomando para soltar alguna gracia de las suyas cuando entra algo la pelotita, aunque tal vez sorprendido de que a estas alturas de la película esas gracias no cosechen ni sonrisas. Resiste cada vez más sumergido en su realidad, esa del 92 y los destructores, esa en la que es un salvador y los que le critican no quieren al Betis. Resiste, y en eso se parece al de antes (solo en eso), desde una visión con perspectiva de las cosas, siempre pensando que basta con ganar tiempo hasta que suene la flauta. Sea dejando la presidencia, convocando elecciones para ésta, anunciando venta de acciones entre los béticos, volviendo al Consejo, anunciando las veces que haga falta el inicio de obras en el estadio (…los diplodocus…), simulando una venta con figurantes… cualquier esperpento es válido con tal de ganar tiempo. El caso es resistir. Y no es extraño que lo haga. No es por vicio. Es por necesidad.
Resisten, como no, no les queda otra pues así lo han elegido o la vida lo ha elegido por ellos, esos que han hipotecado sus principios o su dignidad por un puesto de trabajo. Legítima elección, dicho sea de paso, aunque a mi entender poco o nada disculpable en quienes no conocen aún lo que es la paternidad y las obligaciones familiares, pues cuando uno es libre de esas cargas todavía puede y debe poner su dignidad por delante. En cualquier caso, y con independencia de juicios morales que cada cual puede hacerse mirándose al espejo (alguno incluso pensando, para consolarse, que todos adolecen de su mismo nivel de miseria, amoralidad y amor por el dinero, la figuración y otras debilidades humanas), ya digo: resisten. Con mayor o menor vergüenza por el papel que desempeñan, con singular entusiasmo en su rol de corifeo en algún caso, el caso es resistir, que fuera hace mucho frío y más con la que está cayendo. Resistir, al precio que sea. Total, lo mismo hizo Fausto y no le fue mal durante una época, ya se sabe.
Resisten también, en su coherencia, otros de poco dudoso beticismo, que probablemente vivirían mucho más tranquilos ejercitando su profesión sin meterse en excesivas complicaciones ni apuntar con el dedo al bunker. Pero lo hacen, y no parecen tener intención de dejar de hacerlo, aún cuando eso les genere complicaciones, insultos, reconvenciones, advertencias o censuras. Resisten incluso aunque tengan que escuchar a otro bético, ya digo que buen bético, eso de que “tenemos que defender un poquito lo nuestro”. No sé si el autor de la frase pensará que algunos que se juegan la cara no hacen precisamente eso. Ni sé si creerá que se defiende más al Betis regalando chaquetas bordadas (me repito, lo siento, pero cada uno es esclavo de sus acciones) que denunciando la cesión de sus ingresos, las promesas incumplidas o los insultos hacia nuestra historia. Resisten, digo, algunos elevando su voz que no es privada sino pública, para denunciar el daño que sufre el Betis no solo de extraños sino de propios, o de teóricos propios. Y lo hacen a pecho descubierto, firmando con su nombre aún a riesgo de soportar insultos anónimos de anónimos teclados en los que escriben otros, que está por ver si son más béticos, pero desde luego no son más hombres. Resisten, sin tener porque hacerlo, sin que sea cómodo, por principios algunos, por beticismo otros, porque sí otros tantos.
“Resistiré”, dice también sin palabras el beticismo. Lo dice, sencillamente, estando. Hay cierto senequismo en ese “estar” de los béticos. Es una resistencia no proclamada ni dogmática: sencillamente se resiste desde una concepción del sentimiento futbolístico que tiene también mucho de concepción de la vida. Ya lo contaba Romero Murube declarándose bético por romanticismo, tesón y sevillanía. O Santiago Montoto describiendo la filosofía del bético con el “Ver venir, dejarse ir y tenerse allá”. O la frase que José de las Cuevas relataba haber oído en Villafranca en aquellos años cincuenta: “Con decirle a usted que aquí somos béticos hasta cuando gana”. El bético, el beticismo, resiste. Como ha hecho siempre. Como contaba “Elido”, perdiendo nuestra mirada en lontananza, en una lontananza lejana, muy lejana, remota, remotísima… porque los béticos, el beticismo, nunca resiste porque sí. Ni por derrotismo. Ni por conformismo. Lo hace porque siempre piensa que al día siguiente saldrá el sol. Y algo tendrá esa forma de entender este sentimiento cuando en sus peores años conformó una masa social que hoy llega al millón de personas. Resiste el beticismo en su capacidad de apoyar a los que lucen el escudo en su pecho, aunque no siempre lo merezcan. Resiste el bético en su amor por un club a pesar de sus dirigentes, de la pelotita, de la desvergüenza ajena, de la vergüenza sufrida. Y hace bien en cultivar esa resistencia en el sentimiento, aunque tanta resistencia debería llevar aparejada un mayor y más extenso nivel de compromiso con el presente y el futuro de ese club al que indudablemente tanto se quiere, también cuando la pelota no está en juego.
Resisten también, en ese compromiso extendido menos de lo deseable, no pocos béticos que han llevado su resistencia a ese terreno en el que uno se complica incomprensiblemente la vida. ¿Por? Ni por placer, ni por dinero, ni por ansia de poder, ni por figuración… ¿Por estupidez, pues? Probablemente. Tal vez por coherencia. Tal vez por poder dormir tranquilos teniendo los principios y la praxis razonablemente unidos. Tal vez por renunciar a cadenas y protocolos, que diría Cyrano. Tal vez, sencillamente, por beticismo. Resisten en el empeño de trabajar por aquello que, en su propio nombre fundacional, es toda una declaración de intenciones: Por nuestro Betis. Resisten bajo las mismas premisas que le han acompañado desde el inicio y que han sido la clave de bóveda sobre la que se han sustentado los cambios: El rigor, la seriedad, la responsabilidad, la dureza en el fondo, la corrección en las formas, el respeto a la discrepancia, la vocación de sumar, la fuerza de la razón, la valentía y, sobre todo, el trabajo. Resisten esos béticos en su camino, con el mismo espíritu del manquepierda al que se vincularon voluntariamente haciendo coincidir su constitución formal con el 60 aniversario del descenso a Tercera, pero llevando ese manquepierda, ese volver a levantarse una y mil veces, a un plano no solo deportivo o de aficionado, sino también accionarial, social, público y jurídico… por el bien del Betis de todos. Por nuestro Betis.
Y resiste, en fin, nuestro Betis. Increíblemente, inexplicablemente, resiste. Sigue caminando, paso a paso, aunque le duelan las entrañas. Pero esta parte se la dejo a Discóbolo, que ya nos lo explicaba hace 50 años:
“El Betis ha pasado al dinamismo del idioma y a la valoración espiritual hispálica como un vocablo y un concepto nuevos, flamante módulo de afirmación y significación personalísimas, de contenido tan original y arrollador, que ha desbordado y absorbido las restantes acepciones de la palabra. Es un caso digno de estudio. Lo he pensado muchas veces, desligándome en absoluto de lo puramente afectivo. Y he seguido la trayectoria del Betis. Me ha sido fácil encontrarlo en el camino, porque no ha conocido más que una línea, la recta. Cuestión de localizarlo, un poco más acá o un poco más allá. Con sus altibajos, pero siempre adelante. A veces caía y quedaba al borde de la cuneta, casi desahuciado, y, de improviso, galvanizado, se erguía asombrosamente en jornadas de triunfos, coronando las cuestas con laureles de victoria. Y siempre solo en el duro y largo caminar. Impresionantemente solo. Sin andaderas, sin más palanca que la fe y el entusiasmo de unos ilusos, pocos, muy pocos. Y lo que es más meritorio, salvando los obstáculos que se cruzaban en su camino, eludiendo dentelladas, mostrando una sorprendente fortaleza y un duro encaje de yunque. Lo que se dice, contra viento y marea. Así llegó a puerto. Así acaba ahora de culminar una de sus espectaculares singladuras. Y esta vez a toda vela, impulsado por soplo de multitudes que le aclaman con entusiasmo. Multitudes de cuya autoridad no puede dudarse porque se forjaron en la lucha y en el sacrificio".
Resiste, Betis. Algún día, más pronto que tarde, te volverás a erguir tan grande cual eres.
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