Allí estaba yo sentado con otros ilustres foreros, y no todos del mismo palo con con las mismas ideas. Es lo que tiene el Betis, que no hay que tener pensamiento único para poder hablar y discutir del Betis. Es una de las cosas que más me gusta. Unas cervecitas, algún tinto de verano y la noche sevillana y veraniega para opinar, para contar, para decir qué es el Betis.
Enfrente tenía a aquel hombretón, humilde, preocupado por su Betis, pero también íntegro, con esa integridad que uno envidia, con ese saber estar que le lleva a saber protestar sin necesidad de ser abanderado de nada, ni extremo, ni peligroso. Su edad...??? pues como uno mismo, cuarentón. Pero me dejó sorprendido con lo que me contó. Y no porque fuese la historia más valiente del mundo, ni la más trepidante... era sólo parte de su historia, de su vida.
Y empezando porque era bético, me contó que esos ideales que impregnan su beticismo, esos ideales en los que cree y le fueron transmitidos directamente desde la cuna los tenía tan arraigados que en difíciles momentos de su vida, cuando uno no tiene para comprar el paquete mayoritario y casi ni para pensar en cómo comprar la comida de la semana que viene, los valores de solidaridad, de respeto, de esfuerzo y sacrificio envueltos en un verdiblanco marcado a fuego le ayudaron a superarse, a salir de malos, muy malos momentos y conseguir hacerse un hueco laboral que derivó en una mejor calidad de vida.
Sus ojos decían antes la verdad incluso que sus palabras, y sus ojos brillaban antes de pronunciar esas palabras, profundas, sinceras. Y yo vi en sus ojos ese Betis vapuleado, perdido, empeñado por las pelotitas que entran o dan en el poste, vi en sus ojos la demostración de que sin hombres como él, sin mujeres como otras que he conocido gracias al Betis, ese sentimiento sería un simple, frío y duro bloque de nada en el que un balón correría por el césped apagado y unas gradas pobladas por mercaderes en vez de por niños ilusionados desde que pisan el último escalón del vomitorio del Campo del Betis.
Alguno podría preguntarse, como otras historias, si en ésta hay algo de verdad. En ésta todo es cierto, desde las cervecitas hasta el bloque frío y duro, todo es verdad, y somos garantes de que nunca es esfumen esos sentimientos. Gracias, Bético, qué gran historia me contaste, tu historia.
Enfrente tenía a aquel hombretón, humilde, preocupado por su Betis, pero también íntegro, con esa integridad que uno envidia, con ese saber estar que le lleva a saber protestar sin necesidad de ser abanderado de nada, ni extremo, ni peligroso. Su edad...??? pues como uno mismo, cuarentón. Pero me dejó sorprendido con lo que me contó. Y no porque fuese la historia más valiente del mundo, ni la más trepidante... era sólo parte de su historia, de su vida.
Y empezando porque era bético, me contó que esos ideales que impregnan su beticismo, esos ideales en los que cree y le fueron transmitidos directamente desde la cuna los tenía tan arraigados que en difíciles momentos de su vida, cuando uno no tiene para comprar el paquete mayoritario y casi ni para pensar en cómo comprar la comida de la semana que viene, los valores de solidaridad, de respeto, de esfuerzo y sacrificio envueltos en un verdiblanco marcado a fuego le ayudaron a superarse, a salir de malos, muy malos momentos y conseguir hacerse un hueco laboral que derivó en una mejor calidad de vida.
Sus ojos decían antes la verdad incluso que sus palabras, y sus ojos brillaban antes de pronunciar esas palabras, profundas, sinceras. Y yo vi en sus ojos ese Betis vapuleado, perdido, empeñado por las pelotitas que entran o dan en el poste, vi en sus ojos la demostración de que sin hombres como él, sin mujeres como otras que he conocido gracias al Betis, ese sentimiento sería un simple, frío y duro bloque de nada en el que un balón correría por el césped apagado y unas gradas pobladas por mercaderes en vez de por niños ilusionados desde que pisan el último escalón del vomitorio del Campo del Betis.
Alguno podría preguntarse, como otras historias, si en ésta hay algo de verdad. En ésta todo es cierto, desde las cervecitas hasta el bloque frío y duro, todo es verdad, y somos garantes de que nunca es esfumen esos sentimientos. Gracias, Bético, qué gran historia me contaste, tu historia.
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