... y helao me via quea como no los venda!!
Cualquiera que haya veraneado en Matalascañas ha oído alguna vez esta cancioncilla, ese almonteño con su trompetilla inconfundible y al que si he de comprar algo será a él aunque me esté muriendo y se haga larga la espera, porque por el mismo precio te ofrece algo que el marroquí y el rumano no te ofrecen, arte, familiaridad, tradición y sobretodo recuerdos, de cuando eras un niño y sin pensar en nada, te traía aquello con palo que refrescaba.
Y ojo, que por si no lo sabeis, este hombre, tiene dinero para enterrarnos a más de uno, así que opto por pensar que lo sigue haciendo por aquello que no tiene precio y es verse rodeado de niños sonrientes.
Y aquí que estamos mas o menos en las mismas, se venden helados, helados y nada más y a un precio abusivo, algo que te tiran a la cara con desidia sin importar en que manos caiga.
Se venden helados, que no hombre que no, que vosotros no vendeis helados, que lo que vendeis son cosas frías y sin corazón, se venden helados que se han tirado en una caja simplemente mirando cuánto dinero se va a sacar por la mercancía, se venden no ya helados, sino cosas con las que ganar dinero, que más da quien la compre o lo que venda, lo que quiero es que esa caja llena de helados se transforme en billetes.
Se venden helados, helados, patatas y lo que haga falta con tal de hacer caja.
Pero será que soy raro, será que soy tonto, porque prefiero el helado derretido, aquel que viene desde lo palos caminando, aquel que cuesta que llegue a mí, el helado derretido pero colocado en la caja con cariño, el helado derretido porque si hay que pararse 10 minutos a tocar la trompeta se para uno y no hay más que hablar, que si a la altura del Flamero se ha derretido da igual, porque se han derretido haciendo felices a niños y los que no lo son tanto, helados derretidos por el trabajo, helados derretidos que vienen con una sonrisa, helados colocados con esmero en una caja y que si no se venden no pasa nada, la ganancia es otra.
Y ahora tengo que estar toda la semana oyendo que se vende el Betis, lo que hay que oir, se vende el Betis, pues lo siento, tú no vendes el Betis...
... y por supuesto mucho menos helados.
Cualquiera que haya veraneado en Matalascañas ha oído alguna vez esta cancioncilla, ese almonteño con su trompetilla inconfundible y al que si he de comprar algo será a él aunque me esté muriendo y se haga larga la espera, porque por el mismo precio te ofrece algo que el marroquí y el rumano no te ofrecen, arte, familiaridad, tradición y sobretodo recuerdos, de cuando eras un niño y sin pensar en nada, te traía aquello con palo que refrescaba.
Y ojo, que por si no lo sabeis, este hombre, tiene dinero para enterrarnos a más de uno, así que opto por pensar que lo sigue haciendo por aquello que no tiene precio y es verse rodeado de niños sonrientes.
Y aquí que estamos mas o menos en las mismas, se venden helados, helados y nada más y a un precio abusivo, algo que te tiran a la cara con desidia sin importar en que manos caiga.
Se venden helados, que no hombre que no, que vosotros no vendeis helados, que lo que vendeis son cosas frías y sin corazón, se venden helados que se han tirado en una caja simplemente mirando cuánto dinero se va a sacar por la mercancía, se venden no ya helados, sino cosas con las que ganar dinero, que más da quien la compre o lo que venda, lo que quiero es que esa caja llena de helados se transforme en billetes.
Se venden helados, helados, patatas y lo que haga falta con tal de hacer caja.
Pero será que soy raro, será que soy tonto, porque prefiero el helado derretido, aquel que viene desde lo palos caminando, aquel que cuesta que llegue a mí, el helado derretido pero colocado en la caja con cariño, el helado derretido porque si hay que pararse 10 minutos a tocar la trompeta se para uno y no hay más que hablar, que si a la altura del Flamero se ha derretido da igual, porque se han derretido haciendo felices a niños y los que no lo son tanto, helados derretidos por el trabajo, helados derretidos que vienen con una sonrisa, helados colocados con esmero en una caja y que si no se venden no pasa nada, la ganancia es otra.
Y ahora tengo que estar toda la semana oyendo que se vende el Betis, lo que hay que oir, se vende el Betis, pues lo siento, tú no vendes el Betis...
... y por supuesto mucho menos helados.
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