Veo en ella más de cien años de historia con un tropiezo que va camino de una pesadilla. Veo en ella a Añino fundando el tenis Betis, veo a Papa Jones buscando dinero para los balones e incluso balones y camisetas entre los barcos ingleses. Veo incluso a través de mi acción los filetes empanados de la santa señora esposa de Alfonso Jaramillo. Veo la cara de satisfacción de Pedro Buenaventura cuando le agasajan los sevillanos. Veo la catedral llena de béticos despidiendo a Eusebio.
Veo la palmera llena de béticos camino del campo del Betis. También veo peñas y más peñas que celebran el día más grande del beticismo. Veo ilusión en la cara de un niño vestido con la camiseta que ha heredado de su padre. Veo en esa acción una barandilla del gol norte y veo las colas en fondo para sacarme el carné cada año. Veo el primer día que fuí al campo del Betis, y cuando llevé a mi hijo, incluso veo el Mundial 82, y los partidos de la selección, con mi camiseta, mi vieja camiseta. Veo una bandera del centenario que saca de la bolsa un niño en navidades. Veo a mi amigo Pazzo en Cataluña levantando una federación de peñas béticas sin igual. Veo a aquel monstruo de medias bajadas, también veo a tantos presidentes que hicieron Betis, a tantos y tantos béticos que a través de mi acción sienten que el Betis es de los béticos que no, Señora Farusa, no estoy de acuerdo con lo que usted hace y no pienso venderle mi acción aunque me muera de hambre.
Esta pobrecita y desvalida acción está junto a otras muchas unida como los cimientos de un faro, un obelisco de seriedad frente a los desmanes de quienes sean. Porque a través de mi acción, aunque sea la única que quede frente a un monstruoso conglomerado de Farusas y Encadesas, siento que vive el Betis, y creo que no soy el único.
Le repito, aunque me muera de hambre, mi acción, mi humilde acción, la heredará mi hijo, y le haré ver y le enseñaré lo que es el Betis.
Gracias porque con su actitud, señora Farusa, no hace más que darme la razón.
Veo la palmera llena de béticos camino del campo del Betis. También veo peñas y más peñas que celebran el día más grande del beticismo. Veo ilusión en la cara de un niño vestido con la camiseta que ha heredado de su padre. Veo en esa acción una barandilla del gol norte y veo las colas en fondo para sacarme el carné cada año. Veo el primer día que fuí al campo del Betis, y cuando llevé a mi hijo, incluso veo el Mundial 82, y los partidos de la selección, con mi camiseta, mi vieja camiseta. Veo una bandera del centenario que saca de la bolsa un niño en navidades. Veo a mi amigo Pazzo en Cataluña levantando una federación de peñas béticas sin igual. Veo a aquel monstruo de medias bajadas, también veo a tantos presidentes que hicieron Betis, a tantos y tantos béticos que a través de mi acción sienten que el Betis es de los béticos que no, Señora Farusa, no estoy de acuerdo con lo que usted hace y no pienso venderle mi acción aunque me muera de hambre.
Esta pobrecita y desvalida acción está junto a otras muchas unida como los cimientos de un faro, un obelisco de seriedad frente a los desmanes de quienes sean. Porque a través de mi acción, aunque sea la única que quede frente a un monstruoso conglomerado de Farusas y Encadesas, siento que vive el Betis, y creo que no soy el único.
Le repito, aunque me muera de hambre, mi acción, mi humilde acción, la heredará mi hijo, y le haré ver y le enseñaré lo que es el Betis.
Gracias porque con su actitud, señora Farusa, no hace más que darme la razón.
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