Pedazo de artículo hoy en ABC escrito por un miembro del Consejo Audiovisual de Andalucía... Nadie con un mínimo de prestigio intelectual defiende al ditero...
CARLOS DEL BARCO
Ni usted, ni el señor León ni ninguno de los presuntos directivos y consejeros que, después de pavonearse (???) el pasado domingo en el palco, tienen todas las trazas de haberse plegado a acatar servilmente la consigna de no rendir homenaje a Eusebio Ríos ni en el día de su entierro, ni en persona, ni mediante representación, ni siquiera con una corona de flores, según cuentan con estupor los que sí estuvieron y le lloraron.
Es igual aunque no da lo mismo y es igual porque el Betis eterno, el de siempre, el que usted y su depauperada cohorte de aduladores nunca entenderá desde su alicorto concepto azulejista y de pan de oro, ya homenajeó a Eusebio en 1967, sí un 31 de agosto de hace 41 años ante el Estudiantes de La Plata en el viejo Villamarín que aún existe y mira a Heliópolis. Y muchos béticos lo han hecho asistiendo al entierro a acompañar a otro buen bético, su hijo Roberto Ríos.
¿Un funeral el próximo 22 de mayo? ¿No le parece un poquito tarde ante quien nos dio lo mejor de sí durante una década y quien, junto a Lorenzo Serra Ferrer, pilotó el más ilusionante Betis de los últimos años? Es su estilo, la impronta que ha querido imponer sin éxito a quienes nos da igual su esforzada biografía y usted sabrá los réditos del exiguo ahorro de evitar un viaje al Norte de España.
Hace varias semanas, Jorge Vila (¿le suena?), quien no quería morirse sin pisar por última vez el Benito Villamarín, lloraba como un niño al verse reconocido y recordado por varios béticos en su último viaje, según contaba él mismo, a la Sevilla que tanto quiso. No sabemos las lágrimas que derramaría al meditar sobre la actitud de un club que no le abrió ni el palco: entró gracias a una entrada conseguida por un familiar de su amigo Quico Grau (¿Le sigue sonando?).
Haga lo que crea oportuno con sus «encadesas», «tegasas», «incecosas»...y demás acrósticos que nada nos importan por encima de unas trece barras necesitadas, más que nunca, de esa imprescindible catarsis que, al menos, pueda contagiar a los que las gestionan de algo que parece les es tan ajeno como el señorío, la grandeza, el saber estar, la gratitud hacia los suyos y ese largo etcétera que desgraciadamente hace falta recordar por sus lares con más frecuencia de la deseada.
CARLOS DEL BARCO
Ni usted, ni el señor León ni ninguno de los presuntos directivos y consejeros que, después de pavonearse (???) el pasado domingo en el palco, tienen todas las trazas de haberse plegado a acatar servilmente la consigna de no rendir homenaje a Eusebio Ríos ni en el día de su entierro, ni en persona, ni mediante representación, ni siquiera con una corona de flores, según cuentan con estupor los que sí estuvieron y le lloraron.
Es igual aunque no da lo mismo y es igual porque el Betis eterno, el de siempre, el que usted y su depauperada cohorte de aduladores nunca entenderá desde su alicorto concepto azulejista y de pan de oro, ya homenajeó a Eusebio en 1967, sí un 31 de agosto de hace 41 años ante el Estudiantes de La Plata en el viejo Villamarín que aún existe y mira a Heliópolis. Y muchos béticos lo han hecho asistiendo al entierro a acompañar a otro buen bético, su hijo Roberto Ríos.
¿Un funeral el próximo 22 de mayo? ¿No le parece un poquito tarde ante quien nos dio lo mejor de sí durante una década y quien, junto a Lorenzo Serra Ferrer, pilotó el más ilusionante Betis de los últimos años? Es su estilo, la impronta que ha querido imponer sin éxito a quienes nos da igual su esforzada biografía y usted sabrá los réditos del exiguo ahorro de evitar un viaje al Norte de España.
Hace varias semanas, Jorge Vila (¿le suena?), quien no quería morirse sin pisar por última vez el Benito Villamarín, lloraba como un niño al verse reconocido y recordado por varios béticos en su último viaje, según contaba él mismo, a la Sevilla que tanto quiso. No sabemos las lágrimas que derramaría al meditar sobre la actitud de un club que no le abrió ni el palco: entró gracias a una entrada conseguida por un familiar de su amigo Quico Grau (¿Le sigue sonando?).
Haga lo que crea oportuno con sus «encadesas», «tegasas», «incecosas»...y demás acrósticos que nada nos importan por encima de unas trece barras necesitadas, más que nunca, de esa imprescindible catarsis que, al menos, pueda contagiar a los que las gestionan de algo que parece les es tan ajeno como el señorío, la grandeza, el saber estar, la gratitud hacia los suyos y ese largo etcétera que desgraciadamente hace falta recordar por sus lares con más frecuencia de la deseada.
Comentario