¿qué pasa cuando el objeto que lanza un desalmado alcanza a un árbitro, a un jugador, a un entrenador o a quien sea? Pues que las autoridades toman el camino más fácil: al infractor le ponen una multa y al club le cierran el campo. Tremenda injusticia. Por esa regla de tres, si yo mañana voy a Port Aventura y le pego un piñazo a un empleado del parque, ¿qué pasa, cierran Port Aventura o me pegan un multazo de dos pares? Pues ocurriría esto último, y estaría en razón. ¿Por qué, entonces, un club ha de responsabilizarse de la acción aislada de un ********** que decide embotellar su odio y le lanza a cualquiera —árbitro, entrenador o jugador— ese odio embotellado? ¿Cierran acaso una plaza de toros si un tío, cabreado por lo que considera una mala faena del diestro, lanza un objeto desde el tendido y lesiona al torero? ¿Cierran un restaurante si un cliente, harto de esperar o por considerar que lo están tratando mal, le pega dos puñetazos a un camarero?
El fútbol se desmadra en todo, y en esto de que un aficionado lance algo contra el campo y lesione a alguien, más. Quienes están dispuestos a ir a formar un lío a un campo saben que la repercusión de su «hazaña» vale la pena una multa, más el desahogo de la canallada. La mano dura hay que emplearla contra el infractor. O sea, menos cierre de campos y más encierro al de la botella, la navaja, el paraguas, el mechero o lo que sea. Cuando a un tío de estos le caiga encima una dura condena, y no le valgan subterfugios de fianzas ni otras ventajas, ya veríamos cuántos iban a pensárselo dos veces antes de lanzar algo. Porque si la solución va a ser una multita de nada —es una multita, comparada con la que lían esos botellazos— y el cierre del campo, que cierren ferias si un camorrista origina una avería en un cacharro de las atracciones y se lesionan seis clientes. Y si es por despropósitos, que cierren el Comité de Disciplina Deportiva.
El fútbol se desmadra en todo, y en esto de que un aficionado lance algo contra el campo y lesione a alguien, más. Quienes están dispuestos a ir a formar un lío a un campo saben que la repercusión de su «hazaña» vale la pena una multa, más el desahogo de la canallada. La mano dura hay que emplearla contra el infractor. O sea, menos cierre de campos y más encierro al de la botella, la navaja, el paraguas, el mechero o lo que sea. Cuando a un tío de estos le caiga encima una dura condena, y no le valgan subterfugios de fianzas ni otras ventajas, ya veríamos cuántos iban a pensárselo dos veces antes de lanzar algo. Porque si la solución va a ser una multita de nada —es una multita, comparada con la que lían esos botellazos— y el cierre del campo, que cierren ferias si un camorrista origina una avería en un cacharro de las atracciones y se lesionan seis clientes. Y si es por despropósitos, que cierren el Comité de Disciplina Deportiva.