Memorias del 17 y el 92
Escrito por Alberto García Reyes
jueves, 10 de enero de 2008
Allí donde la toques, la memoria duele. Ya lo escribió Cervantes: “¡Oh, memoria, enemiga mortal de mi descanso!”. El memorable Joaquín Sánchez te azotó al caer la noche. Porque él es memoria de un Betis inolvidable. Tú, bético, que siempre has querido mirar al frente, que jamás pensaste que cualquier tiempo pasado fue mejor, que te rebelaste por dentro en cada abúlico “manque pierda”, estás siendo maltratado por tu recuerdo enemigo. No ha mucho que gozaste de las rosas y ahora la memoria te clava sus espinas. ¿Cómo era aquello de Juan Ramón? “La rosa es la rosa, no me la toquéis”. Pero hubo de quitarse la careta el jardinero para que tu Betis te diera grima. Vendió las mejores rosas del vergel verdiblanco y todavía no se sabe a dónde fue a parar el dinero.
Tú, bético, que aún te zahieres rotulando el 17 en la camiseta de tu chiquillo, has llegado ya al hastío, a un enojo permanente que culmina tu escalera de desengaños. Ya no quedan más peldaños. Ya puedes tocar la vergüenza con tus manos. Porque a ti no te importa pulular por campos de la Segunda División. Eso ya lo has demostrado. Lo que te duele es sentir que ya no eres nadie, que no significas nada, que tu garganta se desgañitará sin que nadie te escuche. Tú, bético, estás harto porque eres impotente. Porque te sonrojas escuchando a un testaferro de trapo decir que el fichaje de José Mari fue una imposición de Cúper que él no aprobó. Como si él pudiera aprobar o desaprobar algo. Estás cansado porque te acharas cuando ves al de Jabugo por la tele. Porque te hiere cada palabra suya. Porque has dejado de creer. Has perdido la fe. Y ahora, encima, viene a arañarte la cara la memoria, oh, memoria, enemiga mortal de tu descanso. Tu símbolo, tu último ídolo, tu más reciente gordillo, te ha pegado dos zarpazos que no aciertas a comprender. Pero allí donde la toques, la memoria duele. Y si Lopera tiene memoria, si la codicia no le ha borrado los recuerdos, habrá sentido vergüenza de sí mismo, se habrá manchado las manos con la tinta del fracaso.
Tú, bético, que todo has sido capaz de aguantarlo en cien años, ahora te hundes. Y yo te comprendo. Has visto entrar en tu casa a tu hermano para vengarse de quien dice ser tu padre. Y, de súbito, has sentido la necesidad de vengarte tú también. Pero tú no puedes hacer nada en este Betis usurpado por un autócrata embebido por la vanidad. Sólo puedes cerrar los ojos y soñar. Recordar. Llorar. Sabes que has entrado en un túnel sin vuelta atrás y que, tarde o temprano, te despertarás, descalabrado, en algún abismo perdido del fútbol. Allí donde la toques, la memoria duele tanto que acabará matándote. Quien resiste gana, sí. Pero ver a Joaquín en tu casa triunfando con otra camiseta es algo que no se puede resistir. Lopera, no lo dudes más, bético del alma, sigue aferrándose a la más triste greguería: “Tenía tan mala memoria que se olvidó de que tenía mala memoria y se acordó de todo”. Tenía tan mala memoria que sólo se acordaba del 92.
Escrito por Alberto García Reyes
jueves, 10 de enero de 2008
Allí donde la toques, la memoria duele. Ya lo escribió Cervantes: “¡Oh, memoria, enemiga mortal de mi descanso!”. El memorable Joaquín Sánchez te azotó al caer la noche. Porque él es memoria de un Betis inolvidable. Tú, bético, que siempre has querido mirar al frente, que jamás pensaste que cualquier tiempo pasado fue mejor, que te rebelaste por dentro en cada abúlico “manque pierda”, estás siendo maltratado por tu recuerdo enemigo. No ha mucho que gozaste de las rosas y ahora la memoria te clava sus espinas. ¿Cómo era aquello de Juan Ramón? “La rosa es la rosa, no me la toquéis”. Pero hubo de quitarse la careta el jardinero para que tu Betis te diera grima. Vendió las mejores rosas del vergel verdiblanco y todavía no se sabe a dónde fue a parar el dinero.
Tú, bético, que aún te zahieres rotulando el 17 en la camiseta de tu chiquillo, has llegado ya al hastío, a un enojo permanente que culmina tu escalera de desengaños. Ya no quedan más peldaños. Ya puedes tocar la vergüenza con tus manos. Porque a ti no te importa pulular por campos de la Segunda División. Eso ya lo has demostrado. Lo que te duele es sentir que ya no eres nadie, que no significas nada, que tu garganta se desgañitará sin que nadie te escuche. Tú, bético, estás harto porque eres impotente. Porque te sonrojas escuchando a un testaferro de trapo decir que el fichaje de José Mari fue una imposición de Cúper que él no aprobó. Como si él pudiera aprobar o desaprobar algo. Estás cansado porque te acharas cuando ves al de Jabugo por la tele. Porque te hiere cada palabra suya. Porque has dejado de creer. Has perdido la fe. Y ahora, encima, viene a arañarte la cara la memoria, oh, memoria, enemiga mortal de tu descanso. Tu símbolo, tu último ídolo, tu más reciente gordillo, te ha pegado dos zarpazos que no aciertas a comprender. Pero allí donde la toques, la memoria duele. Y si Lopera tiene memoria, si la codicia no le ha borrado los recuerdos, habrá sentido vergüenza de sí mismo, se habrá manchado las manos con la tinta del fracaso.
Tú, bético, que todo has sido capaz de aguantarlo en cien años, ahora te hundes. Y yo te comprendo. Has visto entrar en tu casa a tu hermano para vengarse de quien dice ser tu padre. Y, de súbito, has sentido la necesidad de vengarte tú también. Pero tú no puedes hacer nada en este Betis usurpado por un autócrata embebido por la vanidad. Sólo puedes cerrar los ojos y soñar. Recordar. Llorar. Sabes que has entrado en un túnel sin vuelta atrás y que, tarde o temprano, te despertarás, descalabrado, en algún abismo perdido del fútbol. Allí donde la toques, la memoria duele tanto que acabará matándote. Quien resiste gana, sí. Pero ver a Joaquín en tu casa triunfando con otra camiseta es algo que no se puede resistir. Lopera, no lo dudes más, bético del alma, sigue aferrándose a la más triste greguería: “Tenía tan mala memoria que se olvidó de que tenía mala memoria y se acordó de todo”. Tenía tan mala memoria que sólo se acordaba del 92.
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