Rastreando Internet me encuentro con este artículo publicado en 1996
Domingo, 21 de enero de 1996. AÑO VIII NUMERO 2.25PRECIO CON LA REVISTA: 275 PTS
Cómo Sanz se hizo rico
Diez años han bastado a Lorenzo Sanz para pasar de trabajar en la notaría de Blas Piñar a presidir el Real Madrid. En medio figuran sus oscuros negocios inmobiliarios, las sospechosas recalificaciones de terrenos y sus «amistades» en el Ayuntamiento de Madrid que le han convertido en millonario. Pero él no es el único dirigente del fútbol español con un oscuro pasado. El periodista MIGUEL ANGEL NIETO pone al descubierto en «Negocio redondo», libro que publica la próxima semana la editorial Temas de Hoy, las ambiciones ocultas de unos hombres que han convertido el mundo del fútbol en el mejor pelotazo de su carrera. Extractamos los capítulos dedicados a los presidentes del Real Madrid, el Betis y el Sevilla.
A diferencia de su otrora colega futbolístico, al presidente del Betis sí le chorrea el dinero. Nadie se atreve a calcular la fortuna de Manuel Ruiz de Lopera, amasada en sociedad con algunos de los responsables de la crisis del Banco de Valladolid. Entre otros cientos de inmuebles, solares y latifundios es dueño de la Inmobiliaria Centro Colón, S.A. (Incecosa), propietaria a su vez de las torres gemelas de la madrileña Plaza de Colón y del Centro Colón, en otro tiempo sede de Rumasa. Entre los socios del Betis tiene a Felipe González. Y entre los ilustres inquilinos de sus propiedades encabeza el listado José María Aznar, ya que Ruiz de Lopera es también dueño de la sede central del PP en Madrid, en la calle Génova.
Lopera empezó en los negocios a finales de los cincuenta. Vendía electrodomésticos variados, siempre a crédito. Hacía firmar un buen taco de letras por un televisor y al primer fallo en los pagos retiraba el cacharro, sin devolver las cantidades ya cobradas, y si podía lo revendía. Poco a poco pasó a los frigoríficos, a las estufas de gas, a las tostadoras de pan, a las básculas de baño, a los secadores, a las lavadoras, deambuló una temporada por las loterías de barrio y fue creando su propio circuito de ingresos a corto plazo a partir de las economías domésticas.
Hoy en día sigue viviendo en El Fontanar. Ha comprado toda la manzana en la que antes tenía su humilde casa y se ha construido una mansión de magnate. Miles de metros cuadrados de jardín y en medio su propio teatro, un magnífico salón en el que actúan en privado, cuando él o su esposa cumplen años, Rocío Jurado, Manolo Escobar o Juanito Valderrama.
Manuel Ruiz de Lopera se ocupó de que por medio de la compra del Sevilla se metiera su amigo Francisco Escobar, quien decía estar comprando el Sevilla en nombre propio pero con dinero ajeno, si bien meses después de haber hecho el desembolso (225 millones de pesetas por el 32% del club) ni confirmaba ni desmentía que el tal dinero procediera de empresas vinculadas directa o indirectamente al editor Antonio Asensio, presidente del Consejo de Administración de Antena 3 Televisión.
Y es que es probable que al señor Ruiz de Lopera le agradara que el Sevilla pasara a manos de un fiduciario como Francisco Escobar, un ex magistrado que mandó a hacer puñetas las puñetas de juez cuando se vio atrapado por el mismo juzgado del que había sido titular. Escobar fue en 1993 a declarar como inculpado por dos presuntos delitos, uno de prevaricación y otro de infidelidad en la custodia de documentos públicos, es decir, ocultamiento de pruebas. En 1985 Escobar instruyó el sumario sobre la extraña muerte de Juan José Sánchez, alias «Niño Kiko». Un policía le había reventado el cráneo de un balazo por intentar huir.
Esa era la versión policial, dada por válida por el juez Escobar, quien archivó el caso. Y es que el juez, hoy dirigente del balón, no incorporó a las diligencias la bala que causó la muerte al «Niño Kiko», a pesar de que estaba localizada; tampoco realizó un peritaje balístico del arma homicida ni tomó declaración a los testigos directos, confidentes de la Policía que contemplaron el disparo o amigos de la víctima que habían sido igualmente detenidos, y, además, no incluyó el informe del forense, el catedrático de Medicina Legal Luis Frontela, que aseguraba que el cadáver presentaba tres orificios de bala y golpes en la boca, además de un diente roto. Y que no existía rastro físico de que se hubiera quitado las esposas.
Domingo, 21 de enero de 1996. AÑO VIII NUMERO 2.25PRECIO CON LA REVISTA: 275 PTS
Cómo Sanz se hizo rico
Diez años han bastado a Lorenzo Sanz para pasar de trabajar en la notaría de Blas Piñar a presidir el Real Madrid. En medio figuran sus oscuros negocios inmobiliarios, las sospechosas recalificaciones de terrenos y sus «amistades» en el Ayuntamiento de Madrid que le han convertido en millonario. Pero él no es el único dirigente del fútbol español con un oscuro pasado. El periodista MIGUEL ANGEL NIETO pone al descubierto en «Negocio redondo», libro que publica la próxima semana la editorial Temas de Hoy, las ambiciones ocultas de unos hombres que han convertido el mundo del fútbol en el mejor pelotazo de su carrera. Extractamos los capítulos dedicados a los presidentes del Real Madrid, el Betis y el Sevilla.
A diferencia de su otrora colega futbolístico, al presidente del Betis sí le chorrea el dinero. Nadie se atreve a calcular la fortuna de Manuel Ruiz de Lopera, amasada en sociedad con algunos de los responsables de la crisis del Banco de Valladolid. Entre otros cientos de inmuebles, solares y latifundios es dueño de la Inmobiliaria Centro Colón, S.A. (Incecosa), propietaria a su vez de las torres gemelas de la madrileña Plaza de Colón y del Centro Colón, en otro tiempo sede de Rumasa. Entre los socios del Betis tiene a Felipe González. Y entre los ilustres inquilinos de sus propiedades encabeza el listado José María Aznar, ya que Ruiz de Lopera es también dueño de la sede central del PP en Madrid, en la calle Génova.
Lopera empezó en los negocios a finales de los cincuenta. Vendía electrodomésticos variados, siempre a crédito. Hacía firmar un buen taco de letras por un televisor y al primer fallo en los pagos retiraba el cacharro, sin devolver las cantidades ya cobradas, y si podía lo revendía. Poco a poco pasó a los frigoríficos, a las estufas de gas, a las tostadoras de pan, a las básculas de baño, a los secadores, a las lavadoras, deambuló una temporada por las loterías de barrio y fue creando su propio circuito de ingresos a corto plazo a partir de las economías domésticas.
Hoy en día sigue viviendo en El Fontanar. Ha comprado toda la manzana en la que antes tenía su humilde casa y se ha construido una mansión de magnate. Miles de metros cuadrados de jardín y en medio su propio teatro, un magnífico salón en el que actúan en privado, cuando él o su esposa cumplen años, Rocío Jurado, Manolo Escobar o Juanito Valderrama.
Manuel Ruiz de Lopera se ocupó de que por medio de la compra del Sevilla se metiera su amigo Francisco Escobar, quien decía estar comprando el Sevilla en nombre propio pero con dinero ajeno, si bien meses después de haber hecho el desembolso (225 millones de pesetas por el 32% del club) ni confirmaba ni desmentía que el tal dinero procediera de empresas vinculadas directa o indirectamente al editor Antonio Asensio, presidente del Consejo de Administración de Antena 3 Televisión.
Y es que es probable que al señor Ruiz de Lopera le agradara que el Sevilla pasara a manos de un fiduciario como Francisco Escobar, un ex magistrado que mandó a hacer puñetas las puñetas de juez cuando se vio atrapado por el mismo juzgado del que había sido titular. Escobar fue en 1993 a declarar como inculpado por dos presuntos delitos, uno de prevaricación y otro de infidelidad en la custodia de documentos públicos, es decir, ocultamiento de pruebas. En 1985 Escobar instruyó el sumario sobre la extraña muerte de Juan José Sánchez, alias «Niño Kiko». Un policía le había reventado el cráneo de un balazo por intentar huir.
Esa era la versión policial, dada por válida por el juez Escobar, quien archivó el caso. Y es que el juez, hoy dirigente del balón, no incorporó a las diligencias la bala que causó la muerte al «Niño Kiko», a pesar de que estaba localizada; tampoco realizó un peritaje balístico del arma homicida ni tomó declaración a los testigos directos, confidentes de la Policía que contemplaron el disparo o amigos de la víctima que habían sido igualmente detenidos, y, además, no incluyó el informe del forense, el catedrático de Medicina Legal Luis Frontela, que aseguraba que el cadáver presentaba tres orificios de bala y golpes en la boca, además de un diente roto. Y que no existía rastro físico de que se hubiera quitado las esposas.
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