¿Por qué sigue Chaparro?
Quizás muchos béticos se hagan hoy esta pregunta. Lopera, por fortuna ya en su domicilio con el alta médica, es el único que toma decisiones de este calado y no atiende a las razones que le expone su entorno. Elude la respuesta el máximo accionista, aunque si lo hiciera sus argumentos irían por aquí: no está el Betis en puestos de descenso, tiene un colchón de tres puntos con respecto a la zona maldita, no ha habido un resultado catastrófico y, sobre todo, no hay un plan B con nombre y apellidos. Ahí nace y muere la extraña permanencia en el cargo de Chaparro. Simplemente.
Ya echó Lopera a Griguol en enero de 2000 cuando el equipo estaba fuera del descenso y no sirvió de mucho finiquitar al argentino. Las últimas finales las ha salvado Chaparro con empates y no con una derrota que pudiera sentenciarle. Y el sustituto más accesible es José María Nogués, un técnico con currículum similar al del trianero —aunque mucho más joven— y que viene del mismo sitio, el filial. Antes de agotar la última bala, Lopera prefiere esperar, esperar.
Pero, mientras, el Betis se da cuenta de que es rival directo del Osasuna porque no le puede ganar. Se congratula el técnico por mantener la portería a cero ante el equipo que. con diferencia, menos tantos marca fuera de casa. El Osasuna sólo ha celebrado ocho y nunca ganó lejos de Pamplona. La grada ya se echa encima de un Chaparro que utilizó la previa no para incentivar a los suyos, sino para justificar lo que ya no tenía solución, el partido de Palma. Son doce puntos en quince partidos y una lánguida sensación de hastío, pesadez, incapacidad y... descenso.
Si Chaparro se salva de ésta es que Lopera es un bendito.
Quizás muchos béticos se hagan hoy esta pregunta. Lopera, por fortuna ya en su domicilio con el alta médica, es el único que toma decisiones de este calado y no atiende a las razones que le expone su entorno. Elude la respuesta el máximo accionista, aunque si lo hiciera sus argumentos irían por aquí: no está el Betis en puestos de descenso, tiene un colchón de tres puntos con respecto a la zona maldita, no ha habido un resultado catastrófico y, sobre todo, no hay un plan B con nombre y apellidos. Ahí nace y muere la extraña permanencia en el cargo de Chaparro. Simplemente.
Ya echó Lopera a Griguol en enero de 2000 cuando el equipo estaba fuera del descenso y no sirvió de mucho finiquitar al argentino. Las últimas finales las ha salvado Chaparro con empates y no con una derrota que pudiera sentenciarle. Y el sustituto más accesible es José María Nogués, un técnico con currículum similar al del trianero —aunque mucho más joven— y que viene del mismo sitio, el filial. Antes de agotar la última bala, Lopera prefiere esperar, esperar.
Pero, mientras, el Betis se da cuenta de que es rival directo del Osasuna porque no le puede ganar. Se congratula el técnico por mantener la portería a cero ante el equipo que. con diferencia, menos tantos marca fuera de casa. El Osasuna sólo ha celebrado ocho y nunca ganó lejos de Pamplona. La grada ya se echa encima de un Chaparro que utilizó la previa no para incentivar a los suyos, sino para justificar lo que ya no tenía solución, el partido de Palma. Son doce puntos en quince partidos y una lánguida sensación de hastío, pesadez, incapacidad y... descenso.
Si Chaparro se salva de ésta es que Lopera es un bendito.
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